El contraataque de los hijos únicos
<P>Egoístas, narcisistas y desesperados por obtener atención, así se ha descrito a los hijos únicos. Hoy, un nuevo libro, que recoge evidencia que data de más de un siglo, prueba que no sólo se adaptan socialmente tan bien como el resto, sino que, además, tienden a conseguir más logros académicos y profesionales.</P>
Aunque parezca increíble, siempre hemos pensado que hay más de malo que de bueno en ser hijo único. Eso, aunque enel 45% de los hogares con hijos tiene sólo un hijo. Todo gracias al estereotipo. Porque no importa si es un súperhéroe como Batman o un puñado de problemas como Daniel el Travieso, el hijo único siempre tiende a ser sinónimo de narcisismo, desadaptación y egoísmo, sólo por nombrar algunas de las características que se le atribuyen a quien no tiene hermanos.
Pero hoy, escuche bien, se está dando vuelta la cosa: los hijos únicos no sólo están tan adaptados socialmente a su entorno como los que tienen hermanos, sino que, además, llegan más lejos académica y profesionalmente. Y más: también ayudan a mantener la paz en sus casas (sus padres se consideran más realizados y declaran tener menos problemas en el trabajo que los que tienen más hijos).
La evidencia de todo esto ha estado por mucho tiempo. Pero recién ahora se está reanalizando. De hecho, eso es lo que hace la autora y periodista Lauren Sandler en su reciente libro Uno y sólo uno: la libertad de tener un solo hijo y la alegría de ser uno de ellos. En él, Sandler hace referencia a los últimos estudios sobre el tema, pero quizás lo más sorprendente es que desempolva antecedentes de hace por lo menos un siglo, que ya en ese tiempo probaba lo que nadie parece querer creer: los hijos únicos no son todo lo que siempre hemos creído.
El mito nació de la mano de un especialista en infancia de finales del siglo XIX. Granville Stanley Hall, líder del movimiento de estudio sobre los niños, se refirió en 1896 a los hijos únicos como "una enfermedad en sí mismos" y les atribuyó todas las características negativas que ya sabemos. Desde ese momento y gracias a la repercusión que tuvieron sus talleres diseminados por todo el mundo, poco pudo hacer la ciencia para desmentirlo. No importó que ya en 1928 el investigador Norman Fenton probara que en mediciones de generosidad y sociabilidad, los hijos únicos alcanzaban mejor puntaje que los niños con hermanos, ni que demostrara que eran más honestos y con mayor iniciativa y habilidades de liderazgo. La suerte de los hijos únicos estaba echada.
O eso, al menos, fue por un tiempo. Porque en la actualidad se les están atribuyendo más ventajas. Según Toni Falbo, de la Universidad de Texas, una de las investigadoras que todavía lucha por sacar a la luz la evidencia sobre los hijos únicos, la razón es simple. Ellos, dice, tienen mucho mejor "ajuste personal" que el resto. Este concepto se refiere a la habilidad de lidiar efectivamente con problemas que son tanto internos -como la ansiedad- como externos -como los conflictos con otros-.
Lo mismo probó el sicólogo Steven Mellor, de la Universidad Estatal de Penn, quien envió largos cuestionarios a las salas de clase de niños de entre 11 y 19 años. ¿Qué concluyó de sus respuestas? La mismo que Fenton había comprobado casi un siglo antes: los hijos únicos son generalmente más autónomos, tienen mayores niveles de motivación e identidades más fuertes. Todo, gracias a la seguridad y autoconfianza que les da contar con el apoyo irrestricto y no compartido de sus padres durante la niñez.
Falbo, quien no sólo ha conducido sus propios estudios, sino que se ha dedicado a hacer metaanálisis de investigaciones desarrolladas en décadas anteriores, midió a los hijos únicos versus aquellos con hermanos en 16 rasgos como liderazgo, madurez, extraversión, participación social, popularidad, generosidad, cooperación, flexibilidad, estabilidad emocional y alegría. En cada una de estas categorías, los hijos únicos puntuaron tan bien como los que tienen hermanos. Sólo en dos encontró Falbo una marcada diferencia entre los hijos únicos y los demás: motivación a los logros y autoestima. En esos rasgos, los niños que no tenían hermanos resultaron mucho mejor que los que sí tenían.
Los beneficios de tener más atención
La profesora de la Escuela de Salud Pública de la UCLA, Judith Blake, ha pasado una gran parte de su carrera investigando el porqué de una verdad probada en numerosos estudios: los hijos únicos tienen mayor éxito en el colegio y en sus vidas profesionales. La respuesta a la interrogante es, a su juicio, sencilla: entre más hijos, más se diluyen los recursos con los que cuenta una familia. No importa si es la atención, el tiempo o el dinero. Cuando hay más niños, cada uno recibe menos de todo. Y lógico, esa dedicación impacta sobre el nivel de aprendizaje, que más tarde puede traducirse en diferencias sustanciales en sus carreras profesionales.
Así lo probó el estudio Project Talent, que siguió a 440 mil niños, pertenecientes a 1.353 colegios norteamericanos, hasta que bordearon los 30 años. ¿Qué encontró? Que los hijos únicos se desempeñaban mejor en las pruebas cognitivas. En tests destinados a medir 32 diferentes tipos de inteligencia, marcaron más alto en 25, y en cuatro de ellos obtuvieron el mismo puntaje que los niños con hermanos.
Las principales razones tras este fenómeno son dos. La primera es que los padres les hablan mucho más a los hijos únicos. Según los estudios de las sicólogas Judy Dunn y Carol Kendrick, uno de los recursos relacionados con el éxito académico que más se diluye cuando hay más niños es el número de palabras que los padres les dirigen directamente.
Numerosos estudios han encontrado, además, que mientras más les hablan los padres a sus hijos, mayor es el nivel de vocabulario y mayor es, en consonancia, su nivel de coeficiente intelectual. No por nada, los niños sin hermanos tienden a marcar entre dos y tres puntos más en los tests de inteligencia, lo que equivale a un aumento de 45 puntos en el SAT, la prueba de selección universitaria estadounidense.
La segunda razón tiene que ver con el ambiente intelectual que existe en una casa cuando es habitada por más adultos que niños. Así lo probó el sicólogo social Robert Zajonc, quien descubrió que cuando nacen más niños, el nivel intelectual total de la familia disminuye, independiente de su nivel educacional. Zajonc, quien falleció en 2008, aseguraba que no sólo los padres les hablan y les leen menos a sus hijos cuando son más, sino que, en general, toda la familia se vuelve más "guagualona", con el fin de incorporar socialmente al miembro más joven.
Es precisamente lo que explica la probada ventaja académica del hijo mayor sobre el menor: según un estudio realizado por epidemiólogos noruegos y publicado en Science en 2007, la razón tras este fenómeno está en las casi 3.000 horas extra que los progenitores pasan con su primer hijo entre los cuatro y 13 años.
Un alivio para los padres
Medios de prensa de todo el mundo se han dedicado a cubrir un tema que frecuentemente pone a la mujer como protagonista, pero que, según Sandler, está afectando a padres y madres por igual. Se trata del agotamiento que produce la doble jornada, esa que incluye el trabajo remunerado, pero también las labores de la casa y el cuidado de los hijos. Según Sandler, parte de esta presión podría resolverse teniendo sólo un hijo.
La modernidad y la nueva forma de ser padres, que implica cumplir con una apretada agenda de actividades de los niños para que se desarrollen al máximo sus talentos -no importa si son en matemáticas, danza o basquetbol-, hoy exigen mucha más dedicación que antes. De hecho, la nueva paternidad hizo que los hombres, sin abandonar su trabajo, se introdujeran definitivamente en las tareas de la casa, donde realizan un tercio más de labores que en 1965. Eso, probablemente, explica la cifra entregada por el Instituto de Familias y Trabajo de Estados Unidos: 60% de los hombres lo pasa mal a la hora de tratar de equilibrar la casa y el trabajo.
Paradójicamente, esto no se traduce en un alivio para las mujeres. Así lo descubrió la investigadora Suzanne Bianchi, quien, analizando datos del censo estadounidense, llegó a la conclusión de que hoy las mujeres pasan 13 horas a la semana cuidando de los niños, mientras que en 1965 pasaban sólo 10 horas y media, incluso cuando 60% de ellas se quedaba exclusivamente en la casa.
Obviamente, la mayor carga repercute en la carrera laboral, algo que no resienten tanto los padres de hijos únicos. Así lo probó una encuesta estadounidense que siguió a familias desde finales de los 80 hasta los 90 y que mostró que un hijo disminuye las horas laborales semanales de la mujer en ocho horas, mientras que el segundo las disminuye a 12, complicando sus posibilidades de ascender. Los hombres, por su parte, tienden a pasar tres horas más a la semana en el trabajo por cada nuevo hijo.
Frente a este panorama, no parece raro que la satisfacción con la vida de los padres de hijos únicos sea también mayor. Más tiempo libre y menos presión tienden a tener como resultado lógico mayor bienestar. Una investigación de Hans Peter-Kohler, profesor de demografía de la Universidad de Pennsylvania, analizó a 35 mil gemelas danesas y se dio cuenta de que aquellas que habían tenido sólo un hijo estaban más satisfechas que las que habían tenido más de uno.
Como dice el mismo Kohler, "al considerar el valor, deberías detenerte en un hijo para maximizar tu bienestar subjetivo".
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