Créalo, el desorden también puede ser útil

<P>Genera creatividad, mejora la adaptabilidad, fortalece la improvisación y hasta ahorra tiempo (sí, tiempo). Aunque siempre se ha dicho lo contrario, hoy el desorden (no el descontrol) es más necesario de lo que pensábamos.</P>




El escritorio debe ser el símbolo máximo que retrata cuán ordenada o desordenada es una persona. El de Albert Einstein era caótico, aunque el físico se excusaba: "Si una mesa abarrotada es síntoma de una mente desordenada, entonces ¿qué debemos pensar de un escritorio vacío?".

El del sicólogo Jean Piaget era parecido y, como Einstein, se justificaba diciendo que no era un desorden improvisado, sino el fruto de años de desorden, al que llamaba "orden vital". "Pierdo menos tiempo buscando algo que ordenando todos los días", decía.

¿Por qué dos mentes brillantes podían convivir en la desorganización? La respuesta viene de Eric Abrahamson, académico de teoría de la organización en la U. de Columbia, quien postula que los desordenados tienden a adaptarse mejor y con menor esfuerzo. En cambio, los ordenados serían más rígidos y lentos porque son propensos a seguir protocolos establecidos. Y en ese empeño, pierden creatividad. Los desordenados en cambio, usando una justa dosis de confusión "descubren relaciones que de otra manera son difíciles de ver".

El periodista canadiense y autor del documental Mi desordenada vida (2008), Josh Freed dice al diario The Gazette de Montreal que el desorden "no permite encontrar lo que se busca, si no, encontrar lo que no estás buscando".

Aparentemente, el desorden, una característica despreciada en empresas y en la vida en general (tan así que en una encuesta de la U. de Columbia el 59% de los consultados dice que tiene una opinión negativa de los desordenados), en rigor, parece no ser tan barbárico. De hecho, una de las críticas más habituales a este estilo de vida es la pérdida de tiempo que provoca. Sin embargo, según otro estudio de la U. de Columbia, la gente que afirma mantener un escritorio "muy ordenado" dedica un 36% más de tiempo en encontrar los documentos que busca respecto a los que lo dejan "bastante desordenado". ¿Por qué? Según el sicólogo alemán Stephan Grunewald, porque cada uno sabe gestionar su propio código del desorden. "Los papeles más importantes están en las zonas más calientes del escritorio, mientras que los inútiles emigran, casi por sí solos, a las zonas más frías, como guiados por una mano invisible", ejemplifica al diario español La Vanguardia.

El desorden, ya está dicho, no resulta tan condenable si se analiza el lado positivo. Menos, si se tiene en cuenta que, por ejemplo, el cerebro es más caótico de lo que se suponía. De hecho, el desorden es en realidad esencial para su capacidad de transmitir información y resolver problemas. "Situarse en un punto crítico permite al cerebro adaptarse rápidamente a las nuevas circunstancias", dice el siquiatra alemán Andreas Meyer-Lindenberg en la revista NewScientist.

A desordenar el orden

La norma ahora es que las personas y las empresas rinden al máximo cuando mezclan orden y desorden hasta alcanzar "una situación única, original y difícil de copiar", dice Abrahamson en The New York Times. El sicólogo, junto al periodista David H. Freedman, se han convertido en unas especies de guías espirituales del desorden y yan han escrito dos libros al respecto: Elogio del desorden (2000), donde asocian el caos a la creatividad y la flexibilidad, y Un perfecto desorden (2008).

"Las personas y las empresas gastan mucho tiempo, dinero y energía tratando de ser más ordenados y organizados. Así que una de las ventajas de ser un poco desordenado y desorganizado es ahorrar un montón de tiempo, dinero y energía, recursos que se pueden gastar en actividades más útiles. En lugar de ordenar la casa o sus papeles, usted podría estar haciendo algo más importante, o relajarse con un hobby, o pasar más tiempo con sus hijos", dice Freedman a La Tercera.

En esos términos, Abrahamson postula que si las personas se detienen a ordenar a cada rato, no puede avanzar, y llegar al descontrol tampoco es el camino. La idea, entonces, es encontrar un punto medio donde el rendimiento es más eficiente: el del "desorden óptimo".

Encontrar la fórmula ideal entre la organización sistemática y el desorden absoluto es casi una ciencia. Pero una ciencia que, según Freedman, tiene una estrategia: "Es casi imposible saber las ideas que potencialmente podrías conseguir introduciendo más desorden. Y es difícil saber cuándo hay que romper las reglas y el sistema de organización vigente, porque es algo que por naturaleza o educación no solemos detectar... Hay que arriesgarse. Leer varias cosas a la vez, hacer asociaciones impensables… de este caos puede salir alguna buena idea".

Desordenados Anónimos

Pese a que la desorganización cada vez suma más defensores, los ordenados también tienen sus cruzadas en Estados Unidos, como Desordenados Anónimos, que entre otras actividades, intentan orientar a sus descarriados socios a organizar sus vidas.

Entre sus consejos destacan limpiar sus lugares de trabajo o casas con tres cajas etiquetadas con"para regalar", "botar" y "ordenar".

También proponen mirar la agenda y cancelar las actividades que no interesan y sugieren invitar a algún amigo a la casa, pues eso motivará a limpiar y ordenar.

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