De Metrópolis a Iron Man 3: nuestros miedos en pantalla grande

<P>Ahora son los superhéroes los que están llegando para salvarnos de nuestros miedos. Pero desde sus inicios el cine ha recogido nuestros temores a la naturaleza, a lo desconocido, a la soledad y los ha devuelto con forma de King Kong, espías y vampiros.</P>




LA escena de la ducha, la cortina que se abre, el cuchillo que amenaza y la muerte de Marion Crane. A Alfred Hitchcock le bastaban tres minutos para convertir un guión en escenas que dejaban a los espectadores asustados y expectantes.

Se convirtió en ícono del thriller sicológico.

¿Cómo era capaz de percibir qué asustaría? Alguna vez le quitó dramatismo. Reconoció que trabajar con el temor no era gran cosa. "El miedo no es tan difícil de entender. Nada ha cambiado desde que Caperucita Roja se enfrentó al lobo. Lo que nos asusta hoy es exactamente el mismo tipo de cosas que nos asustaban ayer. Es sólo un lobo diferente".

Hitchcock tenía razón. Los miedos de las sociedades han cambiado a lo largo del último siglo, pero en el fondo son los mismos. Si en la época del inglés eran los miedos internos, la inseguridad se apoderó como temor principal tras el atentado de las Torres Gemelas. La protección del Estado no es suficiente. No por nada, sólo este año Iron man 3 y Superman: el hombre de acero se estrenarán durante el primer semestre en Chile. Los superhéroes vuelven a la carga para defendernos de los malos y los miedos.

Temores que, aunque sean un "lobo" diferente, como dice Hitchcock, siguen siendo parecidos porque tienen como denominador común la incertidumbre, la soledad, la indefensión y la locura. Esas son las raíces de todos los miedos que el cine históricamente ha recogido de la sociedad y se las ha devuelto en 35 mm y con actores conocidos.

Y nos gusta. Se llenan los cines de gente que paga entrada para ver películas de terror, de superhéroes que pelean con villanos o el lado bueno de un tipo malo.

Y si nos gusta es porque poder "ver" nuestros miedos, nos hace disfrutar mucho más de lo que tenemos. Así lo comprobó Glenn Sparks, de la U. de Purdue: después de ver una película de terror la activación fisiológica que causó la trama (sudoración en las manos, mayor ritmo cardíaco y respiración) sigue igual. Todas esas reacciones generan que intensifiquemos las emociones positivas, como juntarse con amigos, que experimentamos después de pasar dos horas sufriendo temor en una sala a oscuras. Es decir que, luego de enfrentar nuestros miedos en la pantalla, valoramos más nuestra realidad.

El lobo y otros monstruos

El robot suplanta a una mujer. Se crean revueltas entre los trabajadores. Enojados rompen la máquina que proporciona energía a las otras máquinas de Metrópolis. Una ciudad de 2026 creada por Fritz Lang en 1927. La maquinaria de hacer de los miedos un tema abordable y rentable comenzó cuando la industria del cine ni siquiera era industria.

Según el libro De Caligari a Hitler: una historia psicológica del cine alemán, en películas como Metrópolis se refleja el miedo al caos y un deseo al orden de los alemanes. Es el cine expresionista germano el primero que mostró los temores sociales de un pueblo que estaba en una situación política y social difícil tras la Primera Guerra Mundial. Y ese horror al caos no era sólo político. La tecnología y sus avances causaban incertidumbre: ¿hasta dónde sería capaz de llegar?. "Metrópolis es el miedo a que determinados conocimientos no se deberían alcanzar porque dan demasiado poder a quien los tiene. Es la tecnofobia", dice a Tendencias Luis Muiño, sicólogo español y autor de El Factor Humano en pantalla. Un paseo por la psicología desde el patio de butacas.

Y si en los 20 fue la tecnología, después llegó el recelo a la naturaleza y a los monstruos (King Kong los encarnó con eficiencia). Es el miedo a lo desconocido, sobre todo a la diversidad cultural, explica Muiño. "En época entre guerras, todo lo que parece venir de algún sitio desconocido da temor", dice.

Para encarnar ese recelo apareció King Kong, pero también una seguidilla de hombres lobos o vampiros como Nosferatu, cinta que en 1922 dio inicio a las películas de terror. Y esos Vampiros, dice Muiño, ya en los 40 y 50 reflejaban el miedo al erotismo. "En esta época las mujeres se empoderan, pero también cobra sentido el amor y los instintos. Es el miedo a que una hija se sienta atraída por un hombre malo, un malo con elegancia como Drácula", dice el español.

En tanto, Josefa Erreguerrena, socióloga mexicana experta en cine, resume que en la primera parte del siglo XX todos los miedos eran mucho más colectivos. "Todo venía desde afuera. Por eso los monstruos. El miedo a lo diferente, a la tecnología, a que otro distinto destruya el mundo", dice a Tendencias.

Del monstruos a uno mismo

Luego llegó Hitchcock. Y ya para ese entonces los miedos, aunque en el fondo siempre están los mismos cuatro, cambiaron de apariencia. Ahora nos aterrábamos de nosotros mismos. "En la última etapa del siglo 20 el miedo es interno. Tenemos que vivir con esa sombra", dice Erreguerrena.

Esto ocurre, entre muchos factores, porque el sicoanálisis, cuenta Muiño, cobró fuerza entre la gente. "Ya la familia no te respeta porque eres el padre. El respeto hay que ganárselo. Es el miedo a la soledad", dice.

Y también al otro. Algo que acrecentó la Guerra Fría: el miedo al poder. No se puede controlar, la bomba atómica tampoco. Entonces, guionistas, productores y directores se especializan en las tramas de espías, en los thrillers políticos que reflejan el miedo de la gente. "El cine hizo eco del temor social por la guerra fría. El control político y sus tentáculos clandestinos han formado parte de la inspiración de muchos cineastas como Alan Pakula o Sidney Lumet", dice Miguel Angel Huerta, Profesor de Estética del cine en la Universidad Católica de Salamanca.

La suma de todos los miedos

¿Y que nos asusta hoy? Más de una cosa, dice Muiño. Después del atentado a las Torres Gemelas, sobre todo en Estados Unidos, la conspiración nos asusta. También surge el miedo a que algo le pase a un hijo, como dice la académica estadounidense Jyotsna Kapur, en un trabajo sobre niñez y paranoia en el cine contemporáneo. Desde el 2000 las películas cuyos protagonistas eran niños pasaron de ser las tradicionales historias familiares a tramas sobre la paranoia de la vida contemporánea de que algo le pase a los niños, como la película Plan de Vuelo: desaparecida, donde la niña de la protagonista desaparece en pleno vuelo de Berlín a Nueva York. La reseña de la película dice "la peor pesadilla de cualquier madre". Y es que en el fondo, dicen los expertos, vivimos en un mundo donde sentimos que nada es seguro. Se perdió la confianza en el Estado como garante de esa seguridad. Las Torres Gemelas son un ejemplo. Y en ese afán de sentirnos protegidos por algo, según Huerta, el cine comenzó con las películas de Superman returns. Batman. Spiderman. Hulk. Iron Man y tantos otros.

O como dice Sam Raimi, director de Spiderman, "en estos tiempos difíciles y aterradores, dirigimos la mirada hacia historias heroicas que den esperanza".

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