El barrio que los vecinos quieren: negocios a la antigua y más paseos peatonales
<P>El <I>placemaking </I>aterrizó en Chile. Los vecinos ya no solo sueñan cómo quieren su barrio, sino que se involucran en las acciones para mejorarlo. ¿Qué quieren? Recuperar parques, tener lugares de reunión y negocios donde los saluden por su nombre. </P>
Arboles nativos en la plaza. Café literario como lugar de encuentro. Que vuelva la panadería que entregaba el pan en la puerta de la casa. Los vecinos ya no solo sueñan cómo sería más amigable el barrio donde viven, sino que ahora están involucrándose en las soluciones para conseguirlo. De esa manera, los lugares se vuelven a su medida y la gente puede distinguir su barrio, salir de su casa a disfrutarlo y quedarse a gusto en él. Es lo que se conoce como placemaking, un concepto que surgió en los años 70 en Estados Unidos y que se empieza a ver lentamente en el país, comenta Dominique Mashini, editora del sitio de arquitectura Plataforma Urbana. Lo que está ocurriendo con los barrios en Santiago, dice, es que los vecinos se están interesando en darle identidad y diversidad al sector donde viven, mejorando el uso del espacio público, complementando ciclovías con espacios peatonales y creando barrios activos.
Seis de cada 10 personas en Estados Unidos dijo que sacrificarían tener una casa más grande para vivir en un barrio que tuviera un mix de casas, tiendas y negocios, en un espacio que resultara fácil de transitar, según una reciente encuesta. Y en el plano local, los vecinos de Providencia, Las Condes y Ñuñoa ponen como primera razón para elegir la ubicación de su residencia "el gusto por el barrio", según un sondeo de Socovesa. Por eso, ver el placemaking en el país era cuestión de tiempo.
Un ejemplo ocurrió hace un mes, cuando tres mil personas del Barrio Italia respondieron una encuesta que les propuso Almagro con una simple pregunta: "Pensando en una plaza cualquiera, ¿cuál de las siguientes intervenciones tendría mayor valor para ti?". La alternativa más votada fue extender las áreas verdes (87%), seguida de juegos infantiles (45%), aspectos relacionados con la estética (33%), mobiliarios (26%), agua (21%), áreas de picnic (19%) y cultura (18%). Este tipo de encuestas no es el método excluyente de hacer placemaking: el concepto incluye la participación activa de la comunidad en la propuesta de iniciativas para "apropiarse" de los barrios, lo que en el país se ve por medio de agrupaciones, como las juntas de vecinos.
De ahí surgen ideas como la que señala Patricio Kurte, secretario de la Junta de Vecinos Nº 12 Pedro de Valdivia Norte. "Queremos un paseo peatonal en la calle Padre Letelier", dice en plena calle, frente a la plaza del mismo nombre. La idea es cerrar el acceso a los autos entre Los Conquistadores y Los Misioneros. Sería una forma de resguardar esa plaza tal como está: un lugar donde juegan los niños y almuerzan los adultos que trabajan en el sector. Y mirando el entorno, dice que ese espacio verde sería el antejardín del Parque Metropolitano. Incluso, si llegara a convertirse en un barrio típico, se podría resguardar las casonas estilo inglés del sector.
Los residentes del sector del Parque Forestal también entran en esta tendencia. Saben que están en uno de los barrios más amables y entretenidos de Santiago: tienen áreas verdes, sobreviven locales de pequeños comerciantes y han podido ser partícipes de proyectos de restauración. Pero quieren dar un paso más: una feria con los vecinos como protagonistas, en donde se pueda rescatar los talentos del barrio, la misma gente del sector compre y así compartan entre ellos, dándole mayor sentido de pertenencia. Héctor Vergara, presidente de la Junta de Vecinos Nº 1, cuenta que, además, están empeñados en la salvación del patrimonio del cerro Santa Lucía. Su foco está puesto en recuperar las estatuas.
Lo de antes
Dominique Mashini dice que no hay una sola mirada en lo que la gente quiere para su barrio. Hay personas que añoran los símbolos que representan una vuelta a las raíces: el almacén de la esquina, niños jugando en las plazas y negocios locales. En esa vereda está Harold Fritz, de la junta de vecinos portal de Los Dominicos. Cuando echa a correr la memoria, cuenta que hace 20 años los chacareros pasaban por las casas vendiendo lo que cultivaban en la precordillera. Y mucho más reciente que eso, echa de menos la panadería de la esquina (Apoquindo con Camino El Alba) que se la "comió" un supermercado. "Te conocían por el nombre, te iban a dejar el pan a la casa y se pagaba una vez a la semana. Era una calidad de vida exquisita", dice, y casi con ingenuidad, reconoce que le gustaría que volviera. Rodolfo Palacios, presidente de la agrupación, lo escucha y asiente. Ambos viven detrás de la iglesia de Los Dominicos y se agruparon por la depredación de un parque "invadido por servicios públicos y por intervenciones anexas al Metro en disociación con lo que quiere la gente". ¿Qué quiere la gente? Un parque de esparcimiento, recreación y áreas verdes. Y eso se logra, dicen, con acciones tan pequeñas como conservar las acequias o plantar árboles nativos.
Y si de recuperar espacios para compartir con el barrio se trata, el presidente de la Junta de Vecinos Jardín de La Dehesa, José Miguel Ossandón, cuenta que hace un tiempo perdieron un espacio ubicado en Av. El Tranque, donde hay una plaza con equipamiento comunitario. Ahí se reunían los vecinos a presenciar demostraciones del cuerpo de bomberos, se ponía una feria artesanal y se realizaban shows artísticos. No es todo. También quieren dar uso a un espacio de varias hectáreas ubicado en el Cerro Alvarado, que sirve como un lugar de excursión, para realizar caminatas, ver las especies que existen ahí, hacer senderos y arborizar el espacio. Muy cerca de ahí, la junta vecinal Los Trapenses quiere un barrio más amigable con ciclovías para que los niños recorran seguros la distancia entre su casa y el colegio.
No todos los barrios tienen esa integración con servicios básicos, como los colegios. Hay barrios que parecen islas. Es lo que viven de alguna manera los vecinos del sector oriente de Av. Ossa en La Reina. "Nos llenamos de casas y condominios y no hay espacios para áreas verdes ni para reunión", dice Juan Martínez, de la Junta de Vecinos Nº 4 de La Reina. ¿Qué quieren los vecinos ahí? Cafés literarios para socializar y plazas para que los niños puedan jugar.
La integración también está en la cabeza de los nuevos locatarios del barrio El Aguilucho, en el límite de Ñuñoa y Providencia. Hace un año y medio, Rodrigo Castillo se instaló con la tienda de diseño y tendencias en muebles Wengue, y cuando fueron llegando nuevos locatarios jóvenes, les planteó una idea: convertir el sector en algo parecido al Barrio Italia, sin romper el ritmo provinciano, pero dándoles más opciones a los vecinos: cafés, tiendas, luminarias, asientos, etc. Stefanía Contreras, socia de la tienda de confección a la medida VinHilo, que abrió en enero, es parte de la idea y defiende la interacción con los vecinos. "Me gusta que se mantenga el estilo familiar, que saludemos a los vecinos por el nombre y que no sea comercio solamente. En la misma línea está Cathy Sandoval, que hace dos meses abrió la academia de baile La Plazuela y que ve a los vecinos mayores preguntar si hay clases de tango para ellos o de ballet para las nietas. "Pero falta más onda: cafés, restaurantes y bancas para acoger a la gente", concluye.
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