Egipto en crisis




EL GOLPE de Estado ejecutado por el Ejército egipcio en contra del gobierno islamista ha puesto al país en una coyuntura crítica y constituye un símbolo de los efectos que ha tenido el movimiento de la Primavera Arabe en el mundo musulmán.

Al derrocar al presidente elegido en las urnas sobre la base de que éste dirigía al país hacia un proceso de islamización, y sin dar solución a problemas sociales y económicos urgentes, los militares han ratificado la condición de árbitros de la política egipcia que han ejercido desde hace décadas y que se hizo muy patente con la salida del mandatario Hosni Mubarak en 2011. Pese a que el Ejército ha prometido llamar a nuevas elecciones, el rol que está desempeñando nada tiene que ver con el que debe tener esa institución en un ordenamiento democrático constitucional, más aún si se sabe que se ha disuelto el Congreso y se ha arrestado a dirigentes clave de la Hermandad Musulmana.

Tal como sucedió en Argelia en 1993, la intervención del Ejército egipcio ha puesto fin al experimento democrático islamista en ese país. El hecho de que en muchos otros Estados árabes los sectores fundamentalistas hayan ganado elecciones y ocupen posiciones de poder abre la interrogante de si es posible que situaciones similares ocurran en naciones como Túnez o Libia.

Ayer se registraron duros enfrentamientos entre manifestantes islamistas y fuerzas del gobierno, con un saldo de decenas de muertos. Ello deja en claro que los sectores fundamentalistas no aceptan la remoción de su gobierno y pone las cosas en curso de colisión. Las nuevas autoridades han señalado que esperan que la Hermandad Musulmana participe en la vida política del país, pese a que no se entiende cómo podría hacerlo si sus posibilidades de ejercer el poder por la vía institucional han sido coartadas.

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