De Francisca Gavilán a Violeta Parra: una metamorfosis vertiginosa

<P>Comió lentejas para aumentar cinco kilos e interpretar a la folclorista. Se rompió los dedos aprendiendo a tocar guitarra y bordó arpilleras. </P>




"Si pudiera encontrarme con Violeta Parra le daría las gracias", dice Francisca Gavilán, la actriz que interpreta a la folclorista en la sexta película de Andrés Wood, Violeta se fue a los cielos. No es una exageración. El filme debuta el 11 de agosto en cines, pero en la vida de esta mujer, el personaje fue creciendo de a poco, hasta convertirse en un huracán de emociones. La génesis fue hace dos años, cuando la actriz se enteró por los diarios que Wood llevaría a la pantalla grande el libro en que Angel Parra reconstruye la vida y obra de su madre. Publicado en 2006, el texto tiene el mismo nombre que la cinta, cuyo rol protagónico se decidió en un casting al que también llegó la actriz Catalina Saavedra, en 2009. Francisca Gavilán no era perita en Violeta Parra al momento de esa convocatoria, pero siempre había soñado con encarnar a la figura chilena que había expuesto sus arpilleras en el Museo de Artes Decorativas del Louvre, en París. La mujer que, tras registrar a los cantores populares de los campos chilenos, se había pegado un tiro en su carpa de La Reina, el 5 de febrero de 1967. "Qué pena siente el alma, cuando la suerte impía…", tarareaba la actriz desde que era niña, rasgueando una guitarra imaginaria. "Sonaba mucho la Violeta en mi casa de infancia... me gustaban también La cueca de los poetas y Maldigo del alto cielo", dice.

Lo que improvisó, sin embargo, en el casting fue un trozo de la canción El gavilán. Wood reparó en la tristeza y dulzura de sus ojos. Y en el verano de 2010 fue finalmente confirmada como Violeta Parra. Pero el director le hizo una advertencia: "Si el primer día no me gusta tu trabajo, lo dejamos hasta aquí", le dijo. La actriz no iba a permitir que eso pasara. En parte, porque la voz raspada de la cantante no la abandonó más. Y también porque tiene el rigor del teatro. Egresada en 1994 de la Academia de Fernando González, es una de las actrices más talentosas de su generación. Ha participado en obras como La condición humana, de Mateo Iribarren, y Provincia Kapital, de Rodrigo Pérez. "Desde que supe que la encarnaría, Violeta se me vino encima. Cada vez que prendía la radio, allí estaba. Esto, para mí, que soy loca, era una señal de algo", cuenta.

El aprendizaje

Meterse en la piel de la cantante implicó una transformación de un año. Tuvo que entrenar la voz, y para eso tomó clases con Ángel Parra. La actriz recuerda que cantaba de pie, caminando de un lado a otro, mientras el hijo de Violeta le seguía los pasos para darle instrucciones. "Las clases fueron bien curiosas, porque empezaron en Santiago, y Angel me tocaba la nariz o la frente dependiendo de dónde necesitábamos que saliera el sonido de la voz. Yo lo miraba y veía la misma sensibilidad que tenía su mamá. Luego, cuando se fue a París, me prestó su charango y hacíamos las sesiones por Skype. Yo debía tocar la guitarra, cantar y afinar instrumentos", expresa la actriz, sobre prácticas que incluyeron largas charlas con las que fue curtiendo el personaje. "Lo estrujaba cada vez que podía, le preguntaba de su madre, de la artista, de su enamorado Gilbert Favre, nos emocionábamos y reíamos. Me decía 'Suba de peso, mijita, está muy flaca y mi mamá era más rellenita', y ¡me hacía comer lentejas! También si tenía las uñas largas, me pasaba un cortaúñas y una lima antes de tocar la guitarra", rememora quien tuvo que aumentar cinco kilos para hacer el personaje.

Antes de hacer esta película, Francisca Gavilán jamás había tocado un instrumento. Menos el cuatro venezolano. Si aprendió fue gracias a Silvia Urbina, amiga personal de Violeta, con quien tomó clases de folclore. "Silvita es una mujer ejemplar. Me enseñó los primeros acordes de La petaquita, para empezar por algo fácil. Pero para mí, que soy zurda, era un mega desafío, porque debía tocar con la derecha un repertorio de 25 canciones", expresa.

Paralelamente, Gavilán leía el libro Violeta se fue a los cielos. "Lo tengo todo rayado con ideas y apuntes. Además leí sus décimas, El libro mayor de Violeta Parra, de Isabel Parra; Yo, Violeta, de Mónica Echeverría, etc. Aprendí sus gestos mirando videos y escuchaba todos los días su música. Estando en mi cama o en el jardín, tomaba el charango… mis vecinos deben haberme odiado", dice riendo. De a poco fue soltando la mano y grabó los temas Volver a los 17 y Arriba quemando el sol, en el estudio Miranda y Tobar. "Hay algo de Violeta", pensó cuando se escuchó. Y siguió nadando en el mundo de la folclorista. Reuniéndose incluso con arpilleristas, la actriz aprendió a bordar. "Tenía mi cabeza profundamente puesta en ella. Trabajé el papel maché, pinté, y conversé con Javiera Parra y las hijas de Isabel, Tita y Milena. Quería empaparme de su ser y sentimiento", explica.

Para el rodaje de Violeta se fue a los cielos, la actriz ya tenía a la cantante tatuada en el corazón. "La primera vez que me pasaron un espejo y me vi maquillada y vestida como Violeta, pensé en mi madre...", dice.

Tímida y radical. Sarcástica y melancólica. Violeta Parra está llena de contradicciones, y la actriz debió lidiar con cada uno de sus estados. Un día, su cuerpo simplemente colapsó y terminó internada en la clínica, conectada al suero: tenía gastritis. "Fue una mezcla de cansancio y de algo que comí en una escena. Además, por esos días filmábamos momentos muy intensos en la carpa y mi colon no resistió. Violeta representa al ser humano, con todas sus maravillas y miserias. Es verdad que era de armas tomar, pero también tenía un sentido del humor exquisito", explica.

Pero lejos la experiencia más memorable que vivió fue cuando rodaron en el Louvre. Era diciembre de 2010 y París estaba nevado. Sólo seis personas ingresaron al museo esa mañana. En dos horas, Andrés Wood, el coguionista y director de arte, Rodrigo Bazáes; el actor que encarna al suizo Gilbert Favre, Thomas Durand, y la actriz recrearon el momento cúlmine en la carrera de la artista: su exposición de 1964. "Era mi primera vez en el Louvre y ¡fui vestida y maquillada de Violeta! Esa maravilla de estar ahí, pensando en ella, nos tenía emocionados a todos", narra.

Hoy, la actriz toca poco la guitarra. Dice que desde que terminó la película, prefiere contemplarla. Su pequeño hijo Simón piensa que el instrumento se cansó, y que por eso ya no suena tan bien como antes. La actriz sólo sonríe.

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