De seductor a psicópata

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DICEN que Dominique Strauss-Kahn no siempre fue un mujeriego compulsivo. Su biógrafo indica que "enamorado a los 14 años y casado a los 18, padre de familia muy joven, absorbido por los estudios, el trabajo y la militancia política, siempre fiel a su primera mujer, DSK no conoció las delicias de la soltería. Después llegó a la treintena y descubrió su poder de seducción. Levantó la cabeza de los libros y se dio cuenta de que el mundo estaba lleno de mujeres hermosas".
Todo lo anterior se vio acrecentado por su ascenso en el poder. Primero como ministro de Economía de Francia y luego como director del FMI, cargo que lo elevó a ser considerado por la revista Time como el séptimo hombre más influyente del mundo. En ese proceso, Strauss-Kahn descubrió lo obvio: el poder no sólo es útil en el trabajo, sino también en el arte de la seducción. Hasta ahí era un personaje clásico de la literatura, del cine, de la historia. El típico caso del que usa y abusa de su poder para la conquista. Alguien que la sociedad todavía no sólo perdona, sino que trata con cierta admiración. Lo que no se sabe es cuándo el hombre cruzó la línea, pasando de mujeriego infatigable, algo pesado, al personaje que es hoy: un villano acusado de agresión sexual e intento de violación.
Si todo esto es verdad, estaríamos frente al clásico psicópata. Aquel que es capaz de funcionar bien en muchos aspectos, como el trabajo, pero que tiene un desorden serio en su conducta moral o social. Una patología muy difícil de detectar, porque son personas que se desdoblan con mucha facilidad y naturalidad. Hasta que tarde o temprano, su lado oscuro sale a la luz.
Visto así, este caso es de texto. Porque si bien al momento de conocerse la noticia la sorpresa fue mayúscula, a medida que pasan los días las piezas comienzan a encajar de una manera asombrosa. Hoy sabemos que DSK ha tenido en su vida muchos problemas en materia sexual. A diario sale una nueva denuncia al respecto. Era tanta su fama, que al momento de ser nombrado director del FMI en 2007, el mismo Nicolás Sarkozy le advirtió: "Ten cuidado. No te subas a un ascensor con una becaria. Allí no bromean con esas cosas. Tú ya me entiendes, y Francia no puede permitirse un escándalo de ese tipo".
Es claro que a Strauss-Kahn el consejo del jefe de Estado francés le importó nada. En 2008 se destapó su escandaloso affaire con una economista húngara, situación de la que se escapó sin sanción casi por milagro. Pero la marca quedó. Así, el prestigioso Wall Street Journal señaló que "haber enviado al FMI a la bragueta más rápida del Partido Socialista fue suicida".
La frase del WSJ terminó siendo profética. El hombre que en la superficie lo tenía todo -fama, poder, dinero, inteligencia-, sacó a relucir su lado oscuro, provocándose un verdadero suicidio público. Un drama humano, sin duda, si asumimos que es una persona enferma. Pero también un drama social, ya que nos habla de una sociedad  que está bastante indefensa frente a este tipo de personas. Una sociedad cuyos controles sobre las conductas de sus líderes son todavía muy febles. Porque Francia y el FMI pudieron haber parado esto a tiempo y lo dejaron seguir. Algo que no tiene una explicación válida.

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