Cuestionamientos a monumento en homenaje al Papa Juan Pablo II
Un intenso debate se ha generado a raíz de la propuesta de la Universidad San Sebastián, apoyada por la Municipalidad de Recoleta, para erigir una estatua del Papa Juan Pablo II -la obra tendría 13,5 metros de altura- en la ex Plaza José Domingo Gómez Rojas, frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
Si bien la intención de este homenaje es perfectamente legítima, el lugar propuesto para emplazar el monumento, junto con las dimensiones de éste, no son los más adecuados desde el punto de vista estético y de armonía urbana.
El fondo del homenaje no ha sido cuestionado, porque la figura del Papa Juan Pablo II tiene una estrecha relación con Chile y su legado es profundamente valorado en nuestro país.
El prelado jugó un rol decisivo en 1978 para impedir el inminente conflicto armado entre Chile y Argentina, por la delimitación territorial en la zona del Canal del Beagle, cuando ambas naciones ya habían desplegado efectivos militares en el área.
Además, fue el primer Papa en ejercicio, y el único hasta el momento, en realizar una visita oficial a Chile, en 1987. Durante su recorrido, visitó ciudades desde Antofagasta hasta Punta Arenas y en la reacción de la gente fue obvio el cariño y la admiración hacia el máximo Pontífice.
Juan Pablo II también tuvo gran importancia para la Iglesia Católica nacional: canonizó a dos chilenos -San Alberto Hurtado y Santa Teresa de Los Andes- y fue el Papa que más cardenales y obispos chilenos ha nombrado durante su pontificado.
Sin embargo, la forma en que se ha desarrollado el proceso que busca rendirle homenaje a su memoria se ha llevado a cabo sin la necesaria evaluación y consenso que requiere una intervención del espacio público de esta magnitud. Por las dimensiones de la estatua y por su inevitable efecto en el entorno urbano en el que será emplazada, el proyecto ameritaba una revisión mucho más profunda.
Distintos expertos en urbanismo han expresado críticas a la forma en que se ha conducido el proceso para aprobar este monumento, así como a las características de la estatua y del emplazamiento proyectado. Ayer, el Colegio de Arquitectos y varios Premios Nacionales de la especialidad hicieron lo propio.
Argumentan que el proyecto se ha desarrollado sin un concurso público para contraponer ideas y legitimar la obra, que no se estaría respetando un espacio patrimonial que tiene más de 100 años de historia y que la escala del monumento despierta dudas sobre su valor estético y sobre su impacto en el entorno urbano propuesto. A estas críticas también se han sumado algunos miembros de la Iglesia Católica y el rector de la Universidad de Chile.
Así, lo que pretende ser un homenaje que convoque a la ciudadanía en torno a la figura de Juan Pablo II, se ha constituido en un foco innecesario de conflicto.
Es oportuno, entonces, que se estudie una nueva ubicación para la obra, o bien que se rediseñe la estatua, adecuando su tamaño y altura a las características del entorno donde será emplazada, de acuerdo a las disposiciones vigentes y a lo que determine el Consejo Nacional de Monumentos, oyendo a expertos calificados en el área y aprovechando así en forma positiva esta contribución privada al entorno urbano.
En este sentido, es positivo que las autoridades de la universidad se hayan mostrado abiertas a la posibilidad de cambiar la ubicación de la estatua, si el mencionado Consejo rechaza el proyecto que han sometido a su evaluación. Una de las alternativas que se ha planteado, por ejemplo, es el camino Juan Pablo II -ruta para vehículos livianos que une el sector de La Dehesa con Chicureo- y que, en teoría, asoma como una opción más acorde a las dimensiones de la obra.
Sería paradójico que el homenaje a una figura que en su momento unió con su mensaje a los chilenos, terminara siendo motivo de una polémica como la verificada en estos días.
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