De Aguirre y su zapping personal
<p>Le propusimos al director ejecutivo de Chilevisión acompañarlo a ver televisión por dos horas. Jaime de Aguirre aceptó. Y en ese ejercicio habló de todo, desde política hasta farándula. Del Presidente Piñera a Rafael Araneda. No pocas veces, además, cruzó los contenidos con su propia vida y recuerdos personales. </p>
Son las 11 de la mañana y en la oficina de Jaime de Aguirre -director ejecutivo de Chilevisión desde 2001- hay siete televisores encendidos. El volumen es difícil de soportar. Pero él está acostumbrado, tanto como a las dos tazas de café negro que toma esta mañana. Contesta tres veces el celular, tres veces se quita los lentes Polo y acomoda su corbata, y otras tantas llama a Nany, su secretaria, para ver los planes de su agenda.
De entrada, aclara: “De tanto ver tele, uno agudiza la mirada. No es que sea el carabinero del canal, no controlo. Pero tengo ojo para distinguir la cosa rara que pasa en pantalla, cuando se cae un canal, cuando un noticiero llevó una noticia extra”.
Esta mañana, De Aguirre se anima a un ejercicio distinto: a sus siete pantallas agrega un octavo televisor conectado a un DVD, en el cual revisará un resumen de 15 programas transmitidos por Chilevisión, canal que en rating anual va tercero, luego del 13 y TVN. Todos los programas que verá han sido creados bajo el amparo de su nuevo dueño, la cadena internacional Turner. Para De Aguirre será una especie de zapping personal, donde hablará desde farándula a política, y cruzará los contenidos con historias de su propia vida.
Antes de pegar los ojos en la pantalla, imposible no preguntarle a De Aguirre por el Presidente Piñera, quien fue su jefe hasta octubre de 2010, cuando finalmente salió de la propiedad del canal.
Dice De Aguirre: “Nunca tuve problemas de pauta con Sebastián Piñera. Lo dije mil veces, pero nadie me creía. Hoy ya no tiene nada que ver conmigo ni el canal, pero tengo que confesar que tuve una buena relación ejecutivo-dueño. Nunca me retó él ni nadie; el día que alguien lo haga me voy, ya no soy cabro chico. Personalmente, no voté por Piñera, ni voto por la Alianza, pero creo que tiene cosas buenas. Es una persona con capacidades increíbles, que se la ha jugado. Creo que la historia va a decir más cosas buenas de él de lo que dicen hoy los diarios… o los canales”.
Realities y otras hierbas
Jaime de Aguirre toma el control remoto y enciende la pantalla, que muestra a un chico con cara de computín junto a una rubia de pelo largo. Se trata de La bella y el geek, un reality que es trending topic entre los tuiteros, aunque ha estado lejos de liderar sintonía. "A mí me encanta la idea, es entretenido, original, siempre fui partidario de hacerlo", lo defiende el director ejecutivo.
Dice que le gusta la telerrealidad, eso de llevar personajes y situaciones reales a la pantalla como un modo de entretención. Asegura que es el gran tema de la televisión. "El reality del 13 (Pareja perfecta) es como el niño símbolo de las críticas, pero pasa que te descueran si marcas mucho o poco... Hay que transitar en un camino lleno de contradicciones".
Entonces, el director ejecutivo se acuerda de Amazonas, el reality que el canal transmitió en julio, que llevó a un grupo de personajes conocidos a vivir en medio de la tribu de los bora en la selva peruana y que debieron terminar abruptamente en medio de críticas y sanciones por el trato a los indígenas. "Era una estupenda idea, aceptada en un principio, pero que después fue de un bullying comunicacional que no he visto antes. Se nos acusó de todo y todos los programas de la competencia. Trataron a los integrantes de piojosos".
De Aguirre toma el control remoto y adelanta. El televisor muestra la serie Infieles, donde una mujer medio desnuda es lanzada contra un casillero y un hombre la besa con ganas. El director ejecutivo se tapa la cara y grita, entre risas: "¡Pero saquen esta cosa… Qué es esto!". Sigue mirando entre sus dedos entrelazados sobre el rostro. "Estamos como el Pato Melero", dice. Y cuenta que el día anterior, el diputado UDI que fue sorprendido viendo una película en la Cámara de Diputados lo llamó por teléfono y le dijo que él tenía una familia, que iba a tener problemas. De Aguirre concluye: "Pero igual la película no era pornográfica, incluso era medio fome".
"Me encantan la ficción y los programas de concurso -confiesa-. Son amplios, transversales, entretención llana". Como los considera buenos programas, no tiene problemas en poner al frente de ellos a rostros del canal, como Rafael Araneda en el concurso No te olvides de la canción. De Aguirre lo tiene claro: "Yo no creo en la aristocracia entre quienes trabajamos aquí, todos tenemos que hacer de todo".
Oído musical
Nació y creció en Concepción. A Santiago se vino para sus estudios universitarios. El golpe de 1973 lo pilló en el noveno semestre de Derecho en la Universidad de Chile y el primero de Periodismo en la Católica. Cuando De Aguirre intentó retomar sus clases, le dijeron que su matrícula estaba cancelada. La de él y otros militantes de izquierda. Militaba en el Mapu.
-Cuando me echaron de Derecho, la música, que era mi hobbie, pasó a ser mi profesión por necesidad. Había estudiado dos años en la Escuela de Composición de la Chile. Tuve un grupo de jazz, tocaba contrabajo. Luego fui socio de Filmocentro, donde se grabaron los discos del sello Alerce, Santiago del Nuevo Extremo, Tito Fernández. Eramos la contracultura. Y hacía jingles.
En eso estaba cuando comenzó la campaña del No y De Aguirre -titulado de ingeniero en sonido- dio con "Chile, la alegría ya viene". Tras el regreso de la democracia, entró en 1991 a TVN como director de contenidos. Estaría una década allí. Esos tiempos del plebiscito los volvió a revivir muchos años después, con el estreno de No, la película, donde De Aguirre -pasando a la vereda contraria de lo que ocurrió en la vida real- personificó a un miembro de la junta de gobierno. "Estuve todo el día para decir dos escenas: que había que ponerle a Pinochet una perla en la corbata y después alegar que la campaña era pésima. Es de las cosas más entretenidas que me han pasado".
Ahora, mientras mira programas pasar por la pantalla, dice que su formación musical le ha servido para todo. Incluso, para hacer televisión. “Los códigos de la música te enseñan a formarte de manera profunda y disciplinada, a tener habilidades sociales, a compartir cuando conformas una orquesta. Puede haber diferencias, pero todos tenemos algo en común, que es generar una canción. Confío en los equipos, en una toma de decisiones descentralizada. Por eso no puedes llegar a la tele y hacer todo lo que te gustaría. La relación con las audiencias es un diálogo muy dinámico. Eso de decir ‘yo sé lo que tú quieres’ simplemente no funciona”.
Dice que eso le quedó clarísimo poco después de asumir su cargo en TVN. Se enteró que en el court central del Estadio Nacional tocaría una banda de jazz. “Pensé que esto era tan importante que no lo podía dejar pasar. Envié móviles, transmitimos en directo”. El resultado fue tres puntos de rating.
“Desde ahí me tengo prohibido darme gustitos con programas en la tele”, afirma. Excepto, reconocerá después, cuando pidió que trajeran a Sting al Festival de Viña.
Como pelar en familia
De nuevo, control en mano, De Aguirre avanza el compendio de programas. En pantalla aparecen Primer plano y SQP. "Hoy por hoy, nadie de la farándula me entretiene. Creo que esto es como la familia, donde uno siempre pela a los familiares. Es lo mismo, pero a nivel nacional".
La farándula es quizás el sello de la parrilla programática del canal, pero su director ejecutivo difiere. Considera que eso es prejuicio: "Los que abrieron la compuerta fueron el Buenos días a todos y el bullying de Yerko Puchento. La farándula no la inventamos. Nosotros le pusimos nombre y apellido sin complejos".
Defiende a brazo partido al programa juvenil Yingo, siguiente parada en su zapping personal. Dice que se le critica mucho su forma de entretención, pero que hay miles de jóvenes a los que les gusta divertirse así y eso no los convierte en chicos vacíos de mente. "A la gente le gustaría ver a jóvenes religiosos, peloláis, cultos. Nosotros le damos oportunidad a la gente que no suele salir en la televisión. Yo vivo al frente del Parque Forestal, y los niños de Yingo son niños de las monjas al lado de lo que pasa en el parque".
Aprieta el control remoto.
Aparece Tolerancia cero, el único programa de política que se transmite en horario prime y es comentario obligado en las redes sociales. A esa hora, el domingo en la noche, compite por el rating con la exitosa serie Los 80, el reality Pareja perfecta y el concurso Circo romano. Tolerancia cero está en el tercer lugar. A De Aguirre eso lo llena de orgullo: "No tengo a Tolerancia cero para competir con esos programas, sino para dar un elemento más de información a la gente y cumple su rol. Ya está".
Esos temas candentes
Parte el noticiero central.
-“¿Y lo vamos a ver entero?”- dice De Aguirre, fingiendo un ronquido.
Aparece la primera noticia: un drama en una población. Dice que la cobertura de estos temas no se debe a su corazón de izquierda, sino a una forma distinta de comunicar: “Nos interesa más mostrar cuando la persona espera la micro y no pasa, a que lo que diga el ministro de Transportes sobre el Transantiago. Pequeñas historias hacen grandes temas”.
Pausa. Jaime de Aguirre deja de mirar las pantallas que tiene al frente y habla del momento más difícil que ha tenido aquí: el caso del juez Calvo, cuando a fines de 2003 CHV reveló la grabación de una conversación telefónica entre el magistrado que dirigía el caso Spiniak y el administrador de un sauna gay. La noticia terminó en juicio, varios periodistas fueron condenados, De Aguirre fue marginado un año de su cargo y al canal se le sentenció este año a pagar $ 320 millones al afectado. “No estoy de acuerdo en cómo se llevó a cabo el juicio, ni la condena, ni la sentencia. Era un caso de interés público, había conflicto de intereses, se conformaban todas las situaciones para hacer una noticia necesaria de develar, no fue entendida... Ha sido mi episodio más duro. En la tele, la victoria está llena de padres, pero la derrota es huérfana”.
De Aguirre dice que algo de eso se repitió este año, cuando el Consejo de Etica de los medios de comunicación los sancionó por la edición a la entrevista de Inés Pérez Concha, quien habló de las nanas en su condominio en Chicureo y las redes sociales la catalogaron de discriminadora. De Aguirre es tajante: “Nunca he visto tanto cinismo, la gente habló cosas que no conocía, opinaba de cosas que no eran ciertas. Y nosotros tuvimos que comernos todo. Twitter es el responsable del desprestigio de Inés Pérez Concha, no CHV. Twitter es como la pared del baño, la gente escribe en forma anónima lo que se le ocurre. Pero pusimos relevancia a un tema que duele, el tema social de las nanas. No culpo a Inés Pérez Concha, que creo que habló tonteras y estaba muy ansiosa por dar la entrevista”.
El resumen noticioso termina con los bombardeos entre la Franja de Gaza e Israel. Jaime de Aguirre Hoffa mira atento la pantalla. Es hijo de madre judía, pero él no siguió la religión de su línea materna. Hace algunos años, cuenta, un pasquín nazi por internet hablaba de él como el “xionista De Aguirre Hoffa”. “ Pero era tan ridículo que no pesqué. Nunca me asusté. Me da mucho más miedo que me atropellen en la calle o enfermarme del hígado que un nazi dando vuelta”.
Sí al I Ching
El zapping de De Aguirre muestra el Festival de Olmué. Suena mucha cueca. El director ejecutivo se entusiasma: marca compases con los dedos sobre el escritorio, entona décimas, hace música. “Me encanta la cueca. Meter décimas en una estructura musical no es fácil. A un baterista neoyorquino le tratamos de enseñar cueca y no hubo caso, no podía entender esa picardía de la cueca, que como que se atrasa y se adelanta”.
Cuando las dos horas frente a la pantalla están por terminar, en el televisor aparece Jaime Hales, a quien De Aguirre conoció en su fase más política: cuando Hales era dirigente democratacristiano en el Centro de Alumnos de Derecho, y él un mechón. "Era un gurú, un maestro de la política", recuerda. Ahora, en cambio, Hales aparece vestido de blanco y como esotérico del programa Psíquicos. "Yo no creo en nada de esto. Es entretención pura", dice, mientras sigue percutiendo una cueca. Asegura que nunca se ha visto el tarot, "pero sí la carta astral, que es de una cantidad de ambigüedades… A mí me gusta el I Ching, que en base a unas monedas te concentras, lees una especie de orientación bien iluminadora en algunos aspectos, que no te dice ni el pasado ni el futuro. Eso sí me entretiene".
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