Doble de fe

<P>Felipe y Paulo Lizama podrían no haber nacido. En 1984, los médicos le pronosticaron a su madre un embarazo complicado y le aconsejaron un aborto terapéutico, que entonces se permitía en el país. Ella ignoró la sugerencia y nueve meses después tuvo gemelos. Tras dedicarse al fútbol en su infancia, ambos descubrieron silenciosamente su vocación pastoral. Hoy, los dos son sacerdotes en la V Región. </P>




Paulo se hace la partidura y se peina hacia la derecha; Felipe se hace la partidura y se peina hacia la izquierda. A simple vista, ahí radica la única diferencia perceptible entre los hermanos Lizama. Sus rasgos faciales son prácticamente idénticos y ambos sonríen con facilidad. Los dos usan barba y el mismo corte de pelo. Además se visten parecido, con camisas negras -de riguroso cuello clerical-, chalecos y pantalones gris oscuro. Incluso sus celulares son de la misma marca, modelo y color. Hay que aguzar mucho la vista para darse cuenta que Paulo es un poco más delgado y que Felipe tiene una cicatriz en el párpado derecho, producto de un portazo en la cara propinado por su gemelo.

Desde que fueron ordenados sacerdotes católicos, el 28 de abril de 2012, las reacciones que provocan en la calle son más notorias.

-Lo más común es la risa. Tú notas cuando las personas se pegan el codazo para que el otro nos vea. Si antes nos miraban dos veces, ahora nos miran cuatro veces. Ya es raro tener dos curas en la familia, así es que es mucho que además sean hermanos gemelos -dice Paulo.

-Tenemos muchos amigos en común a los que les incomoda ir al lado nuestro. Se sienten observados, como si llevaran escolta -añade Felipe.

A ninguno de los dos le molesta recibir esta clase de atención. Están acostumbrados a enfrentarla cada vez que llegan a un lugar nuevo, algo recurrente en su trabajo como sacerdotes diocesanos. Actualmente, Paulo es vicario de la parroquia Asunción de María, en Achupallas, Viña del Mar, y además, trabaja en la Pastoral Juvenil de Valparaíso. Felipe es vicario de la iglesia San Martín de Tours de Quillota. Es la primera vez que no están juntos, como estuvieron en el colegio y luego en el Seminario. Hoy, 40 minutos de camino los separan, pero ellos se mantienen comunicados a través de WhatSapp y Facebook. "A veces me pongo a chatear en el confesionario", reconoce Felipe.

El contacto permanente les sirve para coordinar sus salidas. Cada vez que tienen un día libre parten a Lagunillas, un pueblo de menos de mil habitantes en la comuna de Casablanca, donde viven su madre, Rosa Silva, y su hermana mayor, Paola. Todo comenzó allí hace 28 años, con lo que ellos creen que fue un milagro.

Hermanos Korioto

Los primeros recuerdos de Felipe Lizama dentro de una iglesia lo remiten a varios cabezazos. Cada tarde durante el Mes de María, en noviembre, su madre lo llevaba a él y a su gemelo a la parroquia de Lagunillas. Ambos dormitaban sentados sobre su falda hasta que ella se ponía de pie: ellos despertaban y chocaban. La familia siguió frecuentando la capilla durante toda su infancia, pero todavía era muy temprano como para que los gemelos se interesaran en la Iglesia. De hecho, después de realizar la Primera Comunión, el párroco Juan Fernández les ofreció ser monaguillos y ambos declinaron. Estaban más ocupados simulando que tenían poderes síquicos y jugando a reemplazarse en el colegio.

En Lagunillas, según cuentan sus habitantes, sólo hay dos distracciones: la iglesia y el fútbol. Hasta los 14 años, los gemelos Lizama se inclinaban por esta última opción. Los dos jugaban en la escuela de Colo Colo que había en Casablanca y por el club Orrego Abajo, clásico rival del Club Deportivo Lagunillas. Por esta razón eran tildados de traidores en su pueblo. A instancias de su papá, Humberto Lizama, entrenaban tres veces a la semana y jugaban partidos los domingos. Los dos se movían por las bandas: Paulo lo hacía por la derecha; Felipe, al ser zurdo, por la izquierda. Su dedicación les valió jugar en el Estadio Monumental de Santiago, en espectáculos de entretiempo del plantel estelar. Allí compartieron con el arquero mundialista de la "U", Luis Marín, y con el jugador de Unión La Calera Hugo Bascuñán.

-En esa época veíamos Los Supercampeones y nos creíamos los "hermanos Korioto", dos gemelos que hacían acrobacias en la cancha. Nosotros intentamos algunas. En esa época, el fútbol lo era todo para nosotros -confiesa Paulo.

-Tratábamos de pegarle a la pelota los dos al mismo tiempo, como los Korioto, pero no resultaba (ríe). No pensábamos en ser profesionales ni nada por el estilo, simplemente era estar metidos en algo que nos gustaba -reflexiona Felipe, colocolino hasta hoy, igual que su hermano.

Esa época que recuerdan con tanto cariño terminó cuando cumplieron 14 años, en 1998. El fútbol se terminó abruptamente con la separación de sus padres, producto de una infidelidad de Humberto. "Nosotros aparentábamos ser la familia perfecta. Nos iba bien en el colegio, jugábamos fútbol y teníamos amigos en Casablanca, que era 'la ciudad'. La verdad es que éramos medio soberbios. Por eso sentí un vacío existencial cuando pasó eso. Mucho dolor y vergüenza", admite Felipe.

El milagro

En busca de una nueva identidad, los gemelos Lizama se acercaron a la parroquia nuevamente, invitados a una Confirmación. "Al principio, sólo quería conocer gente. Sentía que estaba entrando en otra tribu urbana, sin saber que era mucho más que eso. Me dio paz y consuelo, lo que me estaba faltando en la vida. A los 15 años ya quería ser cura", asegura Paulo, quien le consultaba su opinión al padre Reinaldo Osorio, párroco de Lagunillas. Paralelamente, su hermano Felipe vivía el mismo proceso de manera silenciosa y le pedía consejos al mismo sacerdote. "No te prives de nada. Vive normalmente hasta que salgas del colegio", les sugería el clérigo a ambos cuando le planteaban sus inquietudes vocacionales. Osorio guardó el secreto y jamás le reveló a ninguno de los dos las intenciones del otro, pero sí profetizó en una misa que dos jóvenes de la comunidad iban a entrar al Seminario.

Ambos gemelos participaron activamente de la pastoral juvenil y se prepararon para la Confirmación en sólo un año. Recién se enteraron de que compartían esta vocación cuando Paulo recibió un llamado para conocer el Seminario. Felipe le dijo que también quería ir. "Fue algo natural. A ninguno le molestó que el otro quisiera ser sacerdote. Cuando estás contento, quieres compartir ese sentimiento", dice Paulo.

En 2003, los Lizama ingresaron al Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez, pese a las objeciones de su madre y hermana, quienes querían que estudiaran una carrera tradicional y temían un alejamiento permanente, que nunca se produjo. Pese a que a los dos les preocupaba este ambiente desconocido, rápidamente hicieron amigos y sólo recibieron bromas infantiles. "Nos hacían esas típicas preguntas tontas, como '¿los confunden mucho?', y cosas así. También nos decían Tangananica y Tangananá, por los guarenes gemelos de 31 Minutos", dice Felipe.

El testimonio que los remeció y fortaleció su fe fue entregado por su madre, cuando ellos tenían 24 años y cursaban segundo de Teología. Los hermanos comentaban una noticia sobre un aborto cuando su madre les comentó lo ocurrido durante su embarazo. Los médicos de Casablanca detectaron un problema en la gestación de la guagua, pues decían que venía deforme, con dos cabezas y tres brazos. Le aconsejaron un aborto terapéutico, que por entonces era legal en el país. Rosa Silva hizo caso omiso a la recomendación. "Si Dios lo manda, también me dará la fuerza para enfrentar lo que pase", decía.

Finalmente, el 10 de septiembre de 1984, Rosa dio a luz a Felipe. Como el desprendimiento de la placenta no se producía, los médicos propusieron un raspaje, pero ella se opuso. Exactamente 17 minutos después nació Paulo.

-Fue una experiencia reveladora. Ella le atribuye a Dios la decisión de no abortar. Para mí fue muy fuerte pensar en tantos casos similares de guaguas sin expectativas que no nacieron -cuenta Felipe, quien años después reafirmaría su opinión cuando le solicitaron bautizar una guagua anencefálica.

-La opción de mi mamá fue un milagro. ¿Cómo voy a apoyar el aborto si ella defendió la vida? Estoy de acuerdo con todo lo que dice la Iglesia en este tema. Soy contrario al aborto en cualquier circunstancia. Por experiencia, sé que es un pecado que la gente no se perdona en toda su vida -afirma Paulo.

Tras su ordenación, los Lizama fueron recibidos por todo el pueblo en Lagunillas, donde celebraron conjuntamente su primera misa. Ha pasado más de un año desde entonces y ambos se han dado cuenta de que no son los únicos gemelos entregados a la fe. En un encuentro nacional conocieron a dos hermanos seminaristas en el sur -sólo uno se ordenó sacerdote-, pero fue durante una visita de unos grupos benedictinos de Sudamérica, en febrero de este año, cuando se llevaron su mayor sorpresa. Allí conocieron a las hermanas Clara y María Cristina, de Córdoba, dos gemelas un poco mayores que ellos. Hablaron por 45 minutos. "Fue impresionante, parecía que nos conociéramos de toda la vida", explica Felipe. En esa ocasión, por primera y única vez, los Lizama se vieron a sí mismos haciendo las mismas preguntas absurdas que ellos tanto detestan.

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