El alto precio de la codicia
ES PROBABLE que sea el tema más tratado por el cine norteamericano desde la guerra de Vietnam, lo que es bastante decir, porque fue un episodio que marcó a generaciones de personas y causó la muerte de cientos de miles. Lo cierto es que la crisis financiera del 2008 no fue una guerra, pero sí una derrota. No tuvo muertos, salvo algunos suicidios, pero dejó heridos a millones de ciudadanos en Estados Unidos. Y la rabia y angustia que ello aún provoca se refleja en una cantidad no menor de películas sobre el tema, todas ellas bajo el mismo guión: la ambición sin límites.
El precio de la codicia, estrenada en Chile hace pocos días, es un buen ejemplo de ello. Por lo pronto, al igual que las anteriores cintas sobre el tema, tiene un punto de partida común: la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, en septiembre del 2008, convertida en la fecha mítica de la crisis. Luego de ello, viene el caos. En cosa de días se produce la mayor caída de los mercados bursátiles del mundo y, como contrapartida, el mayor rescate financiero de la historia de Norteamérica, algo que muestra con gran acierto Too big to fail, filme que HBO produjo el año pasado. El precio de la codicia viene a ser un complemento de aquel, porque muestra lo sucedido unos días antes, cuando un grupo de banqueros intenta salvarse a cualquier precio, incluso engañando a sus clientes. Ahora, si alguien quiere tener una visión más política del asunto, puede ver Inside Job, un documental muy bien realizado, con testimonios de los principales actores de la crisis. Y está, finalmente, la segunda parte de Wall Street, que nos recuerda que Gordon Gekko, el símbolo de la codicia, ha vuelto. Así las cosas, quien quiera sumergirse en el tema tiene cuatro películas para quedar como un experto.
Todas ellas reflejan el sistema financiero como el imperio del mal y la codicia como el centro del problema. Y todas ellas también advierten que esto nunca cambiará, que está en la naturaleza del sistema, con el poder que tienen los grandes bancos y sus redes en Washington. Es la teoría de la conspiración de Inside Job. Otros, con la naturaleza de las personas, con la sed de codicia que todos llevamos dentro, al mejor estilo Gordon Gekko. En esto, unos y otros se apoyan en un hecho real: los bancos vuelven a mostrar sólidas ganancias y sus ejecutivos, millonarios bonos. Es decir, como si nada hubiera pasado.
Pero esta es una visión muy estrecha. Porque si bien el sistema como un todo ha sobrevivido, esto no significa que la codicia no les haya cobrado un alto precio a muchos de quienes participaron del juego. Y estas películas también dan cuenta de ello. De personas que lo perdieron todo -dinero, familia, amigos- a consecuencia de su ambición sin límites. Quizás ésta es la mayor lección que se puede sacar de todo esto. Que la codicia tiene un costo personal muy elevado. Que no es un gran negocio, sin un gran costo, por suerte para todos, porque así actúa como fuente de control. En esto, los economistas tienen mucho que aprender de los cineastas, porque mientras los primeros se enfocan sólo en las grandes corporaciones y números, los últimos lo hacen en las personas que están detrás, que es lo que importa y enseña.
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