El Chile que vive sin luz

<P>Usted quizás no lo sepa, pero en el Chile del siglo XXI aún hay 24 mil hogares que no tienen suministro eléctrico. Algunos se "cuelgan" de tendidos ajenos, otros ocupan generadores y los más "tradicionales" utilizan velas. Ver televisión o hacer una tarea en la noche son lujos que no se pueden dar. </P>




EL hijo de María Donoso (52) es diseñador gráfico y tiene un computador. Ella tiene centrífuga. En el centro del living tienen una televisión de 23 pulgadas. Pero no pueden ocupar nada. María es una de cuatro vecinos en un predio de una hectárea en Peumo Alto, en la comuna de San Pedro, Melipilla, colgada a un tendido eléctrico a dos km de distancia, que abastece a todas estas familias. Cuando María quiere ocupar la plancha, tiene que pedirle a todos sus vecinos que corten la luz. En la época universitaria, para ocupar el computador que le regalaron para sus tareas, su hijo tenía que esperar hasta la 1 AM para que el voltaje fuera el suficiente para encenderlo, con el riesgo de que se le quemara.

Según el Ministerio de Energía, en Chile hay 24 mil viviendas del sector rural que aún no tienen electricidad. En el caso de María, el tema es más complicado, porque no tiene agua potable. Y la que puede sacar de un pozo a ocho metros de profundidad funciona con una bomba, que a veces no tiene la fuerza suficiente para extraer el agua. El miércoles no tuvo ni para hacerse un té al desayuno.

La instalación de energía eléctrica fuera de la urbe es un asunto que mezcla, a través del Programa de Electrificación Rural de la Subsecretaría de Desarrollo Regional (Subdere), a las distribuidoras de energía, municipalidades, gobiernos regionales y los propios usuarios.

Para que María tenga luz en su casa, la empresa distribuidora debe realizar una evaluación sobre el valor social de cada familia, es decir, el consumo estimado que tiene cada grupo. Luego, la municipalidad debe presentar un proyecto al gobierno regional que será financiado a través de un Fondo de Desarrollo Regional (FNDR) y, finalmente, María tendrá que pagar alrededor de $ 300 mil por una instalación eléctrica certificada por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles. A María no la incluyen bajo la línea de la pobreza, que alcanza un 9% en su comuna, aunque vive con $ 190 mil mensuales para sus hijos y su esposo.

Dice que sólo quiere agua y que el proyecto de su área lleva cerca de seis años en carpeta.

"En las ciudades hay muchos usuarios que hacen factible económicamente la inversión en redes eléctricas, pero esto no ocurre con las zonas rurales, alejadas y más despobladas", afirma Cristián Saphores, gerente general de Emelari, Elecda y Eliqsa, del grupo CGE.

Por esta razón es el que el Estado entrega un subsidio a la inversión que realizan las empresas distribuidoras o cooperativas eléctricas, "debido a que muchos de los proyectos de electrificación no son rentables desde el punto de vista privado", afirma Julio Cuadra, coordinador del Programa de Energización de la Subdere.

"Queremos ver una película", le dicen sus dos hijos menores, de cuatro y cinco años, a Luis Pizarro (52). Este vecino de la localidad de El Sauce, en la comuna de Río Hurtado, Limarí, en la IV Región, ha vivido toda su vida sin luz. Pero dice que con electricidad "me cambiaría mucho la vida, tendría un mejor bienestar. Tener la electricidad sería el futuro para tener computador y tecnología que los ayudaría para el estudio", dice sobre los hijos mayores, de 15, 18 y 19. No obstante, sabe que se irán pronto, porque mantener a los jóvenes en el campo sin acceso a electricidad es "difícil para ellos".

Luis trabaja como temporero de uva de mesa en Monte Patria y sólo en velas gasta dos paquetes cada cinco días, que le cuestan $ 1.300, o sea, $ 15.600 al mes. Una cuenta promedio de luz en zona rural es de $ 7.000 mensuales: es más económico y tiene más beneficios.

Sus hijos también le piden tener un refrigerador. Cuando ellos quieren algún alimento fresco, como carne o pollo, se levanta a las 5.00 para llegar a Ovalle a las 8.15, comprar y de vuelta de nuevo. Como no tiene dónde conservar la comida, compra algunas cosas para el día y tal vez mañana.

"En el secano ya no hay energía eléctrica. Son gente de escasos recursos. Acá hay niños que se demoran dos horas en llegar a la escuela. En ellas tienen algunos sistemas fotovoltaicos, pero para hacer funcionar cuatro computadores para que los niños se actualicen, es imposible", afirma Freddy Aguirre, director de Obras.

Vivió 35 años sin electricidad y hace sólo dos tiene. "Para hacer las tareas nos alumbrábamos con velas y era peligroso, porque se podía prender el papel", relata Doris Flores, pobladora de Fundina, en Río Hurtado.

Durante un corto tiempo tuvo paneles solares, pero "no se podía usar la plancha, la tele, ni el hervidor. Ahora tengo poco, pero puedo usar todo", dice.

Vive con sus dos hijos, de 11 y 16 años. Según cuenta, "para ellos el cambio ha sido mejor. Pueden hacer sus tareas hasta tarde".

Otros que viven con soluciones alternativas a la electricidad tradicional son los pobladores de los archipiélagos aledaños a la Isla Grande de Chiloé.

Durante 2010 comenzó un proyecto que busca entregar suministro eléctrico a través de generadores diésel y redes de distribución, para beneficiar a cerca de 700 familias, escuelas y postas de islas como Acui, Lin Lin y Chelín. Para el proyecto se invirtieron MM $ 1.500, financiados por la Subdere.

En Chiloé las personas deben desplazarse en lanchas para comprar combustible para alimentar un generador y tener un par de horas de luz. Para ellas, "el programa de electrificación les cambia la vida en todo sentido, no es sólo apretar un botón y encender una ampolleta, es mucho más que eso", afirma Julio Cuadra.

Sin embargo, hay quienes no están conformes con los tiempos en que se han desarrollado los proyectos: "Hoy la empresa privada es la única que se hace de rogar para darnos las evaluaciones de lo que se pide para presentar los proyectos actualizados", afirma el alcalde Florentino Flores, de San Pedro. Mientras que en Emelectric (la empresa distribuidora de la zona de San Pedro) responden que los proyectos "tienen su tiempo de ejecución, debido a una serie de variables, como complejidad y aislamiento del terreno, títulos de dominio y las necesidades de los clientes".

Ajena a las explicaciones técnicas, María dice: "No andar de casa en casa pidiendo que apaguen la luz, es lo único que pido".

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