El camino de un imperdonable

<P>Después de convertirse en uno de los imputados por el asesinato de Daniel Zamudio, Patricio Ahumada se convirtió en la representación del odio y el abuso para los que lo responsabilizan por tan alevoso crimen. Y esa violencia de la que se le acusa arrastra claves: el hogar fracturado, la rabia sin manejo y las malas decisiones que Ahumada nunca enmendó. </P>




El dice que no lo intuía. Que volvía del centro a eso de las seis de la tarde del 9 de marzo y que su viejo, que se llama Pedro Ahumada, lo vio regresar mientras estaba sentado en la vereda en que la calle Elcira Espinoza choca con Nueva Central y desaparece de Conchalí. Entonces lo vieron.

Patricio Ahumada dice que no lo intuyó. Pero que cuando vio el Toyota Yaris rojo por la vereda del frente, supo que venían por él.

En la calle, un equipo del OS-9 comenzó a bajarse.

Patricio le dijo a Pedro que iría a ver qué pasaba. Pedro le preguntó ¿por qué?, y recibió ese tipo de respuesta contundente.

-Porque soy el único huevón con antecedentes en esta casa.

Aún así, fue una respuesta evasiva.

Patricio Ahumada dice que se acercó a los detectives y los saludó. Ellos le dijeron a Ahumada que los tenía que acompañar "a declarar por el tema del Zamudio". En ese instante, Daniel agonizaba inconsciente, con fracturas de tibia y peroné en su pierna derecha quebrada hasta que no dio más, traumas en la cara, hematomas y quemaduras en su cuerpo indefenso de 24 años y esvásticas talladas con el gollete de una botella. Todo porque Daniel era gay.

Patricio Ahumada, en Conchalí, dijo que sí, que fueran. Se metió al auto justo cuando Pedro le preguntó: "¿Qué onda, Pato?".

Patricio, que subiéndose al Yaris sumaba la octava detención adulta en 25 años de vida, pensaba que lo que sucedía estaba bajo su control. Así que cuando su padre le preguntó, Patricio le contestó que lo llevaban "a declarar por el cabro que salió en las noticias".

Antes de que el Yaris partiera, Patricio Ahumada dijo una cosa más.

-De ahí vuelvo.

Raquel no regresó. Una tarde de octubre de 1994, Patricio Ahumada tenía siete años -aún no era conocido como el Pato Core- y jugaba en el patio de la casa de Elcira Espinoza, cerca del medidor de agua. En su versión, era mediodía. En su versión, también, Raquel del Carmen Garay le habría dicho: "Oye, Pato, voy a comprar cigarros y vuelvo". Y Raquel, su madre, nunca más volvió.

Sentado en una sala de la Cárcel de Alta Seguridad, Ahumada dice que de la infancia, ese es el único recuerdo materno que tiene. Que después de que Raquel saliera por cigarros, la familia se quebró. Luego de eso, su hermana Tamara, todavía un bebé, se fue a vivir con los abuelos paternos a Pudahuel, porque Pedro, un carpintero de la construcción, no tenía tiempo para cuidarla.

Patricio quedó sólo. Sin nadie que lo obligara a ir al cuarto básico del Liceo Agustín Edwards de Avenida Independencia, y con el suficiente espacio para ver, como él mismo dice, "las cosas que había afuera". Hacía la cimarra, tomaba micro hasta el centro de Santiago y daba vueltas por el sector de Mapocho.

-Un día de semana, cuando tenía nueve años, me acuerdo que como a las 10 u 11 de la noche, un carabinero me preguntó qué estaba haciendo ahí -recuerda Ahumada-. Yo le dije que nada, que luego me iba para la casa. Me preguntó si andaba con mi papá. Le dije que no. Me dijo acompáñeme. Al día siguiente fui al juzgado de familia y sólo por el hecho de haber estado solo en el centro, terminé seis meses en el Hogar San Pedro de Armengol.

En ese hogar de Recoleta nadie se acuerda de él, pero las fichas que quedan registran el quiebre familiar, que su padre lo definía como "inquieto" y que, a pesar del abandono materno, "era estable en sus emociones". Lo único que queda de Ahumada ahí establece que "tenía un coeficiente intelectual promedio y que se mostraba sociable".

Cuando salió, Ahumada intentó continuar con sus estudios. Antes de hacer una vida escolar teñida por la mala conducta, que lo paseó por siete colegios de Conchalí y sus alrededores, y de dejar sus estudios inconclusos en segundo medio, Patricio pensaba que podía estudiar Periodismo o ser piloto en la Fuerza Aérea.

Pero todo comenzó a terminar con las expulsiones y cimarras, y lo que decidió después de escucharla a ella.

Patricio había cumplido 14 años y tenía una novia adolescente, Ema, que más tarde, en 2004, sería la madre de Matías, su primer hijo.

-Un día, Ema llegó a buscarme diciendo que la habían echado de la casa. Yo le dije a mi viejo: 'Necesitamos a la Ema en la casa'. Recibí una negativa que se transformó en una discusión a gritos -dice.

Esa tarde, Patricio y Pedro pelearon. El padre le dijo al hijo que se fuera y el hijo aceptó. Patricio y Ema tomaron una micro y llegaron a Ahumada con Alameda.

Esa noche la pasaron en la calle, durmiendo en las escaleras del Metro. Tiempo después, y antes de dar a luz a su hijo, Patricio la dejó. Años más tarde, Ahumada tendría otro hijo, Santiago, con una pareja llamada Nataly. Después de quedar preso en San Miguel, no volvería a ver a ninguno de los dos.

La gente no habla de Pato Core. Ni siquiera lo hacen los profesores del Instituto Asetcal donde nivelaba sus estudios desde septiembre de 2011, después de acceder al beneficio de libertad los domingos en la cárcel Colina I. Pero los que sí dicen cosas son los informes.

La base de datos del Sename, por ejemplo, además de su estadía en el Hogar San Pedro de Armengol, lo registra en 2002 como parte del programa libertad asistida. Dos años más tarde, Patricio Ahumada figura detenido por vagancia en la 34° Comisaría. Lo mismo en el Centro de Protección para Niños Vulnerados de Pudahuel, donde pasó una noche en 2004. Después se fugó.

Durante esos años, Ahumada vivió en caletas, suerte de espacios familiares que arman los niños que duermen en la calle, paseándose por el Puente Loreto, el Puente Bulnes y los alrededores del barrio Mapocho. Tenía 15 ó 16 años. Presenció violaciones, consumió marihuana y comenzó una carrera delictual como mechero, siendo imputado por hurtos de prendas de vestir y licores en supermercados y tiendas, entre febrero de 2006 y octubre de 2008.

El 17 de octubre de 2003 se produjo otro hecho violento. Ahora él lo niega, pero en esa fecha el Poder Judicial lo registra detenido en Quilicura, portando un bate de béisbol con clavos en sus extremos. De hecho, en todo el relato que hace en la Cárcel de Alta Seguridad, Ahumada no extravía el foco de "niño perdido" que quiere darle a su historia. Por eso, cuando el fotógrafo le pide que muestre sus tatuajes, Patricio se saca la polera, ríe nerviosamente y dice: "Tengo frío".

Aunque, por sobre todo, Ahumada evita hablar sobre lo que sucedió el 22 de abril de 2005. Porque en la explicación que él da ese día, para mostrarse bravo frente a sus amigos, fue autor de un robo con intimidación en el Parque Forestal y luego, en 2007, fue condenado a cinco años y un día en la Cárcel de San Miguel por ser el autor de un robo con violencia en Providencia, el 29 de marzo.

Ahumada dice que no fue él. Que, en este caso, la justicia se equivocó.

Hay una amiga que lo recuerda. Prefiere no dar su nombre, pero dice que conoció a Ahumada en el Eurocentro. Ahí donde Patricio era conocido como el Pato Core. De esa época, que fue hace unos seis años, ella dice que Ahumada no era nazi, pero que sí hacía bromas sobre peruanos. Y que con trago se ponía violento. Y que sentía odio. El mismo Ahumada lo confirma. En la cárcel dice que "cuando tomaba, prefería hacerlo con amigos o en casa. Para evitar pelear".

En ese mundo que compartieron, y que esta amiga relata, el respeto se ganaba con rudeza. Con golpes y sin vulnerabilidad. Aunque ella recuerda que una vez sucedió.

-Estábamos en el Santa Lucía, tomando chela. Ahí me dijo que su mamá nunca lo tomó en cuenta. Mira, esto es como una madeja de lana. Y la de él era pura rabia. Pero nadie nunca lo ayudó a desenmarañar esta rabia, que era pura pena. Entonces, un día encuentras a alguien con el que puedes descargarte. Y te desquitas. Cuando chicos disfrutábamos imponiéndonos. Teniendo ese pequeño nivel de poder. La cosa es que después maduramos. Estudiamos, buscamos pega. El Pato se quedó en esa.

Hoy lo único que a Ahumada le queda es su versión de los hechos. La narración que repite en la que él nunca vio la agresión a Daniel Zamudio ni participó de ella. Un relato que choca con los testimonios y pruebas que sostienen la imputación por parte de la fiscalía. Porque, como aseguran fuentes del Poder Judicial, Ahumada no sólo sería el más violento de los cuatro acusados, sino también "la expresión máxima del fracaso del sistema penal chileno".

Por mientras, en la Cárcel de Alta Seguridad, Ahumada dice que no se ha puesto en el escenario de que es condenado a pasar su vida preso.

-¿Y si te dan 40 años?

-No lo aguantaría. Ya estuve cinco años preso. Hacer ocho veces esa condena, no. Para eso prefiero…

Patricio se detiene. Pasa los dedos por su cuello.

-No sé -dice-. No puedo ser carne de presidio. S

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