El efecto Blackfish

Tras el estreno en 2013 del documental Blackfish, que relata el drama de las orcas en cautiverio, los parques que albergan  especies marinas han entrado en crisis, especialmente SeaWorld, que es el más famoso de ellos. Ante la andanada de ataques y boicots de animalistas, celebridades y empresas, estos recintos son llamados a reinventarse.




Harry Styles es uno de los rostros más reconocibles de la banda pop británica One Direction y tiene legiones de fans adolescentes que escuchan con devoción sus palabras. En julio, en pleno concierto de  la banda en San Diego, el cantante preguntó: "¿A alguien le gustan los delfines?" y luego agregó "No vayan a SeaWorld".

La actriz Maisie Williams, estrella de la serie Game Of Thrones, estaba en el concierto y grabó un video que compartió con sus 1,4 millones de seguidores en Instagram. El registro propagó por la web los dichos de Styles, un ferviente partidario de Dolphin Project, iniciativa internacional que busca terminar con el cautiverio de los delfines en recintos como SeaWorld.

Este parque marino, con sedes en Orlando, San Antonio y San Diego, es uno de los más famosos del mundo, pero desde hace dos años atraviesa por una seria crisis financiera y de imagen. De acuerdo con un reporte publicado por la compañía en agosto, sus ganancias netas cayeron un 84 por ciento entre el segundo trimestre de 2014 y el mismo período de 2015, y el número de asistentes cayó en cien mil personas, aunque sigue estando sobre los seis millones de visitantes, una situación parecida a la que están experimentando otros recintos de este tipo.

El principal responsable es el documental Blackfish. La obra de Gabriela Cowperthwaite se estrenó en 2013 y cuenta la historia de Tilikum, la orca más grande que hoy vive en cautiverio. Este macho de 32 años fue capturado en 1983 cerca de Islandia y vive en el parque Seaworld de Orlando, donde por años deleitó al público con sus piruetas…hasta que se puso muy violento, un comportamiento que estos animales no muestran cuando están en libertad.

Los primeros signos de agresividad de Tilikum aparecieron en 1991. La víctima fue Keltie Byrne, una entrenadora del parque Sealand of the Pacific donde entonces vivía esta orca. Ante los atónitos espectadores, Byrne fue arrastrada bajo el agua y ahogada por Tilikum y otras dos ballenas. El animal fue trasladado al SeaWorld de Orlando, donde en 1999 un hombre logró  infiltrarse hasta su estanque y a la mañana siguiente fue encontrado sobre el lomo de Tilikum, ahogado y lleno de heridas. En febrero de 2010, la orca mató a su tercera víctima: la entrenadora Dawn Brancheau, quien fue atrapada por las fauces del animal. Cuando se recuperó el cadáver, la mujer tenía rota su espina dorsal y su brazo izquierdo había sido cercenado.

La empresa recibió una multa de 75 mil dólares por violaciones de seguridad, pero sólo un año después Tilikum volvió a los espectáculos. El episodio llamó la atención de la directora que cuenta en su documental cómo estos animales sufren cuando son separados de sus grupos y familias, los años que la ballena pasó encerrada hasta 14 horas diarias en tanques pequeños y sin luz y el acoso que experimentó Tilikum por parte de sus compañeros de cautiverio. Según los biólogos marinos consultados por la realizadora, estas condiciones habrían originado su sicopatía y agresividad.

La alta exposición de Blackfish (disponible en Netflix), que ganó más de 12 premios, activó una feroz reacción de grupos ambientalistas que hasta hoy critican el cautiverio de las orcas en SeaWorld y otros parques. Un ejemplo es Lolita, que habita en el acuario de Miami desde 1970: mientras en estado salvaje estos animales nadan hasta 120 kilómetros diarios, este ejemplar vive sola desde 1980 en un tanque de apenas 24 metros de largo por 18 de ancho y seis de profundidad.

La campaña ha afectado especialmente a SeaWorld, que reúne 24 orcas de las 59 que existen en cautiverio en el mundo. En 2014 el presidente de la empresa, Jim Atchison, renunció ante la imposibilidad de revertir la mala imagen y la caída del 45 por ciento en el precio de las acciones. La presión animalista también llevó a que en julio del año pasado la empresa SouthWest Airlines terminara una alianza turística de 25 años y que sacara las imágenes de animales de SeaWorld que algunos de sus aviones llevaban en su fuselaje, mientras que los productores de la cinta basada en el popular libro Ciudades de papel decidieron omitir una escena en la que sus protagonistas se infiltran en el SeaWorld de Orlando.

Cathy Williamson, encargada de las campañas anticautiverio de la organización internacional Whale and Dolphin Conservation (WDC), explica que el gran logro de Blackfish fue compilar la evidencia que los ambientalistas han recogido sobre el impacto del cautiverio: "Presentó estas pruebas de una forma muy gráfica, devastadora y al mismo tiempo fácil de entender. Este material hizo que millones de personas cuestionaran un tema que hasta ese momento sólo era criticado por un grupo de expertos mucho más pequeño que investiga el cautiverio".   

Bandos opuestos

Pese a la andanada de críticas, SeaWorld ha intentado contraatacar. De partida, pone en duda los contenidos de Blackfish. "Este filme es presentado como documental pero, en lugar de presentar un tratamiento justo y balanceado de un tema complejo, es impreciso y engañoso", señala la empresa a través de un comunicado entregado por María Pazmino, encargada de comunicaciones de SeaWorld. El texto agrega que los parques tienen "los estándares más altos de cuidado animal de cualquier organización zoológica del mundo. Nuestras ballenas son saludables y prosperan y hay estudios que muestran que su rango de supervivencia es equivalente a la de las que viven en estado salvaje".

Los datos de WDC indican lo contrario: según sus análisis, el 92 por ciento de las orcas de SeaWorld no ha sobrevivido más allá de los 25 años, mientras que un macho salvaje vive en promedio 30 años y una hembra llega a los 50. La campaña ha llevado a SeaWorld a tomar varias medidas: en 2014 informó que duplicará el volumen de agua del hábitat de las orcas en el parque de San Diego y que invertirá 10 millones de dólares en la investigación y conservación de las poblaciones salvajes de orcas.

Tim Zimmermann, productor de Blackfish, reconoce que la empresa ha cambiado algunos procedimientos, pero no confía en sus anuncios: "Los instructores ya no nadan con las orcas y se crearon nuevos protocolos de seguridad, como la construcción de pisos en las piscinas que se pueden alzar en minutos en caso de un ataque. Sin embargo, todas estas medidas apuntan a lograr que los shows sean más seguros y aceptables para el público". Zimmermann agrega que la campaña comunicacional lanzada en abril por SeaWorld, que incluye avisos en diarios y canales de televisión, sigue "distorsionando los hechos y confundiendo al público. Por el momento, no se está apartando del cautiverio".

Los defensores de las orcas reconocen que los parques no pueden liberarlas  a todas, especialmente las que nacieron en cautiverio o las que son dependientes de los humanos. No quieren que se repita el caso de Keiko, la orca macho que protagonizó Liberen a Willy. Fue capturada en Islandia y vivió en el acuario Oregon Coast de Estados Unidos, pero en 2002 fue liberada y murió al año siguiente tras ser rechazada por las orcas salvajes. Aunque para muchos animalistas el cautiverio en sí es moralmente inaceptable, una opción que ofrecería una mejor calidad de vida para las orcas sería habilitar grandes corrales marinos en zonas costeras.

"Estos recintos pueden ser mucho más grandes que una piscina de concreto, su ambiente tiene sonidos y criaturas naturales y, al mismo tiempo, podrían ofrecerle al público una buena forma de observar orcas sin que estas sean forzadas a realizar shows", dice Zimmermann. Hoy no existen iniciativas concretas para crear recintos de este tipo, pero algunos científicos exploran la posibilidad de abrir corrales en Canadá e Italia.

Por ahora, y ante el boicot desatado por Styles, SeaWorld anunció esta semana que no aceptará la llegada de un grupo de ballenas beluga capturadas en las aguas de Rusia que había acordado recibir. 

El rechazo generalizado hacia el cautiverio también ha hecho reaccionar a parques como el Acuario Nacional de Baltimore, que en 2012 anunció el fin de sus shows con delfines. De forma similar, el Acuario Marino Clearwater de Florida decretó en 2014 el cese de sus espectáculos y un nuevo enfoque hacia la rehabilitación de especies marinas y los programas educativos.

El caos en Oriente

Mientras todo eso ocurre en los países occidentales, en los asiáticos la situación es distinta: según WDC en la última década casi 50 acuarios han abierto en China y su población de delfines y ballenas capturadas crece. Una situación que denuncia el nuevo documental ruso Born to be Free, que se estrenará a fines de este año y que describe la captura en aguas rusas de ballenas beluga y su venta a acuarios asiáticos, además del hacinamiento al que son sometidas.

Naomi Rose, experta en mamíferos marinos del Instituto de Bienestar Animal en Estados Unidos, es una de las investigadoras que aparece en el filme y  señala que China es un 'agujero negro': "Sus instalaciones no tienen la experticia para el cuidado de estas especies. Tarde o temprano los animales mueren y deben ser reemplazados". Para Rose, los parques marinos tienen futuro sólo si reemplazan sus shows con tecnología de punta. "A los niños les encantan los dinosaurios, pero nunca han visto uno vivo. Ellos aprenden de estas criaturas a través de medios tradicionales como libros y documentales y mediante tecnologías atractivas, como los gráficos computacionales que se ven en Mundo Jurásico. No necesitan ver al animal vivo para aprender o preocuparse por él".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.