Defraudar a los padres es el mayor miedo de los adolescentes
Los jóvenes no siempre mienten para salvarse de los castigos ni para evitar los conflictos. Sí, están em la edad de la rebeldía, pero - se sabe ahora - valoran la aprobación de los padrs más de la de los amigos y buscan no decepcionarlos.
No se engañe creyendo que a usted no le pasa: tener a un hijo adolescente en la casa es tener a un potencial mentiroso. Pero también, escuche esto, no es ni la rebeldía, ni las ganas de "llevar la contra", ni los deseos de independencia los que hacen que, en la mayoría de las veces, sus hijos mientan, sino algo mucho más simple, algo que les preocupa mucho más que todo lo anterior: tienen miedo de no llenar las expectativas que sus padres tienen sobre ellos.
Porque aunque le parezcan rebeldes y tienda a pensar que no están "ni ahí" con la opinión que usted tenga sobre sus vidas, para jóvenes como Ignacio (15), el peor escenario en esta etapa es no llegar a convertirse en lo que sus padres siempre han querido para él. Es por eso que les miente. "Para quedar bien, para que crean lo mejor de mí. Me da lata decepcionarlos, porque no quiero que se sientan mal. Ahora estoy pololeando y no quiero que sepan, porque no sé si les va a gustar mi polola. Yo creo que saben que les miento, pero hacen como que no se dan cuenta. De repente hago cosas que sé que a ellos no les gustarían, como probar cigarros, alcohol, ir a lugares peligrosos o hacer maldades. Me da mucho miedo que me vean mal, que piensen que soy peor que mis hermanos".
Historias como ésta quisieron recuperar las autoras Barbara Greenberg y Jennifer Powell-Lunder en su libro lanzado recientemente Adolescente como segundo lenguaje: Una guía para que los padres se vuelvan bilingües, en el que plantean que el secreto para comprender a los adolescentes es darse cuenta de cuánto les preocupa tener el apoyo y aprobación de sus padres: "Mentir se vuelve parte del lenguaje de los adolescentes y, tristemente, esas mentiras se traducen en un 'tengo miedo de que me desapruebes si realmente sabes lo que estoy haciendo'. Esa es la razón para los secretos y las mentiras", dicen sus autoras.
Una de ellas, la estadounidense Barbara Greenberg, quien además es doctora en sicología, comenta a La Tercera que al contrario de lo que los padres tienden a creer, es precisamente en la adolescencia cuando los jóvenes "necesitan más aceptación que en cualquier otra edad, porque durante estos años están formando su identidad y quieren que sus padres la aprueben". Es por eso que, apunta, no hay que darle mucho crédito al estereotipo del joven rebelde que lo único que necesita es independencia a toda costa, porque si bien esta demanda existe y es necesaria, también es cierto que entre los 12 y los 18 años se enfrentan una etapa sumamente delicada, en la que sentirse aceptados pasa a ser uno de los principales pilares de su autoestima.
Evidencia para apoyar esta tesis hay mucha. Desde el 2000, las investigadoras de la Universidad Estatal de Penn, en Estados Unidos, Linda Caldwell y Nancy Darling (ésta última una reconocida experta en el tema) han estado pendientes de la rebeldía de los adolescentes frente a sus padres. Al analizar la información recogida en sus múltiples mediciones, Darling pensó encontrarse con lo obvio, es decir, que los adolescentes le mentían a sus padres para evitar las consecuencias de sus actos o ahorrarse los problemas derivados de ellos. Precisamente por esta expectativa es que comparte sus resultados con tanta sorpresa, señalando que jamás esperó concluir que la principal razón de los adolescentes para mentirles a sus padres es conservar la relación padre-hijo, o sea, no decepcionar a los mayores.
Esperanza sabe de esto. A sus 14 años ya le miente a sus papás, "porque así somos todos felices" y porque no soporta la idea de quedar mal con ellos: "Ellos me han dado todo lo que tengo, no podría defraudarlos. Me da lo mismo que me castiguen, aunque nunca lo han hecho. Lo que me dolería es decepcionarlos y que dejen de creer en mí". Y Esperanza no exagera, porque, telefónicamente, la doctora en sicología del desarrollo Nancy Darling asegura que la aprobación de parte de los padres puede ser incluso más relevante que la del grupo de amigos, la que, se suponía hasta ahora, era la más significativa en la pubertad. "Creo que los adolescentes tienden a buscar amigos que los aprueben. Si un amigo no te aprueba, siempre puedes buscarte un nuevo amigo. Puedes elegir a tus amigos, pero no puedes elegir a tus padres", dice. Es precisamente ese lazo profundo el que preocupa sobremanera a los jóvenes y el que los hace temer la posibilidad de no estar "a la altura" de las expectativas de sus padres. Así lo afirma Fabio Sáenz, sicólogo clínico infanto-juvenil de Ser Joven, quien explica que "probablemente la aprobación de los papás puede ser tan o más importante que la de los amigos, porque es una relación más potente y duradera. Tienes mayor diversidad de amigos, pero tienes sólo dos papás".
Los temas más conflictivos
"No, mamá, en la fiesta no habrá 'copete'", "No, no me voy a juntar con Felipe papá, ya me dijiste que no lo hiciera", "Me ha ido súper bien en matemática". Para mentir, un adolescente puede encontrar cualquier razón. Por supuesto, a pesar de que la mayoría lo hace para no decepcionar a sus padres, muchos lo hacen por las razones más simples: defenderse de un castigo o no querer pasar por una aburrida discusión con los padres. Aquí es donde surge con más fuerza la pregunta: ¿qué condiciones hacen que un joven elija decir la verdad u ocultarla? ¿Depende de la confianza y de la relación de cercanía que se haya construido dentro de la familia? La respuesta es: no. Si bien estos son temas fundamentales para sostener cualquier relación basada en la sinceridad, los especialistas han descubierto que hay una serie de temas en los que la mayoría de los jóvenes coinciden en lo que debería y no debería contársele a los papás.
La investigación de Darling plantea que hay ciertas áreas en las que los adolescentes tienden a mentir mucho menos a sus padres, como aquellas donde sienten que los mayores tienen la autoridad y el derecho de meterse, como la vida académica o el resguardo de su seguridad. En esas ocasiones, asegura la especialista, saben que sus padres fijan reglas en su propio beneficio y mentir sería ir en contra de ellos mismo, por lo que suelen acatarlas. Sin embargo, mienten más en aquellas áreas en que sienten que sus padres no tienen por qué meterse y donde creen que tienen el derecho a tomar sus propias decisiones, como el uso de su tiempo libre y la elección de los amigos. Alondra (14) es un claro retrato de esto cuando dice que "no me gusta que sepan algunas de mis cosas, por ejemplo, no les cuento qué personas me gustan, tampoco con quién me junto, que voy a salir a fumar, cosas que a tal vez a mi edad no debería hacer".
Es lo mismo que prueba una investigación realizada por Darling, que revela que los temas sobre los que más mienten los adolescentes es su relación con los pololos (14%), dónde ir con los amigos (13%) y fumar cigarrillos (12%). Y mienten mucho menos sobre cómo y cuándo hacen las tareas (8%), cómo gastan el dinero (7%) y cómo les va en el colegio (6%).
Esta misma idea aparece esbozada en otros estudios como, por ejemplo, uno conducido por investigadores de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, que mostró que cerca de un 90% de los adolescentes entre 12 y 17 años cree que está bien mentirle a los padres sobre su comportamiento, pero que sólo un 10% de los adolescentes entre los 12 y los 14 años cree que está bien mentir sobre las tareas, algo que respalda poco más de un 25% de aquellos entre los 15 y los 17.
En Chile, según una encuesta realizada por la Universidad Central, un 26,7 de los jóvenes miente sobre las relaciones o problemas con su pareja, un 22,7% sobre los lugares a los que va, un 12% sobre el consumo de drogas y alcohol, y un 10,7% sobre sus problemas con los estudios.
Padres realistas
Insertos en una época de fuerte presión, ya sea por los conocidos y extendidos padres helicóptero (sobreprotectores) o por los que no quieren aceptar que sus hijos, simplemente, no tienen todos los atributos que a ellos les gustaría que tuvieran, en las últimas décadas se ha ido configurando un escenario que -de acuerdo a los especialistas- aumenta el miedo a no estar a la altura de las expectativas familiares.
Sin embargo, esto no es completamente negativo. El estadounidense Carl Pickhardt, un reconocido especialista en adolescencia, cree que hay aspectos positivos en la tensa relación entre los padres y sus adolescentes, porque esto valida, en la práctica, el ingreso de los jóvenes a nuevas lides: "Los adolescentes valoran la aprobación paterna tanto como cuando eran niños, pero ahora ya no quieren ganársela de la misma forma obediente de antes. Por desarrollar más independencia e individualidad, el joven tiene que pagar soportando más desaprobación de parte de sus padres. A la vez, los padres comienzan a notar cómo el joven ha cambiado desde la infancia y muestran su desaprobación más frecuentemente, una respuesta que en parte duele, pero que también certifica que el adolescente ha comenzado a aparecer frente a los ojos de los padres".
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