El curioso cuidador de Palacio Cousiño
<P><span style="text-transform:uppercase">[nueva vida]</span> Víctor Ponce vive en una casa con su señora y sus hijos, hace asados en el jardín y, cuando el calor quema, se baña en la piscina inflable de su patio. Su vida es como la de cualquiera, excepto por un detalle: hace casi un año es mayordomo del Palacio Cousiño y vive rodeado de pura aristocracia. </P>
EN el living de Víctor Ponce hay un sofá de cuero, un televisor plasma, algunas plantas y un gato blanco que pasea de un lado a otro. Parece un espacio común y corriente, salvo por un detalle que cuelga desde el techo: una sofisticada lámpara de lágrimas de cristal, traída desde Francia en la segunda mitad del siglo XIX. Además, la superficie de su casa tiene 200 metros cuadrados.
Son detalles que evidencian que Ponce -que trabajó en una fábrica de muebles y luego en una empresa de aseo- no vive en un lugar corriente. Y efectivamente es así, porque hace casi un año que es el mayordomo del Palacio Cousiño, el edificio de 1870 de la calle Dieciocho que Luis Cousiño y su señora, Isidora Goyenechea, encargaron al arquitecto francés Paul Lathoud y que hoy es un museo que se alista a ser reparado luego de sufrir daños con el terremoto.
Pese a ello, Víctor sigue dedicado a cuidarlo. Junto a su mujer, sus tres hijos y su nieto de un año son los últimos moradores del palacio. Residen en la casa que tradicionalmente estuvo destinada a los empleados, de 200 m2 y ubicada detrás del edificio principal. El día a día de la familia transcurre entre los diferentes espacios de este lugar que en 1981 fue declarado Monumento Nacional. Infaltables sus paseos con su señora por la Plaza Las Heras; en verano, los chapoteos de su nieto en la piscina inflable que instalan en el jardín, justo frente al invernadero.
Cuando se trasladó a vivir acá, la calidad de vida Víctor y su familia dio un vuelco: hasta el año pasado vivían en una casa de dos pisos en el paradero 36 de Santa Rosa, en La Pintana. "Pasamos del bullicio a la tranquilidad. Mi familia y amigos me echan tallas. Dicen: 'Ahora ya ni vienes a vernos porque vives en un palacio", cuenta soltando una carcajada.
De lunes a viernes, su rutina comienza a las 6.30 de la mañana. La primera tarea es apagar las luces exteriores del palacete; el resto del día se pasea por todo el recinto con dos inmensos manojos de llaves. Víctor es el encargado de reparar todos los desperfectos que ocurren en el palacio, una cañería rota, un problema eléctrico... Y cada quince días se encarama a los techos a sacar las hojas que se acumulan. Es una especie de custodio del buen funcionamiento del palacio que está pendiente de cada detalle durante 24 horas. "Sabía que esta pega al final sería como un encierro, también para mi familia. Pero estamos bien aquí", asegura el mayordomo.
De hecho, los miembros de su familia viven a sus anchas. Sus hijos tres son los más contentos: el mayor (27) trabaja como electricista en Quilicura y la hija del medio (21, madre de un niño) se desempeña como secretaria en Providencia y desde el palacio se demoran mucho menos en llegar a sus trabajos. "Tienen el Metro al lado y el entorno se les hace más agradable", afirma. A eso hay que sumarle la comodidad de los dormitorios de cada uno.
Si bien Víctor se instaló en mayo del año pasado en este lujoso lugar, no era primera vez que lo recorría. En 1984 había llegado como empleado de una empresa de aseo particular y se encargaba de la limpieza de cada uno de sus rincones. Estuvo ahí hasta 1997, año en que la Municipalidad de Santiago -que administra el edificio desde 1940-, se lo llevó para que hiciera similares funciones. Eso hasta el año pasado, que la administradora anterior del palacio, María Eugenia Coello, lo eligió como mayordomo.
Hasta los años 70, en la casa que ocupan Ponce y su familia vivían los administradores. Luego pasó a ser la residencia del mayordomo. En la práctica, desde 1938 estos empleados han sido sus únicos moradores del lugar. El último habitante del palacio fue Arturo Cousiño Lyon, nieto de Luis Cousiño, el empresario minero.
Entre 1940 y 1977 el recinto fue utilizado para recibir a visitas ilustres: en sus habitaciones alojaron personajes como Indira Gandhi, Charles de Gaulle y Golda Meir. Iba a ser también la residencia en que se quedaría la reina Isabel II durante su visita oficial a Chile en 1968. Sin embargo, dos semanas antes un incendio destruyó todo el segundo piso del palacio y Su Majestad debió hospedarse en el ex Hotel Carrera.
Hoy, el palacete está cerrado al público; sólo están permitidas las visitas a los jardines. Las reparaciones según afirma la administradora, Carmen Roba, debieran comenzar en junio.
Ponce es la única persona que entra al edificio. Lo hace día por medio para abrir las ventanas del edificio. En esas ocasiones, aprovecha de contemplar su lugar favorito, el hall central, que tiene una lámpara de cristal que pesa 500 kilos. Su señora prefiere el Salón Dorado, que tiene muebles de estilo Luis Felipe, y que también es conocido como Salón de los Espejos o Salón de Baile. Pero Víctor y Aurora nunca han bailado ahí.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.