Daniel Halpern, académico de Tren Digital: "Los niños no debieran tener un smartphone hasta los 14 años"

El académico se ha dedicado a estudiar el efecto de las TICS entre escolares y, aunque no las sataniza, se pasea por distintos colegios dando charlas a padres y profesores acerca de los riesgos de tener a los niños demasiado conectados.




Daniel Halpern es tajante porque está preocupado. El académico de la Universidad Católica empezó a investigar las nuevas tecnologías y su influencia en el día a día hace cuatro años, mientras hacía su doctorado en Comunicaciones en Rutgers University en Estados Unidos. Partió lleno de optimismo, analizando si podían ayudar a suplir falencias en la sociabilidad de las personas y la forma en que aplicaciones como Tinder le daban a la gente tímida un espacio para conocer a otros sin temor al rechazo.

Cuando volvió a Chile se enfocó en las redes sociales y estudió la relación entre Facebook y divorcio, donde confirmó que las personas que pasan más tiempo en las redes sociales tienen en promedio menores niveles de felicidad matrimonial y han pensado más veces en dejar a sus parejas. Después puso los ojos en los escolares y a través de sus estudios se encontró, por ejemplo, con que el 87 por ciento de los adolescentes posee cuenta de Facebook y que nueve de diez llevan el teléfono al colegio. Ahí fue cuando su mirada empezó a cambiar.

Aunque parte de la base de que la tecnología es útil en la vida de las personas, cree que no se está usando con moderación. "El otro día una profesora me decía que en los últimos años los niños que entran a kínder tienen menos habilidades, tanto sociales como de lenguaje". ¿La razón? Según él, el cambio dramático en la manera en que los niños se entretienen, o más bien, la forma en que sus padres los mantienen entretenidos.  "Antes se llamaban 'los niños de cajón' a esas guaguas que las nanas dejaban en la cocina mientras ellas trabajaban. Hoy esos niños son electrónicos y sus mamás les pasan un teléfono o una tablet para que no molesten y las dejen trabajar", y explica que el resultado es que "hasta hace cinco años quedarse en la casa el fin de semana era un castigo, hoy es un premio… y al final los papás terminan llevando a los niños a tomar helado para sacarlos un rato de las pantallas".

El problema, dice, es que existe una relación entre su consumo excesivo de las nuevas tecnologías y dificultades en las relaciones sociales, la capacidad de expresión y la autoestima. "Cuando la exposición es de menos de dos horas diarias la curva es positiva, si el consumo aumenta, la tendencia se va haciendo negativa", explica.

Dejar llorar

Para el último Día del Niño, Daniel Halpern les escribió una "Carta abierta a los padres modernos" con seis consejos: dejar espacios libres de tecnología (partiendo por las comidas); involucrarse en lo que hacen los hijos (sentarse a jugar con ellos); poner reglas antes (fijar horarios y tiempos antes); controlar lo que hacen (instalar control parental o revisar historiales de navegación); bajar los niveles de interacción mediados por tecnologías (no hablar las cosas importantes por WhatsApp); y ser un ejemplo (que no los vean pegados todo el tiempo). "Un niño que le habla a su papá y este no lo escucha porque está concentrado en el teléfono, va creer que eso es lo más importante. Los papás le dan demasiada importancia a la tecnología y castigan a los niños quitándoles el teléfono o los premian devolviéndoselos".

¿Qué es lo peor que te ha tocado ver?

Me hace ruido que haya niños chicos con teléfonos impresionantes, que mandan mensajes hasta la madrugada y padres que no tienen ningún tipo de control frente a tecnologías demasiado estimulantes e invasivas.

¿Qué opinas de los que promueven la incorporación de los teléfonos a las salas?

Mi impresión es que la cultura de Wikipedia, esa donde encuentras altiro lo que buscas y puedes ir linkeando para profundizar hace que uno se centre demasiado en el árbol y no pueda ver el bosque. Hay gente con mucho acceso a información pero menos culta. Tenemos que ver qué preferimos: enseñarle a un niño a buscar la palabra específica en un PDF o a leer un libro donde se pasea por varias cosas.

¿Cómo pueden enfrentar este tema los colegios?

Los colegios están desesperados. Me llaman mucho, pero yo no soy ni mago ni profeta. Lo que sí sé es que los profesores no pueden andar requisando teléfonos de 300 mil pesos que ni siquiera saben usar y a riesgo de que se les pierdan. Tampoco puede ser que cuando un niño tiene un problema en el colegio le mande un mensaje a sus papás y se salte toda la cadena que existe y que básicamente significa que tiene que arreglárselas solito. A veces hay que dejar llorar a los niños.

Popularidad en tiempo de redes

"Antes el bacán del curso era el que llevaba la pelota, porque era el que ponía las reglas del juego. Hoy el que la lleva es el que comparte internet, porque las interacciones se producen de manera online.El problema es cuando el tema está cruzado con la autoestima. Cuando hablamos de compartir imágenes uno podría pensar que quien comparte más fotos se siente más seguro con su físico. Pero en el mundo online es al revés y  el efecto selfie implica que yo selecciono cómo quiero que me vean. Y eso empieza a afectar la imagen y la identidad y ya no quiero relacionarme tanto de manera offline porque no puedo controlar cómo me ven. Y es un hecho que la gente con baja autoestima es la que pasa más tiempo conectada.

Pero si todos tienen acceso, hay menos diferencias. O sea, pueden eliminarse barreras sociales o geográficas…

Entre pares sí, lo que es muy bueno. El problema es que la tecnología tiende a horizontalizar posiciones. Por ejemplo, los chats familiares, que pueden ser muy útiles para coordinar, han hecho que los niños traten a sus padres como si fueran sus pares. Y todos sabemos que es importante que existan figuras de autoridad.

¿Qué es entonces lo recomendable?

Los niños no debieran tener un smartphone antes de los 14 años.

¿Es lo mismo entregarle el teléfono de los papás?

Cuando el teléfono no es de ellos hay más cuidado de lo que puede quedar en el teléfono de la mamá.

¿En qué se están equivocando los padres?

Lo primero es no incentivar las actividades extraprogramáticas, sean las que sean. Se ha demostrado que los niños que realizan otro tipo de actividades tienen un comportamiento distinto y no llegan directamente a conectarse. También descansamos mucho en la tecnología. Y una vez que el niño se acostumbra a entretenerse con la tecnología no hay vuelta atrás.

¿No es demasiado tremendista el diagnóstico?

Es que es muy difícil sacarlo, hay mucho estímulo y la satisfacción es casi inmediata. Y como ha pasado siempre, los hijos no entienden los riesgos que sus conductas pueden acarrear, por más que se los repitan mil veces. Por eso lo más adecuado es retrasar el uso de la tecnología.

¿No será que tú eres un poco fanático?

Todos piensan lo mismo y puede que sea un poco talibán, pero lo que veo es que la tecnología tiene efectos positivos cuando es medida, hay una comunión con los padres, su uso es responsable y existen otros intereses. Yo me dedico a mostrar correlaciones y me baso en elementos científicos para desarrollar mis estudios: los neurólogos dicen que la sobreexposición a pantallas no es buena y mis datos dan cuenta de lo mismo.

Pero todos los niños son distintos, unos tienen más personalidad que otros, mayor o menor autoestima o estructuras familiares diferentes.

Por supuesto, pero la necesidad de reconocimiento y aceptación los cruza a todos, sobre todo a los adolescentes. Quieren likes, views y deditos para arriba y el tipo de contenido que más genera esa respuesta es el que tiene que ver con la intimidad, eso se traduce en niñas de 12 o 13 años subiendo fotos en bikini o en ropa interior para tener mayor cantidad de comentarios o niños de siete años que quieren ser youtubers. La necesidad de reconocimiento llega a tal punto que hoy si un video tiene cien mil visitas es noticia en diarios y televisión.

¿Y los juegos?

Los juegos son un tema por sí mismo y, por lo mismo, hay que poner las reglas antes, no durante ni después. Me he topado con papás que han movido el horario de la comida en familia para que no se tope con las horas en que juega uno de sus hijos. También es importante revisar lo que ellos están haciendo. No porque no confíen, sino porque no tienen el criterio para ciertas cosas. Es como cuando uno le pedía a su papá que lo dejara manejar a los 14 años, físicamente podía hacerlo, pero no tenía el criterio para salir a la calle con un auto ni enfrentarse a ciertas situaciones. También me he topado con padres que no se atreven a pedirles a sus hijos el teléfono para evitar conflictos. Pero es preferible un conflicto pequeño hoy que un gran problema en el futuro.T

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