De puentes y pasarelas
Durante el verano me tocó recorrer amplios tramos de la Ruta 5 Sur. Como siempre, me volví a sorprender con la maravillosa estructura conocida como el Viaducto del Malleco, puente ferroviario y monumento histórico inaugurado el 26 de octubre de 1890 por el Presidente Balmaceda. Esta estructura, la segunda más alta de Chile, salva con majestuosa elegancia los 102 metros de altura del cajón del cauce del río del mismo nombre. Asimismo, y no importando la triste ausencia del tren al sur de Talca, este maravilloso puente nos habla de nuestra historia y de cómo se hacían las cosas cuando había menos tecnología, pero ciertamente más ingenio y trabajo bien hecho, así como de la adecuada mantención de nuestro patrimonio.
Traigo esto a colación porque he quedado igualmente sorprendido con el puente de uso peatonal que se construye sobre Avenida Manquehue, para unir los parques Araucano y Juan Pablo II. En lo positivo, hay que mencionar que esta obra es producto de un concurso realizado en el 2010, donde se recibieron 18 anteproyectos, luego de la convocatoria de la Municipalidad de Las Condes.
El proyecto ganador fue la propuesta de los arquitectos Juan Francisco Garcés, Pablo Levine y Juan Ignacio Muñoz. Cabe destacar que es la única pasarela peatonal proyectada y construida luego de más de 15 años desde la construcción de la Pasarela Huérfanos sobre la Norte Sur.
De la misma forma, es notable la voluntad urbanística de otorgar continuidad a estos dos parques, cuestión que se ha transformado en uno de los temas centrales para los espacios públicos urbanos. Mientras más conectados y continuos, éstos son más valorados por los usuarios y agregan mayor valor a la ciudad. Finalmente, es importante constatar que luego de un concurso se esté construyendo la obra diseñada. Los arquitectos estamos acostumbrados, lamentablemente, a que un bajísimo porcentaje de los diseños finalmente se construya.
Sin perjuicio de lo anterior, y en la línea de abrir un espacio de discusión, considero que el diseño del puente tiene problemas que le restan valor a la decisión inicial. Sólo por mencionar algunos, está el excesivo ancho de la "pasarela", que se manifiesta más como cruce de autos que de peatones. La altura que deja libre sobre la calle es escasa y, por las dimensiones de la estructura, hace que el pasar bajo ella, aun en auto, sea algo agobiante. Al contrastar el diseño final con la idea original presentada en el concurso, no se aprecian grandes desarrollos ni ajustes, lo que redunda en que la estructura tiene la apariencia de una maqueta gigante, más que de un diseño resuelto.
El diseño de estas estructuras no es fácil, ya que deben trabajar diseño e ingeniería muy de la mano, mostrarse livianas y gráciles -a pesar de su envergadura estructural- y, además, contar con una sensibilidad urbana especial para definir su emplazamiento.
En vista de otros proyectos de pasarelas que se avecinan, como aquella que unirá el Parque Bicentenario, en Vitacura, con el Jardín Botánico Chagual, en el cerro San Cristóbal, ojalá consideremos nuestra tradición de puentes ferroviarios, los numerosos buenos ejemplos en el mundo, y aquellas lecciones "aprendibles" de los diseños locales.
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