Diluvio Universal
El actual no es gobierno que concite nutridos aplausos del respetable público. Lo rechaza la gente que está a su derecha, lo rechaza la que está a su izquierda y le hacen reproches no pocos de los que están adentro. De aceptarse simultáneamente la validez de todas las críticas, este gobierno estaría sufriendo un Diluvio Universal de desdén intelectual e inquina emocional sin precedentes en toda la historia de la república. No hay desde dónde no se lo ataque: a su diagnóstico de los problemas algunos le reprochan ser excesivo y fantasioso mientras otros lo critican por insuficiente, pero a la vez a su recetario o agenda se la tilda de pésima por atarantada y al mismo tiempo se la rechaza por ser tímida y lenta. A eso debemos sumar el repudio transversal que inspira su interminable retahíla de cantinfladas administrativas. Son muchas y recurrentes. La última o penúltima es pretender -para dar una señal de "serena firmeza y viril energía"- descontarles a los empleados del Registro Civil, quienes sumaron 1.482 funcionarios en huelga, la aparentemente masiva cifra de 32 mil horas, lo que sólo equivale a 21,59 horas por empleado, esto es, a 2,69 días laborales. El paro no duró 2,69 días sino 39, pero, como quizás hay gente en la Moneda capaz de manejar la regla de tres simple, cabe colegir que hablar de "32 mil horas" no es error aritmético sino una "operación comunicacional" para meterle el dedo en la boca a la ciudadanía; mencionando las "32 mil horas" el público no notaría el fenomenal descuento al descuento. Verdad que se dijo sería sólo el primero, pero se requieren demasiados grados de ingenuidad e inmensas tragaderas para creer que alguna vez se cobrará el resto en cómodas cuotas mensuales. Aun el pie inicial doña Nelly no lo va a permitir. Sería "arbitrario" y se organizan miniparos matinales para torpedearlo. Ya se sabe: la huelga pagada, como las vacaciones, es ahora parte de las conquistas de los trabajadores.
¿Cómo es posible?
¿Cómo se ha llegado a tanto eufemismo y mentira? ¿Y cómo casi no hay área donde no se aprecien fallas colosales en el manejo de los proyectos, pobre ejecución presupuestaria, agravamiento acelerado de los problemas y tonterías puras y simples?
Tal descalabro puede suceder porque una organización privada o pública no depende sólo de lo correcto o incorrecto del diagnóstico o "planes de desarrollo" y las recetas o prácticas que intente implementar la cúpula dirigente; depende, además de esos factores institucionales, del estilo de los incumbentes, de sus temperamentos, su formación y el modo como se paran en el mundo. La competencia profesional deriva de todo eso y ésta consiste no sólo en planear y ejecutar bien desde un comienzo, sino también en desfacer a tiempos los entuertos y corregir el rumbo. Esa capacidad no ha existido.
¿Por qué dicho déficit? ¿En qué se diferencia esta administración de las de la Concertación? ¿No es acaso la misma gente, los mismos militantes de izquierda, los mismos o parecidos profesionales?
No, no es la misma. Han pasado los años y hay algunos caballeros ya situados de frentón en el reblandecido territorio de la demencia senil; otra parte del personal, aun siendo joven, lo es en demasía al punto de haber sido incapaces de trascender la edad mental de un niño de 12 años; mucha de esta gente posee una cultura que se detuvo en el deletreo del Silabario Hispano-Americano; hay también cierta porción sustantiva de fulanos experimentando la segunda infancia política y que arden por darse un gustito, imposible cuando el binominal los frenaba, amén de sus miedos cervales a un nuevo golpe militar. Nunca estuvieron reciclados sino sólo resignados y esperanzados al mismo tiempo, aguardando el día glorioso en que podrían al fin "construir el socialismo". Y todos por igual, viejos y jóvenes, los caballeros y las muchas damas del matriarcado bacheletista, siempre han detestado el modelo "burgués". En fin, es gente CREYENTE y por tanto ajena a la razón, la evidencia empírica, las matemáticas y el sentido común.
Juicio
Este no es un juicio acerca de las capacidades de la Mandataria, del ex ministro de Hacienda, de muchos congresales o de tal o cual funcionario; es un juicio sobre la competencia y habilidad del mundo ideológico y cultural al que el personal de gobierno pertenece o más bien del cual es rehén, background tal vez difuso e inmensurable pero no irrelevante porque es la matriz en la cual y de la cual se alimentó la agenda que se nos ha impuesto. No nos gobierna una masa indistinta de profesionales estadísticamente similar a otra posible masa de profesionales, mero agregado de individuos salidos al azar desde un stock poblacional en abstracto; es un contingente humano inserto en una configuración, en un particular modo de ser. Del mismo modo que a la Curia llegan disciplinados funcionarios de la Iglesia con larga carrera y ojalá creyentes en Dios, pero nunca anarquistas y ateos, la actual elite del Estado y la segunda y tercera línea funcionaria que la rodean no es un grupo aleatorio, sino una selección de personas gravitando alrededor del mismo sistema de ideas, valores, emociones y posturas que a la vez no se agrupan al azar sino en ciertas constelaciones, en "memes" articulando determinado perfil psicológico.
Perfil
El primer elemento destacable y notorio del perfil de la elite que nos gobierna es que no hay en él lugar para la ansiedad por una gestión de excelencia, ni siquiera para una mediocre. La prioridad la tiene la logomaquia sociológica y jurídica, ahora también antropológica, si bien esta última sólo a cargo del señor intendente de La Araucanía. Hay entonces, en esta "meme", sitio preferente para los discursos a medias demagógicos y a medias metafísicos, para la sublimación del resentimiento en proclamas y quizás para ir a recitales de la versión septuagenaria de Los Jaivas. Así como los políticos de derecha nunca demuestran disciplina y rara vez cuentan con agenda que vaya más allá de las libertades anexas a la apropiación privada del mundo, los de izquierda tienen una sobreabundante dosis de posturas discursivas de alcance galáctico, mientras simultáneamente los paraliza una dejación atroz que rara vez les permite movilizar el culo. Nos lo dijo una vez el propio José Miguel Insulza: "Los compadres son buenos para decir "echémosle para adelante", pero al otro día nadie da ni un paso".
Esa negligencia, incompetencia o simple y vulgar desidia tan propias de los cantinflas es uno de los caminos que conducen al Paraíso con estación intermedia en la ruina, la chantería cultural, la asfixia ideológica y la pobreza equitativa; el otro camino es cuando se ponen las pilas por un lapso y construyen en serio su sueño societario; entonces hablamos del infierno a la Maduro, con adversarios arrojados a mazmorras, represión policial con muertos a destajo y todo el Gran Elenco que acompaña esas maravillosas experiencias.
¿Hay además, en ese perfil, un problema de coeficiente intelectual? ¡Dios no lo permita! Verdad es que para gobernar con decencia bastan personas normales y no debiera ser difícil encontrarlas porque constituyen la mayor parte de la población, pero ojo: los limítrofes, que es gente bordeando la normalidad aunque por debajo de ella, pueden disimular su condición escondiéndose tras rutinas laborales sencillas y frases hechas que no requieren más habilidad para pronunciarlas que la de un loro de organillero. En actividades con siquiera alguna exigencia ese disimulo es imposible, pero no así en política, donde bien puede un simplón ocupar un curul parlamentario recitando toda la vida el mantra que aprendió cuando era candidato a jefe de curso en el colegio. Un visitante alienígena se asombraría. Le parecería fascinante que en la actividad con más relevancia de todas, la conducción de una sociedad, los niveles de exigencia intelectual suelan limitarse a un flexible uso de la lengua, la laringe y los pulmones. De ahí, en la historia universal, la frecuencia inaudita de errores colosales siempre pagados por el Estado llano.
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