Datos para ir a Phnom Penh Phnom Penh, salvaje y cosmopolita

<P>Poco a poco la capital de Camboya se mete en el circuito asiático. Aquí conviven los rastros de un brutal genocidio con un auspicioso presente para el turismo. Antiguas cárceles convertidas en museos, excelentes restaurantes y hoteles <I>boutique</I> a precios módicos la convierten en el destino ideal para viajar barato. </P>




AMANECE EN Phnom Penh y el ruido de los motores no tarda en aparecer. La calle es un caos de autos, motos, bicis y tuk tuks, donde sólo los locales dominan a la perfección las formas de conducir, cruzar avenidas y caminar a paso tranquilo. Los turistas, en su mayoría occidentales, miran atónitos el espectáculo, coronado por vendedores ambulantes y fragantes carros de comida al paso. "Me llamo míster Bird y seré su chofer por hoy, bienvenidos a mi tuk tuk". Con ese señorial saludo, en un inglés bastante comprensible, comenzamos a recorrer. Un tuk tuk es lo más apropiado para empaparse de la calle y su lado salvaje, ese donde se respira el movimiento y la aventura, mientras el vaivén de las motos comienza a ser costumbre, y conducir contra el tránsito se hace tan habitual como regatear en el mercado.

Alguna vez Phnom Penh -se lee Nom Pen- fue una de las ciudades más bellas de Oriente, donde se mezclaban el encanto colonial francés con los detalles y techos dorados de la cultura Jemer. El palacio real y la pagoda de plata, de 1860, son las postales turísticas de una ciudad que se reconstruye después de uno de los genocidios más violentos de Asia, que en manos de Pol Pot y el gobierno dictatorial del Khmer Rouge dejó más de dos millones de muertos, escuelas convertidas en prisiones y campos de exterminio: hoy varios de esos lugares se pueden visitar.

A Phnom Penh se le quiere y se le odia casi simultáneamente, porque toma tiempo acostumbrarse a sus contrastes, esos que muestran una ciudad devastada por la muerte, pero al mismo tiempo una vigorosa locura callejera, donde las calles se llenan de frases tímidas en inglés para turistas y difíciles diálogos en jemer, ese intrincado idioma local con un alfabeto de 72 letras, que los viajeros estamos a años luz de captar. Pero esa extrañeza es también tan seductora, que uno siempre termina dándole una nueva oportunidad.

La ciudad vive un renovado presente, y aunque históricamente los turistas priorizaban visitar las magníficas ruinas de Angkor, hoy la capital de Camboya se ha ganado un espacio en los itinerarios de viaje del sudeste asiático. No sólo para conocer su historia y cultura, sino para recorrer una urbe llena de energía, en la que se puede comer, dormir e ir de compras con pocos dólares. Es la capital de las tres B: bueno, bonito y barato.

Entrar a Tuol Sleng, más conocida como S-21, es recorrer un lugar aterrador. Una escuela utilizada como centro secreto de tortura y ejecución, que eliminaba a los oponentes al régimen de Pol Pot. Más de 20.000 personas ingresaron aquí y sólo se conocen 12 sobrevivientes. En sus muros están plasmados los sistemas de tortura, las severas normas que debían seguir los prisioneros y las formas de ejecución. Hoy es un museo del genocidio que vale la pena visitar.

En las afueras de la ciudad están los campos de exterminio de Choeung Ek, hasta donde llegaron muchos de los prisioneros de Tuol Sleng. Convertido hoy en un memorial que recibe miles de visitas. Aquí el genocidio está expuesto en toda su crudeza, sin sutilezas ni eufemismos: una estupa conmemorativa recibe a los visitantes, donde en un espacio traslúcido se guardan miles de cráneos, huesos y restos de ropa encontrados en el lugar. En sus excavaciones hallaron 9.000 cuerpos. Todo está a la vista de los turistas, quienes a través de un recorrido van descubriendo las fosas comunes y lugares de ejecución. Pida las audioguías, los relatos son conmovedores.

En medio del caos de las calles, el comercio ambulante y el enjambre de turistas, algunas costumbres de pueblo permanecen. En las tardes, la costanera que mira al río Mekong se llena de paseantes, que salen a caminar, tomar un helado o simplemente disfrutar de la vista acuática. El panorama es imperdible y gratis.

Phnom Penh se puede recorrer a pie y en tuk tuk, por lo que conviene negociar con el chofer una tarifa por el día. No olvide que regatear es parte de la transacción. El Museo Nacional, con su imponente fachada roja, exhibe una atractiva colección de esculturas de los períodos Funan, Jemer y Angkor, entre otros, vale la pena recorrerlo para comprender las influencias que alimentan la cultura local. El Palacio Real, lleno de detalles, ornamentos dorados y cuidados jardines, es el lugar donde viven los monarcas camboyanos. Se puede visitar con ropa apropiada, evitando escotes y pantalones cortos. En los alrededores arriendan vestuario ad hoc para los desprevenidos.

Aproveche de callejear por el barrio del palacio, hay restaurantes y hoteles boutique que ofrecen servicios de alto nivel a precios convenientes. Puede encontrar una habitación doble en un cuatro estrellas, con espacios amplios y estilosos, wi-fi, desayuno y piscina, por menos de US$ 50. La comida es una invitación a redescubrir los sabores del vecindario, una mezcla de gastronomía vietnamita y thai, donde las cocinas huelen a lima kaffir, jengibre, cúrcuma y lemongrass. La comida callejera tiene una variada y desprejuiciada oferta, desde pescados a la parrilla, grillos, ranas, serpientes y hasta insectos salteados.

Deje para el final la visita al mercado ruso y al Psar Thmei, que con su arquitectura art decó es también un paseo para los fanáticos de la arquitectura. En estos mercados encontrará los mejores matutes del sudeste asiático, con precios para tentar hasta al más austero. Uno de los fetiches de Asia son las falsificaciones, y las grandes marcas de ropa, carteras y lentes tienen aquí imitaciones de diversas calidades: lentes Ray Ban a US$ 4, carteras Michael Kors y mochilas de conocidas marcas outdoor a US$ 10. También encontrará artículos electrónicos, colorida artesanía y textiles a partir de US$ 2. Si quiere terminar el día relajado, deléitese con uno de los tantos centros de masaje asiático que hay en la ciudad: los precios parten en US$ 8.

Para visitar Camboya se requiere de visa.

Se obtiene a la llegada, en el aeropuerto, o en los pasos fronterizos terrestres.

Lleve una fotografía, el trámite es rápido y vale US$ 20.

La moneda local es el riel camboyano (1 US$=4.067 rieles aprox.), pero puede usar dólares para transacciones más domésticas.

Museo del genocidio Tuol Sleng: abierto todos los días, de 8 a 17 h. Entrada: US$ 3.

Memorial Choeung Ek o "killing fields": abre todos los días, de 8 a 17 h. Entrada: US$ 2.

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