El caso que la ciencia no puede explicar (todavía)

<P>Cuando a una le hacen cosquillas, las dos se ríen. Si una toma jugo, la otra también siente el sabor. Esa es parte de la cotidianidad de las hermanas Hogan, siamesas canadienses unidas por la cabeza. Un caso que se ha vuelto único en el mundo. </P>




"No me gusta el ketchup", suele refunfuñar Krista cuando Tatiana, su gemela, lo come con avidez. Cualquiera podría creer que se trata de uno de esos casos en que los gemelos alcanzan tal conexión emocional, que uno es capaz de sentir lo mismo que el otro. Pero no, olvídese de los sentimientos, porque estas dos niñas canadienses de cuatro años comparten mucho más que una experiencia de vida.

Krista y Tatiana Hogan son una pareja de siamesas unidas por la cabeza, una condición que afecta a cerca del 6% de todos los gemelos unidos por alguna parte de sus cuerpos. Sin embargo, su caso es único en el mundo, ya que no sólo comparten una parte de su estructura cerebral, sino también la función sensorial asociada a ésta: cuando una toma un vaso de jugo, la otra también es capaz de percibir el sabor, tal como si fuera ella quien lo está bebiendo.

De esto se dio tempranamente cuenta su madre, Felicia Simms, de 25 años, cuando, a los pocos meses de vida de las niñas, veía que al sacarle una muestra de sangre a una, la otra comenzaba a llorar, a pesar de no ser capaz de ver lo que ocurría a su lado. No sólo sus más cercanos han sido testigos de estas excepcionalidades, pues desde que nacieron, a las 34 semanas de gestación, las gemelas han sido objeto de estudio. Tanto, que el año pasado, National Geographic emitió un documental con su historia. Pero su madre y el equipo médico que las rodean han sido muy cuidadosos con el resguardo de la privacidad y la salud de las pequeñas, al punto que nunca han sido sometidas a exámenes de imagenología demasiado sofisticados, debido a su corta edad y a que no se tiene claro qué efectos podrían generar sobre ellas. Douglas Cochrane, el médico a cargo de Krista y Tatiana, en el Hospital de Niños de British Columbia (Canadá), conversó con La Tercera y explicó la hipótesis más certera que se tiene sobre lo que sucede con las niñas.

Las siamesas están unidas de tal manera, que comparten no sólo la parte exterior de la cabeza, sino que entre sus cerebros existe una conexión inusual, que permite el paso de información de uno al otro, lo que vuelve completamente singular su procesamiento de los estímulos sensoriales. En cualquier persona con una estructura cerebral normal, la interpretación de los estímulos funciona de la misma manera: cuando alguien mira, por ejemplo, un pájaro, ese estímulo viaja desde la retina del ojo, a través del nervio óptico, hasta el tálamo, una suerte de estación de relevo de la información sensitiva. Desde ahí llega a la corteza cerebral, que es donde se interpretan los estímulos y se convierten en información. Es decir, en ese momento el cerebro sabe que está viendo un pájaro, en un proceso que dura sólo 50 milisegundos en ocurrir.

En las siamesas, este proceso sigue el mismo patrón, pero sólo hasta el ingreso del impulso al tálamo. Ahí, a través de lo que Cochrane describe como un "puente talámico", compuesto por fibras nerviosas blancas, el impulso se duplica y viaja también al tálamo de la otra niña, donde el cerebro de la gemela realiza la misma labor de interpretación. La otra niña puede acceder a la misma información que la primera, aún sin estar en presencia directa de un estímulo.

Esto encierra una serie de interrogantes, sobre todo, por la falta de exámenes más complejos y porque no existe documentación sobre un caso similar en el mundo. Sin embargo, una cosa es clara: la mente de cada una se desarrolla de manera autónoma. El neurólogo y docente de la Facultad de Medicina de la UDP, Eduardo Galeno, ha leído sobre el caso. En su opinión, las siamesas no comparten el procesamiento, que siempre es independiente. "Comparten la carretera, pero los destinos son diferentes", asegura. Esto se evidencia en algo tan simple como que a Krista le gustan ciertas comidas y a Tatiana no: cuando Krista las come, su hermana trata de sacarlas rápidamente de su lengua, a pesar de nunca haber estado en contacto real con ellas.

La misma idea comparte el doctor Pedro Maldonado, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile: "A pesar de que podamos recibir los estímulos, provenientes de mirar la misma foto, todos sentimos algo distinto al verla. Es por eso que podemos afirmar que aunque comparten el cableado cerebral, cada una tiene su mente". Que es, en palabras de estos especialistas, una construcción infinitamente más compleja que un cúmulo de sensaciones y en la que intervienen tanto experiencias previas como ciertas particularidades propias de su malformación.

Unidas pero no iguales

Una de las preguntas más grandes que busca respuesta en este caso es qué ocurre cuando ambas están mirando cosas diferentes. ¿Se cruzan los estímulos? ¿Ambas ven las mismas cosas? ¿Se confunden las sensaciones? En opinión del doctor Galeno, ambas reciben los estímulos de la otra, de manera que,sensorialmente se mezclan. Pero a pesar de eso, cada una es capaz de identificar que, pese a sentir algo, no es ella quien lo está experimentando realmente. Por ejemplo, cuando a Tatiana se le hacen cosquillas, Krista se ríe, pero dice: "Ahora hazme cosquillas a mí". Una muestra clara del sentido de individualidad que tienen, que las hace distinguirse plenamente en lo exterior, pero también en lo más íntimo.

Por ejemplo, el hemisferio derecho de Krista es mucho más pequeño de lo normal, lo mismo que ocurre con el hemisferio izquierdo de Tatiana. Según el doctor Galeno, un hemisferio cumple con las funciones en las que el otro no es tan diestro. "El izquierdo se ocupa de la producción del lenguaje, de la capacidad racional, de la capacidad de cálculo, mientras que el derecho es la emocionalidad que le damos al lenguaje y las características que podamos manifestar en cuanto a gustos artísticos", explica. O sea, el cerebro de Krista está especializado en funciones más "duras" que el de su hermana. Esto es visible en una recreación que hace la periodista Susan Dominus en su artículo de la revista del The New York Times que describe a las siamesas. Dominus reporta: "Tatiana es más alegre y Krista es más agresiva, lo que se aprecia en que está más dispuesta a rasguñar o a pegarle a Tatiana cuando se siente frustrada". Obvio, nada de esto quita que, al mismo tiempo, y como se sorprende Dominus, sean capaces de "decir el nombre preciso de un juguete que sólo uno de ellas pudo ver o de apuntar el lugar exacto cuando alguien toca el cuerpo de su hermana".

Afortunada e independientemente de sus particularidades, el resto de las funciones de las Hogan se cumple de manera relativamente simétrica, lo que lleva a los especialistas a creer que tienen un buen diagnóstico. Sus corazones trabajan eficientemente y, al menos en el corto plazo, no llegarían a tener complicaciones cardíacas, que son uno de los principales problemas que enfrentan los siameses. Sin embargo, su desarrollo sicomotor, que al día de hoy evidencia un retraso de un año, sería distinto del común de los niños. El doctor Cochrane, sin embargo, confía en que se trata sólo de tiempo. "Se puede esperar que a una persona le tome más tiempo caminar con alguien pegado al lado. El lenguaje y la escritura claramente les tomarán más tiempo, ya sea por sus estructuras cerebrales o por el hecho de tener a 'alguien" dentro de sus vidas".

Pero de separarlas, ni hablar. Su familia se ha rehusado terminantemente y los médicos no tienen una idea clara de las consecuencias de este procedimiento, que podría llevar, en el mejor de los casos, a que una de ellas perdiera definitivamente la capacidad sensorial.

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