El club de enólogos que rescató el carignan del Maule
<P>Es una cepa que llegó de Francia, tras la crisis del terremoto de Chillán, y luego pasó al olvido.</P>
El viñador es el hombre que labra la viña, el que representa el trabajo y el esfuerzo a diario bajo el sol. Ese concepto fue el elegido por un grupo de emprendedores del secano costero de la Región del Maule para nombrar a su asociación. Claro que al centro de la palabra le intercalaron la letra G, de carignan, el producto que los reúne en una tarea común. Los Vignadores del Carignan son 12 pequeñas viñas afanadas en el rescate de una cepa que dormía hace 50 años en las tierras maulinas, sin que le dieran el verdadero valor ni resaltaran su carácter. Un tipo de uva que, poco a poco, ha comenzado a expandirse en las grandes marcas, pero que es en estas tierras donde tiene más arraigo.
La llegada del carignan a Chile es algo difusa, pero la mayoría de los viticultores coincide en que, probablemente, las primeras estacas fueron traídas desde Francia en 1939, después del terremoto de Chillán. El corazón de la viticultura había sido fuertemente golpeado y necesitaba ponerse de pie. Fue por eso que el Departamento de Enología del Ministerio de Agricultura decidió importar estacas de carignan para mejorar las características de los vinos tradicionales de la zona, pues la nueva cepa aportaría color, cuerpo y, sobre todo, frescura a la cepa País, aquella variedad más rústica que llegó con los primeros españoles.
El enólogo de viña Gillmore, Andrés Sánchez, relata que "pasaron algunos años desde la internación del carignan y su rendimiento empezó a disminuir notoriamente. Algunas de las viñas fueron atacadas por la llamada peste ceniza y la gente fue abandonando el carignan, la viticultura entró en crisis y estas vides siguieron viviendo mezcladas con cepas países o durmiendo en pequeñas viñas, pero sólo en el secano costero, pues desaparecieron de las zonas más húmedas".
Fueron 50 años, hasta que en 1995, Francisco Gillmore comenzó a producir nuevamente el carignan en el sector de Tabón Tinajas, al poniente del río Loncomilla. Sánchez agrega que "otras viñas también comienzan a producirlo y a ver en esto la forma de hacer un vino distinto, con mucho carácter, con gran acidez, un pH bajo, muy diferente a los vinos corrientes chilenos, que en general son vinos buenos, pero que no reflejan el carácter y el territorio".
Así surge este carignan maulino, que debe su concentración y particularidad a un secano que presenta un perfecto balance hídrico, gracias a las lluvias invernales y un clima marcado por un sol abrasador en verano, acompañado de noches frescas y aireadas desde la costa. "Nos dimos cuenta de que no había carignan en otra parte del país, sólo en el secano costero de la Región del Maule. Era un tesoro".
Hace dos años surgió la idea de formar una agrupación de viticultores, durante una conversación entre Andrés Sánchez y el periodista especializado Eduardo Bretahuer. En 2010, año en que la zona volvía a ser fuertemente golpeada por un terremoto, se conformó el Club del Carignan, que luego,con aportes de Corfo, dio paso a la Asociación Vignadores del Carignan, en el que participan las viñas Bravado Wines, De Martino, Garage Wine Co, Gillmore, Lomas de Cauquenes, Meli, Miguel Torres, Morandé, Odfjell, Undurraga, Valdivieso y Viña Roja. Corfo financió el desarrollo de la marca Vigno y, además, apoyó la definición de parámetros. "Debe tener un 65% mínimo de carignan, proveniente de parras de más de 30 años de edad, plantadas en cabeza y en condición de secano", dice Rodrigo Moisán, gerente del Cluster de Vinos de Chile 2020 del Centro Tecnológico de la Vid y el Vino de la U. de Talca.
Con 600 hectáreas, los "vignadores" están abocados ahora a producir el vino y a difundir algo que "tiene que ver con la gente, las tradiciones, la vida, la comida y la cultura de un territorio", dice Sánchez.
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