El auge de la música andina 2.0
<P><span style="text-transform:uppercase">[pop nortino]</span> Charangos, quenas y el imaginario de Perú y Bolivia se han insertado en el trabajo de músicos pop como Pedropiedra, Gepe y Fernando Milagros. ¿De dónde viene esta relectura? </P>
El lunes pasado, Pedropiedra se anotó con el lanzamiento más llamativo de la semana al presentar La balada de J. González, tema dedicado al ex líder de Los Prisioneros que dio pie a varios artículos de prensa y tuvo alta rotación radial. Pero detrás del homenaje, lo nuevo del cantautor santiaguino sorprendió con un giro estilístico: melodías de quena, compás tipo carnavalito y frases como "Perú no está tan lejos" adornan un tema que evoca a un imaginario andino que no había estado presente en los trabajos anteriores del solista.
Lo de Pedropiedra no es aislado: en los últimos años son varios los artistas locales que han ido incorporando elementos de este tipo a su música: Gepe, Ana Tijoux y Fernando Milagros son otros ejemplos recientes de esta cruza de pop y folclor del norte, que parece cada vez más instalada entre los artistas actuales. Y a ello se podría sumar lo realizado por el grupo Protistas -específicamente en su álbum debut Nortinas war- y la fusión de Banda Conmoción. ¿De dónde viene entonces esta fascinación por lo nortino de la nueva generación de músicos chilenos?
"Parece ser una idea que anda en el aire en nuestra generación", dice Milagros, que en el último tiempo ha sumado ornamentación andina a sus composiciones. O, como él mismo explica, "he ido agarrando música de raíz para hacerla más pop, con la mirada de hoy, para las nuevas generaciones especialmente". Para el cantautor, la fusión tiene algo de cruzada identitaria: "Me gustaría que en el futuro podamos poner esta música al mismo nivel que el pop de Disney".
Una visión algo más simple tiene Gepe, sin duda uno de los precursores de este maridaje, quien cree que el folclor andino es simplemente "una música muy bonita, que está a la mano y que ha sido parte de la vida de todos nosotros". Para el solista, que grabó en Bolivia el videoclip del primer single de su próximo álbum, esta relectura más "popera" que se ha hecho del folclor del norte de Chile -y de los países vecinos- ocurre "de manera natural, como algo cíclico".
Esta idea es compartida por Mario Mutis, quien junto a Los Jaivas protagonizó uno de los primeros cruces entre el sonido de moda de la época y la música de raíz latinoamericana. "Pareciera que la música, o la sociedad en general, cada ciertos ciclos va volviendo a sus raíces", dice el histórico bajista del grupo viñamarino, quien a mediados de los años 70 -en especial con discos como Canción del sur- fue testigo de la incomprensión o el rechazo de parte de ciertos sectores a causa de esta fusión, inusual para esa época.
"No fuimos muy bien mirados en un primer momento, porque estábamos rompiendo murallas. Era mal visto esto de transitar sin problemas de un lugar a otro. Yo díría que los nuevos artistas tienen menos prejuicios, no tienen problemas en mezclar un charango con un chelo", dice.
Si bien cuesta encontrar un hito fundacional de este boom andino, muchos coinciden en que la consagración de esta tendencia ocurrió en el Festival de Viña 2014, cuando Gepe subió a la Quinta Vergara junto a un grupo de bailarines con trajes típicos andinos, en una actuación que incluso motivó la molestia de las autoridades bolivianas. Para Simón Palominos, académico del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado, lo de aquella noche fue una muestra de lo que él llama el "collage identitario" de una nueva generación de creadores, quienes según él "han construido una visión romantizada de lo andino".
"En los años 60 también había una mezcla (musical). Violeta Parra, Inti Illimani... pero en la post dictadura hay una suerte de vacío identitario, que es lo que hace que los chiquillos dejen de preocuparse de los grandes relatos de épocas anteriores", añade.
Milagros, parte de esta generación, discrepa de la falta de discurso detrás de esta relectura andina: "Hay algo de orgullo, porque ya no nos da verguenza decir de qué 'barrio' somos. Chile es un país súper huacho a nivel cultural y todavía hablamos de lo autóctono como algo peyorativo".
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