¿Debe permitirse la eutanasia en Chile? I




Un atentado a la muerte digna

SE HA puesto en discusión por ciertos parlamentarios de la Comisión de Salud del Senado la necesidad de legalizar la eutanasia en nuestro país -presentando proyectos de ley-, por cuanto sería una necesidad social el reconocimiento “al buen morir”.

La verdad es que nada de ello es correcto. En efecto, los proyectos en cuestión, más que dignificar la vida de los más vulnerables, lo que hacen es tratar a las personas como objetos desechables debido a su complejo estado de salud y significativa vulnerabilidad. Ello explica, por ejemplo, que tan sólo Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y Estados Unidos la tengan legalizada. Sin lugar a dudas constituye una excepción en el concierto internacional, ya que atenta contra la dignidad misma de la persona.

Nuestra legislación está en absoluta sintonía con la abrumadora mayoría de los países que están por la vida. En efecto, el artículo 1 de la Constitución Política de la República establece expresamente la garantía del derecho a la vida de todas las personas, incluyendo aquellas más vulnerables.

Por su parte, la Ley Nº 20.584, que regula los derechos y deberes que tienen las personas en relación con acciones vinculadas a su atención en salud, indica explícitamente en su artículo 14 que “toda persona tiene derecho a otorgar o denegar su voluntad para someterse a cualquier procedimiento o tratamiento vinculado a su atención de salud”. Sin embargo, “en ningún caso, el rechazo a tratamientos podrá tener como objetivo la aceleración artificial de la muerte, la realización de prácticas eutanásicas o el auxilio al suicidio”. Asimismo, el Código Penal chileno, en su artículo 393, establece que “el que con conocimiento de causa prestare auxilio a otro para que se suicide, sufrirá la pena de presidio menor en sus grados medio a máximo, si se efectúa la muerte”.

Por otro lado, desde un punto de vista médico, la eutanasia, al igual que procedimientos como el aborto, no son actos médicos, ya que el fin de la medicina es curar, y si no se puede curar, al menos mitigar el dolor, atendiendo y acompañando. La eutanasia no cura nada. Los médicos que entran en una mentalidad eutanásica la incorporan a toda su visión profesional y olvidan a Hipócrates.

Asimismo, debemos tener en consideración que cuando uno está solo, anciano, enfermo, o paralítico tras haber sufrido un accidente, es fácil experimentar ansiedad y depresión que pueden llevan a querer morir.

En un país sin eutanasia, los médicos y terapeutas se esfuerzan por curar esta depresión, devolver las ganas de vivir y casi siempre tienen éxito si el entorno ayuda en ese propósito. Por el contrario, en un país con eutanasia, en vez de esforzarse por eliminar la depresión se tiende a eliminar al deprimido “porque lo pide”. En realidad la persona nunca ha sido libre y esto ocurre siempre en los más vulnerables.

Por último, la eutanasia no es un derecho humano, no se encuentra recogido en ningún tratado internacional ni tampoco emana de la misma naturaleza humana. Es simplemente un atentado contra la vida de una persona inocente y vulnerable.

Así las cosas, más que presentar proyectos de ley encaminados a dar alternativas de muerte como soluciones, hay que realzar la vida de los más vulnerables, acompañándolos y dándoles todo el apoyo psicológico, afectivo y médico que se merecen.

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