Desierto de lujo




A menudo, quienes vivimos en los dos tercios meridionales de nuestro país imaginamos el norte de Chile como un árido y extenso desierto, una región de calor agobiante y tonos sepia donde cada varios cientos de kilómetros emerge alguna ciudad que desafía las inclemencias de la naturaleza. Imaginamos, también, enormes tesoros de salitre, cobre, litio y otros minerales que los hombres extraen con mucho esfuerzo en ese duro territorio.

Pero, como en la mayoría de los desiertos, también hay oasis. Basta ver la capital de la II Región. Antofagasta es la novena comuna con mayor PIB per cápita de Chile -de un total de 343-, y duplica el promedio nacional, y por eso la quinta ciudad más poblada de Chile se está convirtiendo en un mercado interesante para la industria del lujo. Un segmento significativo de antofagastinos puede ver la hora en relojes Omega o Cartier, y pronto podrá comprar la marroquinería francesa de Louis Vuitton para hacerles juego. Y no por nada la cadena Hilton está evaluando construir un hotel en la ciudad: la cosa va en serio.

¿Nuestro propio Dubai? ¿Una isla de lujo y consumo en medio del desierto? Todavía no, pero para allá parecen ir los antofagastinos y sólo cabe desearles la mejor de las suertes. Eso sí, ya se ha visto que hasta la economía de un lugar hiperrico como Dubai puede tambalearse y que, cuando eso ocurre, los bienes suntuarios son de los primeros en cambiar de manos. Los pies sobre la tierra, señores, porque los lujos, al final, pueden ser espejismos. (VVV)

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