Diana Ross: el impecable show que está en la mira de Chile para 2011

<P>Una productora local triangula fechas para que la cantante baje a Sudamérica durante el próximo año.</P> <P>La artista volvió este fin de semana a Las Vegas con un show de hits y su recuerdo a Michael Jackson.</P>




I will survive (Sobreviviré). Esa frase, consigna de vida establecida por la música de disco e himno de la cantante Gloria Gaynor, es la última que interpreta el coro en el epílogo del concierto de Diana Ross. En su caso, no sólo se trata de reafirmar cierta maternidad sobre la música negra nacida para la pista de baile. También se trata de un dogma artístico: la cantante de 66 años es hoy una sobreviviente que ha visto partir a referentes, compañeros de generación y discípulos, y que ha sorteado con clase todos los giros del pop negro en los últimos 50 años.

La muestra es el tour estadounidense que inició a principios de año y que este viernes 12 la tuvo de retorno en Las Vegas, la cuna del neón y los excesos que -al igual que Elvis y Sinatra- convirtió en su refugio durante algunos capítulos de su carrera y que esta vez la llevó a repletar el Coliseo del hotel Caesars Palace. Es la misma gira que pretende llegar en 2011 a Chile: una productora local analiza desde mediados de año la opción de que Ross haga una serie de exclusivos conciertos de gala en el continente. Aunque la fecha se manejaba para el primer trimestre, ahora se tramita para mediados de año y con el mismo espectáculo con el que revive elogios en los escenarios norteamericanos.

Un show de casi dos horas y que lleva el sugerente título de More today than yesterday (Hoy más que ayer), reafirmando vigencia, actualidad y, por sobre todo, una estatura artística incuestionable. Porque esa es la marca de la cita: un repaso por la historia grande del cancionero negro encarnado en su propia carrera y que recorre desde la candidez melódica de sus años en el sello Motown, hasta su tributo a Billie Holiday y sus acercamientos recientes al R&B más urbano.

Porque, antes de Mariah Carey y Beyoncé estuvo Diana Ross, y su recital está lleno de instantáneas para entenderlo: sus maneras felinas, sus poses de diva estilizada que susurra al oído y su abundante cabello como uno de los recursos para explotar una sensualidad aún latente, han sido replicadas por generaciones completas de intérpretes femeninas. Pero, aunque se cambia cinco veces de vestuario y opta por voluptuosos abrigos rojos, verdes y azules y por vestidos platinados, lo suyo no es un culto al ego: casi no habla en todo el concierto y no hay mayor pirotecnia (sólo una pantalla al fondo) que una seguidilla de hits despachados a ritmo infartante.

Tras el inicio con la aparición acrobática de sus nueve bailarines y con la interpretación de The boss, viene de inmediato un set consagrado a sus días al frente de The Supremes. Ahí pasan el vigor de Reflections y Stop! In the name of love, y el pulso candoroso de You can't hurry love. Su banda, formada por 10 músicos, logra protagonismo inmediato, sobre todo con una sección de cuatro bronces que revive con maestría los arreglos cuidados y esa intensidad irresistible que marcó el soul de los 60. Por las pantallas aparecen imágenes de la artista junto a sus compañeras en el trío que se convirtió en uno de los mayores sucesos comerciales de esos días y que hasta dio batalla a la invasión de bandas inglesas.

El saludo nostálgico se mantiene con la sentida It's hard for me to say, composición de 1987 de Luther Vandross (otro insigne del soul), mientras la pantalla emite fotografías de todas las instituciones nacidas y criadas en Motwon, como Marvin Gaye antes de sus descalabros personales, Stevie Wonder en sus mejores años, un jovencísimo Lionel Richie y un par de conmovedoras postales de los Jackson Five en plan casero. Un festín que da su alerta incluso antes de que se inicie el concierto, cuando el público -en su mayoría adulto- es recibido con música de Aretha Franklin, Otis Redding, Al Green y todo el apostolado de ritmo afroamericano.

Breves palabras

El asunto no se detiene ahí. Sobre la mitad, el escenario queda desnudo, el saxo y el piano acaparan miradas y la norteamericana inicia su homenaje personal a Billie Holiday, a quien encarnó en la cinta Lady sings the blues, de 1972 (rol que le valió una nominación al Oscar). Son canciones de textura más jazzística (como Fine and mellow y Don't explain) y que permiten apreciar que su voz aún mantiene la elasticidad de antaño, pese a que nunca fue una superdotada.

Tras la intimidad, viene la discoteca: Upside down, ese hit dance que tuvo su segunda vida en los 90, su versión para I will survive y una relectura más pausada para Ain't no mountain high enough cruzan la parte final del evento. Hasta que, para el cierre, la lógica: el recuerdo a Michael Jackson, la estrella que amadrinó desde sus días en Jackson Five y el hombre que alguna vez la apuntó como su obsesión. Con Missing you, compuesta originalmente en memoria de Marvin Gaye, la intérprete parte un tributo que sigue con la lacrimógena You are not alone. Aunque no se trata de lo mejor de Jackson -apenas una relamida balada aparecida en el atardecer de su trayectoria-, resulta conmovedor escuchar a Ross, una de las primeras figuras que apostó por el cantante, versionando a su fallecido amigo. "Michael: te amo y te extraño", son sus palabras finales, casi las únicas de todo el espectáculo. Y no necesita más: ahí está su historia para hacer el resto.

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