Desafíos para la Iglesia de Santiago
<br>
CON EL NOMBRAMIENTO de monseñor Ricardo Ezzati como nuevo arzobispo de Santiago, resulta oportuno reflexionar sobre algunos desafíos que se prevén para la Iglesia de la Arquidiócesis.
La atención espiritual y pastoral de los católicos de Santiago se realiza, principalmente, aunque no exclusivamente, en 214 parroquias confiadas a un número aproximado a 480 sacerdotes -que tienen 57 años de edad en promedio- y 250 diáconos permanentes. Hay grandes diferencias en cuanto a disponibilidad de sacerdotes entre las distintas parroquias de la capital: parroquias del centro de la ciudad, con menos de dos mil habitantes por sacerdote, y parroquias de comunas del norte y oeste de Santiago que superan los 40 mil habitantes por sacerdote, según cifras obtenidas por el Centro de Investigaciones Socioculturales (Cisoc). Son diferencias que, comprensiblemente, generan sensaciones de inequidad en el clero y en la feligresía de Santiago.
El nuevo arzobispo encontrará un clero tensionado, desde hace años, entre dos visiones de Iglesia que, grosso modo, difieren entre quienes optan por mayor énfasis a la participación laical en las tareas pastorales, y quienes ven en ello un posible menoscabo del ministerio sacerdotal. A esta división "histórica" del clero se agrega, más recientemente, la escisión suscitada tras las denuncias de abuso sexual de parte de sacerdotes y su tratamiento por parte del Arzobispado. El caso del sacerdote Fernando Karadima ha tenido efectos particularmente generadores de división dentro del clero santiaguino, de modo que será necesario tomar decisiones con claridad y prontitud una vez que se conozca la sentencia canónica, y atender, con igual presteza, las posibles denuncias que se pudieran presentar en el futuro.
La nueva autoridad eclesial tendrá la tarea de ofrecer orientaciones claras para el trabajo pastoral en Santiago. Esto supondrá un esfuerzo de movilización y de articulación de sacerdotes y fieles que están expectantes luego del largo tiempo transcurrido entre la aceptación de la renuncia de monseñor Errázuriz y el nombramiento del nuevo arzobispo. Para este objetivo, monseñor Ezzati cuenta con el conocimiento de una Arquidiócesis en la que fue obispo auxiliar durante cinco años. Cuenta, además, con una muy buena acogida de parte de la inmensa mayoría de los sacerdotes, diáconos y agentes pastorales laicos que lo conocen y que han celebrado su llegada, y tiene una capacidad como articulador de consensos que ha quedado demostrada recientemente con su labor mediadora en la huelga de hambre de comuneros mapuches y en conflictos sociales acaecidos en la zona del carbón.
Para responder mejor a la vocación evangelizadora de la Iglesia, el nuevo gobierno de la Arquidiócesis de Santiago debería satisfacer la necesidad de distribuir más adecuadamente la dotación de sacerdotes en las parroquias, y acoger, también, una nueva propuesta formulada por la Conferencia Episcopal para renovar las estructuras y el funcionamiento de las parroquias de Chile. Para afrontar estos desafíos, monseñor Ezzati habrá de ratificar, desde su nuevo cargo, su capacidad para tomar decisiones.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.