Cuento conocido




TUVIERON QUE pasar casi dos años de gobierno de la Nueva Mayoría para que la Democracia Cristiana recordara que el Partido Comunista "siempre ha sido cerrado y sectario" y que "lamentablemente le falta renovarse", como dijo Jorge Pizarro, presidente de la DC. Sorprende que la Falange redescubra ahora lo que todos -incluyendo ella misma, según las palabras del senador Pizarro- sabían desde hace rato. ¿Por qué, entonces, si la DC conoce cómo son los comunistas, entró en un pacto con ellos? La respuesta es obvia: quería llegar al gobierno y ocupar posiciones en él.

Nada de esto es una novedad. El propio Pizarro dijo en 2012 que "la DC por sí misma no es capaz de concretar la nueva gran mayoría, por lo tanto hay que ampliarse" para alcanzar una candidatura única, un programa y un acuerdo parlamentario. En ese afán, sostenía, "cada uno de nosotros tendrá que renunciar, en parte, a lo que somos, porque esa es la única manera de generar unidad".

La enternecedora ingenuidad de la DC, tantas veces burlada por la izquierda, asomaba una vez más en esas palabras. La Democracia Cristiana estaba dispuesta a renunciar a "ciertos principios" con tal de llegar al poder, y creía que el PC mostraría idéntica voluntad. Pero eso es justamente lo que los comunistas -a quienes el intelectual francés Raymond Aron describió en sus memorias como "representantes de una conspiración permanente"- jamás han hecho y nunca harán. Para ellos, los retrocesos y las alianzas son siempre tácticos. Pueden transar los medios, pero jamás los fines. Se plantearon como objetivo desmontar la obra del régimen militar y su "continuación" durante los gobiernos concertacionistas. Eso es lo que han perseguido durante décadas. Sería iluso creer que desistirán hoy, cuando están más cerca que nunca de alcanzar su propósito con la Nueva Mayoría.

Ahora que se enfrentan al PC, algunos democratacristianos han refrescado su memoria para reclamar contra los métodos cuestionables de un partido perseverante que ha hecho del doble discurso un arte. Quizás no haya mejor ejemplo de los peligros del pragmatismo excesivo: la DC vendió su alma por un plato de lentejas y ahora está sufriendo las consecuencias de su actitud imprudente.

Algunos en la DC señalan que el enfrentamiento con los comunistas puede conducir al quiebre de la Nueva Mayoría. Difícil predecirlo, pero sí puede afirmarse que la Democracia Cristiana enfrenta una disyuntiva: muestra coherencia con los que se supone son sus principios o se mantiene en una coalición que avanza en promover reformas estructurales. Si escoge, como es previsible, esto último, debería dejar de declararse sorprendida por las características de sus socios. Nadie ignora que el PC -una agrupación que le envía saludos a Kim Jong Un, el dictador norcoreano, para desearle éxito en la "lucha por la construcción de una próspera sociedad socialista"- es un partido cerrado, sectario y poco renovado. Solo la DC se queja por lo que ella misma sabe desde un comienzo.

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