Don Genaro, rojo por dentro

<P>El almacenero pinochetista de la serie <I>Los 80</I> es uno de los personajes más reconocidos y humorísticos de la producción. Sus apariciones revientan Twitter. Pero el actor que lo encarna, Fernando Farías, rechazó la primera oferta. El, comunista de tradición y quien fue detenido en la isla Quiriquina, no lograba reconciliarse con la idea de encarnar a quien defendería a Pinochet en pantalla. Esta es su historia.</P>




La primera vez que a Fernando Farías le ofrecieron el papel de Don Genaro repitió tres veces que no.

-Cómo se les ocurre que voy a hablar bien de Pinochet cuando en dictadura me tuvieron preso, me torturaron, me echaron de la Universidad de Concepción, me hicieron vivir la angustia más grande. ¿Quieren que alabe a Pinochet? No, no, no.

Después de una reunión de 45 minutos en Canal 13, Farías tomó una micro a su casa en Maipú. En el camino pensó en su propia historia con el régimen militar y el miedo que a veces vuelve. Era 2008. Fernando Farías tenía 77 años y no tenías ganas de interpretar a alguien tan opuesto a él.

Al llegar a su casa, su esposa, Ana Eugenia Marnich, trató de convencerlo.

-¿Pero por qué no aceptas? Métele humor al personaje.

-Puede ser. El pinochetista es cómico, no porque diga chistes, sino por la manera de hablar.

Dos semanas después, el teléfono de Fernando Farías volvió a sonar.

En los 70, Fernando Farías trabajaba en el Teatro de la Universidad de Concepción, ciudad donde vivía con su esposa e hijas, Claudia y Laura. "En la compañía trabajábamos para la gente que no tenía plata. Era nuestra labor, llevar grandes obras al pueblo. La gente bajaba de los barrios a mirar y gozaba. Por eso, nos empezaron a llamar colorados", recuerda el actor.

Farías era uno de los pocos de la compañía que militaba en el Partido Comunista. "Estábamos organizados por si venía un golpe. Ibamos a reuniones y nos enseñaban karate, qué hacer en caso de, pero sin armas. Después descubrimos que el profesor de karate era un militar". El 11 de septiembre de 1973, los actores se reunieron en el foro de la universidad. Adentro los esperaba un grupo de militares.

Farías estuvo preso nueve meses en la isla Quiriquina, sin ningún compañero de teatro. "Ahí supe lo que era el miedo, el terror, la angustia, la desesperación, la humillación. Yo sólo militaba, quería la justicia social, que todos pudieran estudiar, que se le pagara bien a la gente". Lo liberaron de la cárcel con la condición de que se fuera de Concepción. Farías tuvo que dejar a su familia e ir a la ciudad donde nació: Llolleo, en la V Región.

No recuerda el día en que llegó, pero sí que se bajó de una micro a las 22.30. El pueblo estaba desierto y cuando vio pasar una camioneta con militares, trató de esconderse. El auto frenó y le dijeron que entrara. "Me interrogaron y me soltaron como al mes y medio. Mi esposa supo lo que pasó, porque yo le mandaba recados con la gente que salía libre".

Farías volvió a la casa de su madre en Llolleo, pero se sintió incómodo. "Me sentía como un peligro público porque era un fulano que había estado preso, entonces le podían hacer la vida imposible a mi familia. Eramos 10 hermanos y me dijeron que me fuera a otra parte". Pero su mamá no quería y lo convenció de que se quedara con ella.

-Hijo, usted tiene su casa aquí, se puede quedar el tiempo que guste. Traiga a su familia si quiere.

-Pero le voy a traer problemas a todos.

-Tito, nunca vas a ser un problema para mí.

Llolleo fue la ciudad donde Farías vivió los últimos años de los 70. Un cuñado le ofreció trabajo vendiendo y repartiendo vinos "Don Arturo". Echando mano a las dotes actorales, vendió más de lo que esperaban y el negocio se expandió. Comenzó la venta de perniles y costillares a restaurantes y empresas. Parte de las ganancias las enviaba por correo a su señora. A veces, los militares lo paraban en la calle y le preguntaban adónde iba. Farías decidió que no podía seguir lejos de su esposa e hijas y volvió a Concepción.

En la VIII Región trabajó haciendo show de títeres en cumpleaños infantiles, grabando publicidad de circos que sonaban en los parlantes de una camioneta y como locutor en la radio Simón Bolívar. Ahí hacía un programa matinal, pero varias veces lo llamaron de la dirección de la radio para terminar la transmisión antes de lo programado. "Era como si yo tuviera lepra", piensa hoy.

-Don Genaro, diga: "Te tomaste toda la chela".

Un tipo abraza a Fernando Farías en la Avenida 5 de Abril de Maipú y le pasa su celular a un amigo para que grabe la escena. El actor impone una voz ronca y repite la frase de la cerveza, sin preguntar para qué es el video.

Después de esa grabación, dos personas le pedirán un saludo para algún familiar, tres señoras le darán un beso y dos hombres le pedirán un autógrafo. A todos les dirá que sí. A los que sólo lo miran, él los saluda. "Me gusta caminar, tomar metro, micro y colectivo porque me gusta el contacto con la gente, aprender de ellos, cómo hablan", reflexiona Farías.

Desde hace 20 años vive en una casa con antejardín en Maipú, con su esposa y dos perros quiltros. Sus tres hijas viven en Providencia. "Me han preguntado por qué no voy a vivir en Santiago, más cerca de todo, pero los departamentos son como conventillos verticales y yo no quiero eso. Acá tengo la feria, a mis vecinos y paz". Los guiones de las series en que participa los estudia en la plaza que queda a una cuadra de su casa, y lo que falta en su casa lo compra en el almacén de la esquina.

Fernando Farías sigue su camino por 5 de Abril, hasta llegar al Templo Votivo de Maipú. Se declara católico y todos los martes un testigo de Jehová lo llama por teléfono para explicarle un pasaje de la Biblia, pues, pese a las diferencias doctrinales, comparten las escrituras. Al entrar a la iglesia, los feligreses se dan vuelta a mirarlo y él responde saludando. "Los actores nunca se declaran religiosos; como si fuera malo creer en algo. Yo creo, yo rezo, voy a misa. A veces me pregunto por qué la naturaleza es así, quién hizo la coagulación de la sangre, ¿es parte de la evolución o alguien lo hizo? Cada vez me convenzo de que hay algo superior y es Dios". Mientras Farías mira fijamente un altar de la Virgen María, una mujer se acerca: "Yo lo he visto en alguna parte". El la mira y sonríe.

"Los comunistas son ateos, pero yo creo en Dios y en la religión católica. En el partido no me molestan porque creen en las libertades individuales", asegura el actor.

Además de refugiarse en la religión, Farías ha utilizado el humor en sus peores momentos. "Es como he sobrevivido en mi vida, buscando el sentido del humor a las cosas, aunque a veces es tan difícil".

Para hacer el personaje de Don Genaro, Farías se inspiró en Manuel Tapia, el dueño del almacén de su barrio de infancia en Llolleo. Recordó cómo criticaba al comunismo y cómo a él siempre le pareció divertida su manera de hablar, cómo sus argumentos terminaban con un "entiende, te lo digo yo". Y en cómo él creía fielmente en el general Pinochet y detestaba a los comunistas, a los "rabanitos" como les llamaba.

"Don Genaro es un personaje complejo, abiertamente pinochetista; si el intérprete no era capaz de entender la veta de humor podría haberse transformado en alguien muy odioso", afirma Rodrigo Cuevas, guionista de Los 80. Farías agrega que él propuso algunas características a su personaje: "Que fuera rabioso, mal genio, pero no mala leche. El no sabe nada, no es soplón, no acusa a la gente. Nunca va a decir que los de al lado son comunistas". Y mientras cuenta esto, cambia su tono de voz suave a ese temperamental que tiene el personaje en pantalla. "Yo no soy tan enojón ni gritón como él, aunque la gente piensa eso. Sí nos parecemos en que los dos somos apasionados y defendemos lo que creemos", dice con una sonrisa.

La persona con quien más comparte Fernando Farías dentro del set de Los 80 es Diego Navarrete, actor que interpreta al 'Petita'. "Una de las cosas que más destaco de Fernando es ser capaz de construir un personaje dejando de lado su vida personal, sobre todo en una temática que nuestro país aún no ha sido capaz de resolver de manera justa con todas las víctimas de violaciones de los derechos humanos", reflexiona Navarrete.

Daniel Muñoz, quien interpreta al protagonista de la serie (Juan Herrera) explica por qué el almacenero es una figura clave en Los 80: "Para la serie es una persona muy valiosa, porque es el que trae realmente el humor y contrapeso. Es uno de los personajes más queridos de la serie. Don Genaro se apoderó de Fernando y él lo administra muy bien".

Para Farías, sin embargo, la confusión entre el personaje y él mismo no siempre es fácil. En el PC, donde aún milita, dice que sus amigos le han hecho bromas por el papel: "Me dicen que de verdad parezco pinochetista y que les asusta eso". Por ese partido ha trabajado desde la campaña de Salvador Allende hasta la de Ricardo Lagos. Ahí se cansó, dice, de la política. "Falta gente como la Gladys, Volodia, Corvalán. Estoy desilusionado, pero siempre voy a ser de izquierda y voy a luchar por la justicia social". Al diputado comunista Hugo Gutiérrez también lo ayudó en campaña.

En esta última presidencial no quiso salir en respaldo de ningún candidato. Pero su papel en Los 80 le trajo un problema. Tras un capítulo de la franja presidencial de Evelyn Matthei, varios amigos y familiares lo llamaron para reclamarle. Es que un personaje muy parecido a él aparece en uno de los spots. "Cuando lo vi me asusté, me pregunté qué hacía yo metido ahí", cuenta. Dice que incluso una señora en el supermercado lo trató de "viejo inconsecuente". El se lamenta: "Me dio rabia que pusieran a alguien así, porque se prestó para confusiones".

Sentado en un café en el centro de Santiago, en todo caso, se nota cuán querible es su personaje. No pasan 15 minutos sin que alguien lo salude. "La gente quiere a Don Genaro, aunque sea tan momio. Lo peor que me han dicho en la calle es 'viejo rabioso'". También cuenta que en el sector oriente son aún más afectuosos: "Usted defiende a mi general, lo felicito", le han dicho. Fernando Farías no se pone a explicarle a su público que él es comunista. Simplemente, sonríe. "El deber de uno como actor es hacerlos creer", remata.S

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