El coleccionista de juguetes
<P>Juan Antonio Santis guarda mil juguetes fabricados en Chile. Los busca en la calle, en ferias de antigüedades y los pasea por la ciudad. Ahora está presentando 160 piezas en Lo Barnechea. ¿Qué puede tener de trascendente un trompo, un camión de madera o un tanque de lata en extinción? </P>
Una mañana de agosto del año 2000, Juan Antonio Santis se encontró de frente con un tanque. El camuflaje lo atrapó. Lo miró de cerca; tenía un cañón corto y una pequeña inscripción lateral: simplemente decía "Ramón Vásquez". No lo sabía entonces, pero mientras la gente pasaba por su lado y él se mantenía de pie en una feria de antigüedades de Valparaíso, comenzaba a crecer una obsesión.
-¿El tanque todavía tenía la pintura intacta?
-No se llama pintura -dice y suelta una mueca de satisfacción. Es el momento en que comienza a hablar de lo que más le gusta y que a los 46 años no es el fútbol ni la política: son los juguetes.
-Yo te voy a enseñar algo: eso se llama litografía, no pintura -dice levantando el mismo tanque que encontró ese día de agosto por 500 pesos, una pequeña máquina del año 42 que cabe en sus dos manos.
Juan Antonio está rodeado de figuras de lata envueltas en plástico, de muñecas que mueven los ojos como si estuvieran vivas, de cientos de soldaditos de plomo que recuerdan la Guerra del Pacífico y de unas réplicas en miniatura de Pinochet que alguna vez lo hicieron ganar mucho dinero. Sobre él, cae una luz tenue que nace de la lámpara de su escritorio. Desde ese rincón, su taller, fragua su legado para la historia: su colección de juguetes chilenos.
Juan Antonio tiene en total mil juguetes. Todos repartidos entre su casa de Macul y su taller de La Florida. Fueron fabricados industrialmente en el país entre 1910 y 1970, pero se concentran en la década del 40, cuando por culpa de la Segunda Guerra Mundial Europa dejó de exportar piezas para los niños.
-Las empresas más famosas fueron la Casa Vásquez, que fabricaba envases de hojalata en el cerro Los Placeres en Valparaíso y que el año 37, previendo el triste futuro para los niños, se transformó en una fábrica de juguetes. Más importante que la Vásquez fue la Neumann, que funcionó entre el 39 y el 69. Mi segunda pieza de colección fue de esa marca: una carreta panadera.
Pasea por todas las ferias de antigüedades que puede: la de la Plaza O'Higgins en Valparaíso; centro de antigüedades Los Pájaros, en Providencia; y calle Caupolicán. También visita los persas Bío Bío y de Peñalolén, en Grecia con Tobalaba. No quiere decir cuánto ha gastado en una pieza, prefiere guardar el dato para no tentar a nadie. "Sin duda el mayor valor es patrimonial", comenta.
Juan Antonio no es sólo un detector de juguetes, también persigue su historia.
-Vengo llegando de conversar con Fernando Sato, un vendedor que era de la casa Hombo. ¿Sabes lo que es la casa Hombo? Una de las jugueterías más antiguas de Santiago, estaba en el pasaje Matte. Este señor, que es japonés, me contaba qué era lo más pedido por los niños. En la lista figuran los famosos camiones de madera de Tomás Solís, trompos con émbolos e imágenes de lata de Figueras, Puig y Cía.
Estos juguetes, para él, cuentan la historia de Chile; aunque su pasión no es siempre comprendida. "Me han dicho de todo, que soy raro, que estoy loco, que soy gay o millonario". Juan Antonio vive de crear productos para tiendas de museo, como suvenires y dioramas, un tipo de maqueta que presenta figuras humanas, vehículos o animales.
Su afición también lo acerca a sus hijos Josefina de seis años y Antonio de cuatro, a quienes nunca les ha comprado un juguete de retail. Se los fabrica él mismo en su taller.
"Una vez mi hija me pidió una nube con lluvia; y se la hice. Otra vez fuimos a una exposición de barbies y me dijo 'ahora sí sé que no me gustan'; ellos están acostumbrados a los juguetes con los que sueñan, no con los que ven en la tele".
Juan Antonio estudió Arte y Filosofía, es escultor e hizo un magíster en Museología. ¿Su sueño? Que Chile tenga el primer museo del juguete de Latinoamérica y que esté en Santiago. Mientras tanto, él junta, apila y se mueve por distintos lugares de Chile y el planeta cargando su pequeño mundo. A fines de 2005 incluso participó en una exposición de juguetes en Bélgica y está próximo a lanzar un libro que recopila toda su investigación.
Ahora recaló en Santiago, en el mall Espacio Urbano de La Dehesa donde hasta el 27 de agosto estará mostrando 160 de sus piezas.
¿De verdad crees que a la gente le importan los juguetes?
-No sabes cuánto. Cuando un señor mayor se para frente a esos pequeños juguetes que ni recordaba y se queda detenido, embelesado, hasta sueltan lágrimas. Ese acto vesánico me hace sentir pagado y ya me puedo morir tranquilo.
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