De Londres a Barcelona: el arte cinético de Matilde Pérez vuelve a ponerse en órbita
<P>La artista, heredera de Vasarely, será homenajeada en junio en la Feria Pinta, en Inglaterra. </P>
Cada dos años, a mediados de agosto, el nombre de Matilde Pérez vuelve a sonar fuerte en la escena local. Eterna candidata al Premio Nacional de Arte, no falta curador o colega que arme una campaña para que la nonagenaria artista se lleve el galardón. El año pasado, fue la gestora cultural Morgana Rodríguez quien tomó la batuta, consiguiendo cerca de 40 cartas de apoyo, de figuras como Mario Toral, Juan Guillermo Tejeda y casas de estudio como la U. de Chile, la U. Diego Portales y la U. de Temuco. Pero el premio no llegó. Para la artista ese cuento ya está muy repetido. "En Chile no me siento reconocida", dice. "No es culpa de nadie. Chile es uno de los tantos países que gira y se da vuelta como puede en el espacio, pero cuando uno quiere hablar de algo serio, habla de Europa y no de Chile". Ella lo sabe bien.
En 1960 partió a París, donde abrazó el movimiento cinético fundado por el húngaro Víctor Vasarely, pero al llegar a Chile su obra no tuvo eco: fue tildada de extravagante. En los 70 y 80 perdió aprecio frente a la Escena de Avanzada que planteó un arte más político. Pérez se encerró en su taller y siguió trabajando. Pasaron décadas para que la escena reconociera el valor de su obra. En 1999, cuando la artista cumplía 80 años, el Museo de Bellas Artes le dedicó una retrospectiva titulada El ojo móvil, curada por Ramón Castillo. Muchos pensaron que sería la última de su carrera. Se equivocaron. Tras la muestra, la obra de Pérez comenzó a florecer lenta e inesperadamente.
El impulso vino justamente de Europa. En 2007, el Museo Reina Sofía reunió a los latinoamericanos más importantes del arte óptico, en la muestra Cinético(s), donde figuraron la chilena y los venezolanos Carlos Cruz Diez, Jesús Rafael Soto y el argentino Julio Le Parc, todos amigos de ella. Fue entonces cuando la revalorización de su obra se volvió imparable, incluso a nivel de mercado, donde hoy la obra de Pérez cuesta entre 15 mil y 40 mil dólares. "En todo el mundo el arte cinético latinoamericano resurgió. La obra de Matilde no quedó fuera y con eso vino la revalorización nacional", dice Morgana Rodríguez.
Ella, junto a Ramón Castillo, el curador Manuel Basoalto y Gustavo y Catalina Carrasco, hijo y nieta de Pérez, han formado un equipo que durante los últimos años se ha dedicado a difundir la obra de la artista. En 2010, apoyada por al Dirac, tuvo una pequeña retrospectiva en París, en el Espacio Meyer Zafra, que luego itineró, en 2011 por Berlín y Sicilia. Este año será crucial para su consagración internacional.
En junio, ser le hará un tributo en la Feria Pinta de Londres, el encuentro comercial de arte latinoamericano más importante del mundo. Allí también se lanzará una serie de grabados realizados por la mítica editorial Polígrafa de Barcelona, que desde los años 70 ha editado a artistas como Miró, Chillida, Max Ernst y Francis Bacon. Desde ahora, Matilde Pérez se integra al catálogo. "Desconocía la existencia de una artista cinética chilena de esta calidad. La idea es mostrarla en las ferias internacionales claves", dice José Aloy, director de Polígrafa.
Si embargo, el tributo más importante partirá por casa. En octubre, Fundación Telefónica acogerá Matilde por Matilde, la que pretende ser la exposición más completa de la artista: tanto la sala de arte como la nave central del edificio reunirán obras históricas y nuevas adaptaciones de antiguos bocetos. La curatoría la hará Castillo. "Será más bien una introspectiva. No sólo se mostrará su obra histórica, sino que recogeremos su propia mirada, la voz, imagen y proceso creativo de Matilde. Los videos, entrevistas, conversaciones, las frases en los muros y sus bocetos preparatorios ofrecerán un panorama completo, más allá de su obra", dice el curador.
Arte reactualizado
Pieza clave de esta recuperación ha sido la nieta de Pérez: la diseñadora Catalina Carrasco, de 26 años. En 2007 comenzaron a trabajar juntas con un proyecto para la intervención de los teleféricos de Santiago, que no fructificó. Sin embargo, la alianza no se ha roto. Gracias a Catalina, un montón de bocetos que la artista tenía guardados desde los años 70 han salido a la luz. "Ella fue muy prolífica, pero como no tenía recursos, las obras las dejaba listas en bocetos y serigrafías. La idea es rescatar los proyectos más importantes para ella y con los recursos de hoy llevarlos al formato para el que estaban pensados originalmente", dice la diseñadora.
En 2011 se concretó el primero en la Ciudad Empresarial de Huechuraba, donde se instaló una nueva obra cinética suya de cinco metros en la fachada del Banco Itaú, con un disco motorizado que funciona con luz solar. "Estamos trabajando en un catálogo razonado de su obra para elegir qué mostrar", cuenta Catalina.
Para Ramón Castillo, lo esencial es seguir cruzando fronteras. "Se está preparando un programa de itinerancia por Europa, el punto de partida es Londres", dice. "Muchos se interesan por su trabajo. Está el Museo de Arte de Sao Paulo, el Centro de Arte George Pompidou en París, y a nivel de curadores, Ariel Jiménez, de la Colección Cisneros en Venezuela, Osbel Suárez de Cuba-España y Alma Ruiz, curadora del Moca en Los Angeles, EEUU".
Esta última conoció a Matilde durante la última Feria Ch.ACO en Santiago y quedó prendada. "Vi su obra en el Mavi y cuando me enteré que Matilde estaba viva, me pareció que era necesario verla. El encuentro fue inolvidable. Espero incluir unas dos o tres obras en una muestra de arte cinético latinoamericano que estoy preparando en el Moca para el 2014 y que viajará luego al Hirshhorn Museum en Washington, D.C.", adelanta Alma Ruiz.
Por mientras, Catalina y Matilde trabajan unidas reviviendo el pasado. "Ella elige los colores de sus obras. Es una abuela poco tradicional. Nunca está conforme con lo que se le muestra, siempre está abriéndote los ojos, para que pienses distinto", dice la nieta. "Me gusta la pureza de su obra y que trabaje con elementos universales, como la luz, el color, el movimiento, la vibración. La inspiración nunca vino de otros artistas, sino de una búsqueda interna. Para Matilde el arte es una forma de pensar", remata.
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