El duelo en que De Luca fue defensa

<P>Mucho antes de llegar al fútbol nacional, el delantero argentino combatió en la Guerra de Las Malvinas. A exactos 29 años de su arribo a las islas, él "Prelado" recuerda los díficiles momentos en que luchó para resistir el ataque inglés.</P>




Los disparos de Carlos Gustavo de Luca y sus compañeros de la retaguardia argentina sonaban fuerte en Monte Longdon. Ese 12 de junio de 1982, el enemigo avanzaba rápido y sin descanso sobre las islas Malvinas. Sólo entonces el joven futbolista se dio cuenta de que "no se trataba de una película". Efectivamente, estaba en la guerra, en un lugar lejano, frío e inhóspito, y contra un rival mucho mejor preparado. No estaba seguro si había logrado matar a algún enemigo, pues sólo veía que sus proyectiles se perdían en el horizonte y explotaban a algunos kilómetros. Su vida corría peligro constante. A unos metros de distancia, un bombazo impactó de lleno a uno de los de su compañía, quien murió en el acto. Las esquirlas llegaron hasta De Luca, quemándole las rodillas, mientras que el estruendo le perforó un tímpano. Estas heridas después le valdrían una medalla de honor y el retorno a casa.

Cinco años después, De Luca hacía lo posible por olvidar esos dos meses que marcaron su vida, pero las hinchadas rivales no lo dejaban. Jugando por Wanderers, su primer equipo en Chile, el transandino era molestado con cánticos alusivos a las Malvinas. Los diarios y revistas de la época habían dado a conocer la historia. "Me hacían recordar el tema, que nos habían dado una paliza en la guerra. Eso sí, ningún jugador me molestó con eso", cuenta el "Pelado", un delantero que luego brilló en Cobreloa, La Serena, O'Higgins, Colo Colo y Everton.

De Luca dejó huella durante sus 10 años en el país. Según sus cálculos, marcó 221 goles en total, más que cualquier otro jugador en ese período. Además, fue dirigido por algunos de los más destacados técnicos nacionales de los últimos 30 años: Luis Santibáñez, Mirko Jozic, Manuel Pellegrini y Nelson Acosta. En Chile vivió sus mejores momentos en el fútbol, un país que, paradójicamente, apoyó a Inglaterra en el conflicto de las Malvinas. "Esa es cosa de gobiernos. Mi esposa y mis dos primeros hijos son chilenos. No tengo rencor", dice el ex delantero, surgido de las inferiores de River Plate a principios de los 80.

Por aquella época, De Luca tenía 19 años y le quedaba todavía abundante pelo. En 1981 tuvo que hacer el servicio militar en el Regimiento de Infantería Mecanizado N°3 General Belgrano. El teniente primero Blanquet, hincha furioso de los "millonarios", le daba facilidades para salir a entrenar a cambio de entradas para el estadio.

Una vez finalizado el servicio, cuando el alto delantero estaba muy cerca de entrar en la reserva de River, Argentina invadió las islas Malvinas. Después de la exitosa ocupación, el régimen militar decidió copar el territorio con más de 12 mil soldados y el jugador pasó a integrar otra clase de reserva, la de los llamados a apoyar la defensa de lad Malvinas. "Apenas me enteré que llamaban a los del 62, sabía que me tocaba a mí", recuerda el delantero, quien intentó convencer al teniente Blanquet de que lo excusara, pues ya estaba muy cerca de hacerse profesional. "Si yo voy, vos vas conmigo", fue la respuesta.

Sin saber adónde sería destinado, De Luca se despidió de su familia y de su novia. Les prometió escribir lo más seguido posible y les pidió calma. Se subió a un avión que aterrizó en Puerto Argentino (Puerto Stanley para los británicos) hace ya 29 años. Los primeros días transcurrieron en calma. "Estábamos tranquilos con la gran cantidad de soldados que llenaron las islas, así que pensábamos que ellos no se iban a atrever a venir", relata el ex futbolista.

A mediados de abril, se supo que una flota de barcos ingleses se dirigía hacia Malvinas. La verdadera guerra comenzó en mayo. Los navíos invasores bloquearon el envío de provisiones por mar y aire, y comenzaron a bombardear puntos estratégicos todas las noches. "Su plan era debilitarnos psicológicamente", opina De Luca. Sin embargo, las mermas también fueron físicas. Los alimentos comenzaron a escasear y hacia fines de abril, sólo se servía sopa en el regimiento. El pan, los guisos y las frutas habían desaparecido. Muchos soldados perdieron entre 15 y 20 kilos por desnutrición y fueron debilitándose con las heladas. La deserción no era una alternativa y la única manera de escapar era salir herido. "Muchos compañeros comenzaron a darse tiros en los brazos y en las piernas, por hambre y desesperación, para que los mandaran de regreso a Argentina. Yo nunca pensé en eso", relata el ex atacante.

Para saciar el apetito, De Luca y algunos compañeros decidieron salir a robarle a la población civil. La mayoría eran británicos que habían escapado con lo puesto tras la invasión argentina, por lo que las casas estaban equipadas con lo necesario para sobrevivir. Los soldados argentinos mataron las pocas vacas del lugar y guardaron la carne dentro de las cajas para las municiones. En una de esas escapadas, De Luca vio morir a un compañero que se lanzó a una cama con explosivos.

Ya en junio, los británicos desembarcaron en Malvinas y fueron retomando el territorio con extrema facilidad. Después de pelear en Monte Kent y Monte Longdon, De Luca decidió aprovechar sus heridas para internarse en el hospital. Allí estaba cuando Argentina se rindió el día 14 y cuando vio llegar a los soldados ingleses. "Nos miraban con lástima. Ellos andaban bien vestidos, afeitados, como recién salidos de la casa. Cuando hablaban, decían algo así como 'mira los pendejos contra los que peleamos'. El error fue que nosotros nunca debimos estar ahí", indica el jugador, quien dejó Malvinas pocos días después.

Hasta hoy, el ex jugador evita las reuniones con los demás veteranos. A diferencia suya, muchos presentan problemas psicológicos o se entregaron al alcohol y las drogas. Otros tantos se suicidaron. De Luca superó el trauma gracias al fútbol. "Fue una salvación, me sirvió para escapar. Mis compañeros de armas se quedaron atrapados y no llegaron a ser más que ex combatientes. Yo por lo menos soy ex futbolista", reflexiona el argentino, quien todo los meses recibe una pensión de US$ 1.500 del Estado argentino. Es el único buen recuerdo que le queda.

RR

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