El carpintero de relojes
<P>Pedro Alvarado es magíster en Historia del Arte. Sin embargo, su pasión ahora es el intrincado armado de los engranajes que dan vida a las marcas del tiempo. </P>
PIEZA por pieza. Como un rompecabezas, casi 100 partes se ordenan precisas en el esqueleto de engranajes, con ruedas de diversos tamaños, que accionadas por el peso de dos piedras colgadas de poleas dejan oír un tic tac. Los segundos y el paso del tiempo empiezan a avanzar en el reloj de madera.
Hace dos años que el diseñador Pedro Alvarado Montoya se cruzó con esta apasionante mecánica. Tras dictar clases en una universidad, regresó a Quilpué. Aquí, una amiga que necesitaba armar un antiguo reloj inconcluso fue el punto de partida.
"Un día mi padre llegó con una caja de zapatos llena de piezas que me fascinaron. Una amiga tenía estas piezas y necesitaba armar este reloj. Dije vamos a ver qué hacemos y me pareció fascinante. Las medí, las estudié y al cabo de unos meses estaba su reloj andando, y a los ocho meses yo tenía uno propio andando también", cuenta el diseñador y magíster en Historia del Arte.
Aplicando sus conocimientos de diseño y su pasión por la madera -que también talla y esculpe-, este carpintero de relojes corta, pule y ajusta cada pieza. Paciencia, precisión y la ayuda perfecta de la gravedad de la tierra se conjugan para el andar de sus singulares máquinas.
"El péndulo y su largo es el regulador, y lo rige la fuerza de gravedad de la tierra, entonces son extraordinariamente precisos y durables. Cuando los armo por primera vez es complejo hacerlo andar. Ese es otro proceso. Lo tengo varios meses antes de entregarlo, porque la factura de madera de los engranajes debe ajustarse. Con papel calco marco los detalles entre engranes y los desmonto hasta ajustarlos", dice.
En dos años, ha logrado construir 10 relojes. La elaboración de cada uno toma entre tres y seis meses, porque su puesta en marcha puede desarmarlos y armarlos hasta cinco veces, para que luego "anden como reloj".
Cada aparato se hace por encargo. Varios también viajan a EE.UU. "Uno de éstos incluso se va a Rusia", cuenta, indicando uno de los cuatro chasis que ya tiene a medio armar en su taller y que serán la primera partida de sus relojes 3.0.
"Estos engranes son 3.0 y es un producto más estable que puede armar cualquiera. El péndulo es clave y en estos modelos se puede armar y desarmar. He ido avanzando y he convertido esto en un hecho visual, de mecánica de madera: una escultura que funciona", precisa.
Los engranes de tracción se activan con el peso del árbol de piedras, y los engranes de reducción de velocidad, para determinar el número de vueltas, son parte del mecanismo totalmente hecho a mano y en madera de contachape marino, de roble en la superficie y laurel en los interiores.
Esto, dice el diseñador, le confiere mayor resistencia al aparato frente a las fluctuaciones de humedad y temperatura de las estaciones de invierno y verano: un aspecto fundamental a la hora de medir el paso del tiempo, segundo a segundo. Las manecillas, el péndulo y otras piezas son hechas de avellano, olivillo y ciprés.
Las piedras, en tanto, son seleccionadas por su forma y peso, y una vez en el reloj, deben ser diariamente remontadas, subiendo la más pesada. Un día o 24 horas se demora en bajar hasta casi topar el suelo.
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