Daniel Alcaíno, la comedia de un indignado
<P>Quería estudiar Derecho y Teatro era su cuarta opción. Llegó a hacer humor por azar. La primera vez que hizo a Yerko Puchento lo vetaron. Hoy disfruta de los aplausos, sin ceder en su ADN. </P>
Ese domingo en la tarde, Daniel Alcaíno le dijo a su familia que vieran Venga conmigo, porque debutaría con un nuevo personaje, llamado Yerko Puchento, que había grabado el jueves de esa semana en Canal 13. Se pusieron frente a la tele. Esperaron. El programa salió al aire, pero el deslenguado comentarista de farándula no apareció. "El lunes estaba citado como a la inspectoría, con el video. '¿Es necesario?', me dijo una autoridad de la época en el canal (que no voy a decir su nombre) "¿Qué cosa?", le pregunté. "¿Cómo qué cosa? Es gay. ¿Por qué, era necesario? Es evidente que es gay. Y, además, se ríe de la gente, Daniel. No representa al canal y lesiona la dignidad de las personas. Así no vamos a seguir", recuerda el actor que por estos días está en cines (como parte del elenco de Paseo de oficina, dirigida por "El Rumpy") y televisión (como Yerko Puchento y como Exequiel, en Los 80).
Fue la primera vez que le cortaron a Yerko Puchento. Hasta que el histórico productor Claudio Vukovic lo llamó para integrarlo al estelar El lunes... sin falta, y le pidió un personaje tan exitoso como había sido "Peter Veneno". Vio el video de Puchento y peleó para que debutara. Ganó. "Todo calza", dice Alcaíno (40), quien llegó a la actuación por azar. Quería ser abogado o pintor. Postuló mal tras dar la entonces Prueba de Aptitud Académica y su cuarta opción era teatro. En un mismo día tuvo que descartar Derecho y dar el examen de admisión en la Universidad de Chile. Hubo 160 preseleccionados y 16 vacantes. Quedó entre ellos.
Su lado cómico viene de chico, cuando vivía en Cerro Navia con su familia. "De niño era histriónico, hacía reír en la casa, imitaba a mis tíos, pelaba como mi tío Raúl, pescaba el cigarro como mi tío Rey, como mi padrino, imitaba como camina mi tía y todos se reían", recuerda. Pero, agrega, no es de ver películas y series, no le interesa Woody Allen, el fenómeno de Ted ni Saturday night live, que miró una vez y se aburrió. "No consumo nada de comedia. Y no entiendo a los norteamericanos. Odio Norteamérica, me carga. De chico, nunca aprendí inglés por lo mismo", dice, aunque alguna vez se arrepintió, cuando tuvo al frente a Ralph Finnes, en el set de Red dragon, y no sabía cómo comunicarse.
"Hacer reír es como correr con un piano en la espalda", lanza, pero a él no se le nota la carga. Se toma fotos con alguien que se lo pide, agradece los elogios de quienes pasan por la calle. Habla con pasión, feliz, porque la noche anterior saboreó la adrenalina de Yerko Puchento, el personaje que retornó a la pantalla, de la mano del programa Vértigo -donde alcanzó un peak de 32 puntos de rating- y cuyo monólogo partió dedicándoselo a Vukovic, que falleció de cáncer el año pasado. Se emociona apenas surge el nombre. Y cuenta una anécdota: "Una vez teníamos que grabar para Mucho Lucho y en el sketch yo cargaba unas bolsas. Cuando volví, las bolsas eran de Jumbo, que auspiciaba el programa. 'No, no, no, estas bolsas no estaban antes', dije. 'Sí, ¿qué pasa?', me dice un tipo que era de la marca y estaba en el set. 'No, es que yo no hago publicidad', le dije. '¿Cuánto querís?', respondió. Lo mandé a la cresta y volvió Claudio a tranquilizarme. Y volvieron a poner bolsas blancas. Me pudieron haber echado, pero no, me dejaron ser. Corta. Gracias Claudio".
La libertad editorial, eso sí, nunca la tuvo tan relajada en Canal 13 como esta semana, vestido como Puchento, para reírse de todos, políticos y animadores incluidos. "Es que es otro canal, ahora hay sentido del humor, le está yendo bien. Antiguamente, a todo le iba mal, desde la mañana hasta la noche. No había sentido del humor, no podía decir que el matinal era fome", dice. Y cuenta que en el switch estaba el nuevo presidente del directorio de Canal 13, Nicolás Eyzaguirre, a quien aludió en su rutina. "Buena onda, el compadre", dice. Cuenta que el libreto, como siempre lo prepararon con el guionista Jorge López el mismo día "y salió tal cual", recalca, sobre un guión alabado y que algunos llamaron "el humor de los indignados". "Y yo soy uno, aunque enojado y amargado, porque da mucha rabia varias cosas que pasan", afirma.
Rehúye de las etiquetas, separa aguas y sabe que algunos miran con recelo la comedia y lo que hace. Recuerda cuando una vez se encontró con el actor Humberto Duvauchelle, quien le hizo clases en la Chile. "'Daniel, ¿sigues haciendo ese personaje que hacías en televisión?', me preguntó. 'No, no lo hago hace años', le dije. 'No lo hagas más', me devolvió'". Y se ríe. Menos gracia le hace cuando quienes lo critican son actores de su edad. "Para muchos soy un vendido, porque estoy en Canal 13, he hecho programas con la Bolocco y claro, uno vive y hace cosas. Pero hay de todo entre los actores: gente que le fascina Ripley, que le fascina La Polar o Johnson's, gente que vende remedios a pesar de que las farmacias estén coludidas, que igual andan con zapatillas Skechers o que le mandan cajas de cervezas Miller a la casa. Hay muchos que no sé si se ofrecen o no, pero a mí nunca me ha gustado depender de una marca o hacer comerciales. Si de eso huí en mi vida, de vender cosas". Por eso, dice, su modelo siempre ha sido Daniel Muñoz, a quien admira por hacer personajes como "El Malo" y ahora personificar a Juan Herrera en Los 80, una serie donde comparten set, pero que en esta temporada se le ha visto menos: debido a que inicialmente Vértigo saldría al aire a mitad de año, los guionistas redujeron su rol en este ciclo, pensando que tendría que dividir sus tiempos.
Sin cámaras delante, en la intimidad, dice que es como "casa de herrero, cuchillo de palo: leo el diario, las cuestiones de izquierda, escucho a Silvio, a Víctor Jara, la guitarra, miro los discursos de Salvador Allende, leo libros de discursos, voy a bene- ficios de un señor enfermo, etcétera. Yo creo que lo único que me da alegría es mi hijo, me cago de la risa de verlo. Y soy muy feliz cuando estoy en la casa de mi abuela con mis primos, con mi familia, esos momentos me hacen muy feliz".
Fuertemente interesado por la política y siempre con un libro bajo el brazo, dice que nunca se olvidó de lo que le dijo una vez un profesor: "El personaje es más importante que uno". "Porque yo, en mi casa, soy otro. Me gusta actuar y me siento como pez en el agua en el escenario. Nunca tuve miedo ni se me quemaron las patas", dice mostrando una zapatillas rotas que anda trayendo, "porque yo gano para vivir y hay mucha causa que apoyar. ¿Qué me gustaría? Hacer una obra y que todos dijeran: 'Oye, qué pegado este huevón con lo mismo de siempre'. Sería feliz".
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