El cementerio canino que esconde el cerro San Cristóbal

<P> Son dos docenas de lápidas las que hay a un costado de la piscina Tupahue. Ahí descansan pastores alemanes que sirvieron por 10 años a un carabinero. </P>




"¿Estas parecen ser …?", pregunto tratando de no ser impertinente. "Sí, sí, son lápidas", responde el suboficial de Carabineros José Buendía, indicando las piedras con nombres labrados, como Arak, Nerón, Chico, Banty, Baltazar. "Son las tumbas de los perros policiales de todo Santiago", dice.

El cementerio de perros policiales de la Escuela de Adiestramiento Canino de Carabineros está en un sombrío y fresco rincón del cerro San Cristóbal, a un costado del acceso a la piscina Tupahue. Los ciclistas y trotadores matinales pasan junto a éste y pocos reparan que bajo los eucaliptos y castaños, hay dos docenas de pequeñas lápidas de piedra con sentidos mensajes labrados por los carabineros que los tuvieron a su cargo: "Mi pena y mi dolor para mi perrito adorado´Tonkin´"; "Me enseñaste muchas más cosas de las que yo te pude enseñar", versan las lápidas.

Cada uniformado-guía tiene un mismo perro por 10 años, y por eso se produce esa amistad y empatía. "Cuando fallece un perro extremadamente bueno o campeón de torneos de entrenamiento, se le entierra en el cementerio", dice Buendía. Unos cien metros más arriba, en el cerro, se encuentra la Escuela de Adiestramiento Canino de Carabineros, donde los guías preparan a sus perros desde cachorros. Desde ahí bajan todos los días, en dos turnos, 60 ejemplares policiales a vigilar las calles de todo Santiago. "En estas fechas, especialmente, se concentran en el centro, Estación Central y Providencia, donde hay mucho peatón y comercio. Estos perros son especiales para controlar aglomeraciones", cuenta Buendía.

El lleva 32 años como instructor de perros policiales, y a sus 52 años, es el más antiguo y experimentado en toda la rama. La comandancia prácticamente no le ha permitido jubilarse, porque no hay quién lo reemplace. Heredó el oficio de su padre -también José Buendía-, que fue miembro fundador de la escuela de perros policiales el año 56. Desde el 82, José Buendía hijo está a cargo de adiestrar a los perros y enseñar a los carabineros-guías para que formen parejas con los animales.

Al carabinero que es muy hiperactivo lo coloca al lado de un perro de carácter suave. Al tímido, un perro energético: "Como en el ser humano, las parejas tienen que equilibrarse para que funcionen", asegura.

Rezar por los perros

La simbiosis hombre-perro es tan antigua como la civilización, pero pocas veces se homenajea al animal con lápidas y cementerio como ahí. "Está reservado para algunos perros héroes", cuenta Buendía. Como Eco, que atrapó a un ladrón en Las Condes, pese a que le clavaron una tijera en la columna.

También están campeones como Niky, que ganó un pa-namericano de competencias de adiestramiento en los 90 y rescató a un sinnúmero de víctimas en el terremoto de Aiquile, en 1998, en Bolivia. "Ever y Hannover batieron un récord al subir hasta los 6.300 metros de altura en el volcán Licancabur. Por eso es que cuando muere uno bajan todas las patrullas de la escuela con sus perros y se forman en línea para hacer una plegaria". Unas cien personas y 60 animales despiden el alma del perro mártir", dice. Desde ahí, y entre los árboles, se divisa todo Santiago. Sus calles, atestadas de gente en fin de año, peligrosas.

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