El embajador suertudo

<P>Jon Benjamin, representante de Gran Bretaña en Chile, dice que tuvo suerte al obtener esta destinación, también cuando estaba en Nueva York y el Príncipe Carlos visitó la ciudad. Así conoció en un día a la elite local. Y dice que en Chile también ha tenido suerte, pues va a lograr lo que pensaba no sería: padre. </P>




La imagen se congela a ratos en la pantalla del computador. No es la mejor forma de ver al equipo favorito, pero desde que el año pasado el West Ham United cayó a segunda división, el embajador de Gran Bretaña en Chile, Jon Benjamin, no tiene otra. Pero como en otras ocasiones en su vida, este sábado 19 de mayo la suerte jugará a su favor. Así lo twittea él: "YYYYEEEESSSSS - WE ARE PREMIER LEAGUE, I SAID WE ARE PREMIER LEAGUE". El 2-1 contra Blackpool devuelve a su amado equipo a primera división y con ello, a la transmisión televisiva. En la próxima temporada, Benjamin podrá ver esos partidos en su "tele chilena", dice, donde varios sábados ha pasado el día mirando fútbol inglés. Más tarde, ahora fuera de la embajada y con amigos estadounidenses y británicos, él celebra de nuevo: el Chelsea supera al Bayern Munich y se corona campeón de la Champions League. "El Chelsea son los enemigos a muerte de los míos. Pero siempre le doy mi apoyo a quien sea el equipo enfrentándose a los alemanes". En los dos años y medio que lleva en Chile, este embajador suele sorprender por la espontaneidad de sus actos o lo directo de sus respuestas. Por algo ha conseguido lo que pocos embajadores: que un chileno común conozca el nombre del representante de la Reina británica en Chile.

Su primera aparición en la prensa, tras arribar al país el día de la primera vuelta presidencial en 2009, explica en parte el asunto. "Cuando llegó Beyoncé, y por tener amigos en común, me invitó ella al backstage y nos tomaron una foto que publicó un diario con el comentario: '¿Quién es ese hombre misterioso y sonriente al lado de Beyoncé?'. Nadie sabía quién era yo", cuenta, mientras sonríe como niño pillado en falta. La afición de Benjamin por el mundo musical fue de las primeras facetas que se conocieron de él en Santiago. Cada vez que un músico británico canta en Chile, la residencia de la embajada anfitriona ofrece algún evento privado. Aunque sean sólo unas cervezas con la estrella mundial.

En una de esas visitas el quehacer diplomático se cruzó en el camino. Es el episodio Roger Waters. Fue en marzo de este año cuando el vocalista de Pink Floyd criticó la conversación que había tenido días antes con el Presidente Piñera y respaldó la demanda argentina por las islas Falklands/Malvinas. Benjamin lo había acompañado a la reunión presidencial y rápidamente emitió un comunicado, señalando que él había presenciado una cita que nada tenía que ver con lo descrito por Waters. Por su parte, el cantante retrucó que sobre las islas lo habían descontextualizado. "Waters no es de mis amigos más cercanos, nos conocemos nomás. En cuanto a las islas, solamente le expliqué por qué nos parecieron poco justos y poco acertados sus comentarios originales. No tengo la potestad de dictarle a una estrella de rock lo que tiene que opinar o desmentir ante el público", responde cuando se le pregunta por su rol en el comunicado.

A Waters lo conoció en Nueva York, donde Benjamin ejerció entre 2005 y 2008 como cónsul de Gran Bretaña. Un cargo que en la escala diplomática británica es del mismo rango que embajador en Chile. En esos años, en Nueva York se forjó parte de la leyenda de Benjamin.

El dice que tuvo suerte. Llevaba seis semanas en el Consulado de Nueva York cuando el Príncipe Carlos y Camila Parker realizaron la primera visita al exterior como pareja recién casada. En la prensa llovieron las comparaciones con el viaje que 15 años antes había realizado Carlos y Diana, el foco mediático estaba allí. "Les organizamos una recepción con todas las personas más famosas de Nueva York y también británicos residentes. Por eso logré conocerlos a todos en un solo evento, a muy poco de estar en el lugar". Hasta esa recepción llegaron cantantes como David Bowie, Sting o la hija diseñadora de Paul Mc Cartney -Stella-, Joan Collins… suma y sigue.

"Pasé un capítulo de cuatro años increíble en Nueva York. Pero menos mal que salí para no morirme de excesos. Dormía increíblemente poco y recuerdo que durante mis primeros seis meses, entre julio de 2005 y Navidad, había pasado una sola tarde en mi casa. Siempre volvía a la medianoche o a la 1 a.m. para dormir", cuenta.

En esas salidas conoció a una de las actrices de Sex and the City, Kim Catrall, la que interpreta a Samantha. "Es que ella es británica, por más que hable con acento americano", cuenta Benjamin, ahora sentado en una butaca de su funcional y sencilla oficina en la embajada en calle El Bosque. Por esa amistad, Benjamin hizo la humorada de participar como extra en un capítulo de la serie.

Tanto le gustaba Nueva York que cuando su destinación llegó a su fin, él buscó la fórmula para mantenerse un tiempo más en la ciudad. La carrera diplomática británica les permite trabajar en comisión de servicio en empresas privadas para ganar más experiencia. Benjamin nuevamente tuvo suerte. En octubre de 2008 fue testigo de primera línea del jueves negro de las finanzas, al trabajar en una de las compañías que se fueron a pique: AIG, la que a diferencia de Lehman Brothers, fue rescatada por el gobierno de EE.UU. En AIG el embajador era consejero para el directorio en materias de antiterrorismo, "o sea, sobre los riesgos que presentaban las distintas formas del terrorismo en muchos países".

No hay que confundir su lado rockero con falta de experiencia: desde que entró al cuerpo diplomático, Benjamin se ha desempeñado en Turquía e Indonesia y ha trabajado en departamentos de drogas, crimen internacional, DD.HH. y en Washington asesoraba al consulado en materias de antiterrorismo. Además de inglés, habla francés, alemán, sueco, indonesio y turco. El castellano lo aprendió en Chile, su primera destinación como embajador y hasta donde, él dice, llegó por algo de suerte.

La osamenta. Transparentar.

Palabras que no tienen relación, pero aparecen juntas en el archivo que Benjamin nos muestra en su BlackBerry. Allí anota cada vocablo que desconoce cuando lee los diarios chilenos. Disciplinado, al final del día imprime el listado y busca en el diccionario el significado de esas palabras. A los funcionarios de la embajada les exigió que hablaran en castellano con él y no soporta que algún amigo chileno intente "alardear o practicar su inglés" delante de otros. El no quiere aprender el español, quiere llegar a dominar el idioma. Aún le cuesta, eso sí, el humor lingüístico de diarios como The Clinic o los chilenismos de La Cuarta.

El mismo día que Benjamin debía partir de Nueva York a Londres, a realizar un intensivo de cuatro meses de castellano, su apéndice estalló y tuvo que ser operado, la recuperación tardó y antes de arribar a Santiago sólo había tenido dos meses de clases. El idioma es un tema. "Chile era el único país al cual había postulado. Pero no creía tener muchas posibilidades, porque en la misma competencia postulaba gente que ya manejaba castellano o que ya tenía experiencia profesional en la región. Me considero afortunado de haber quedado", cuenta.

La diferencia entre Nueva York y Santiago para él es positiva. "Chile era lo que necesitaba después de desgastarme cuatro años", dice riendo. Para él, este es un lugar a menor escala, pero no tan distinto -"no es como ir de Nueva York a Bangladesh", ejemplica. "Es más manejable", y explica que en Londres y Nueva York circula una guía de 300 páginas que agrupa la oferta cultural de una sola semana y "uno siempre tiene la sensación de no poder tocar ni el 0,1%. Mientras que en una ciudad como Santiago es mucho más posible involucrarse en todas las actividades culturales. Me ha sorprendido la cantidad de recitales de categoría que he experimentado en Chile. He asistido a 30 ó 40".

Su sentido del humor lo llevó a bautizar a sus gatos como Condorito y Yayita. En la señorial residencia de la embajada las mascotas circulan con libertad, "se comportan como si fuesen más bien perritos. Son gatitos chilenos y por eso les quise dar nombres bien chilenos".

Y si en EE.UU. Benjamin aprovechó de hacer viajes al estilo americano, como road trips por los estados sureños de Mississippi, Alabama o Georgia, acá ha cruzado casi todo el país. "He recorrido desde Visviri, en Arica, hasta Puerto Williams y Puerto Toro, la localidad más austral de Chile y del mundo". Cuenta que en diciembre llegó a Puerto Williams y fue invitado por la Armada para visitar Cabo de Hornos "y pasamos un día ahí con el farero y su familia". Y sin poder evitarlo, bromea: "Según alguien, ese día se registró por primera vez en la historia la estadía de un 'farrero con un farero'".

Su primer viaje a regiones, en todo caso, nada tuvo que ver con turismo. A casi un mes del terremoto, se fue con jóvenes de la comunidad judía hasta Chillán Viejo, a reconstruir mediaguas. En jeans levantó viviendas sin que se supiera quién era, pero al día siguiente llegó el alcalde y la prensa a registrar su visita.

El terremoto lo había pasado en Santiago. Tras una noche en el bar del Hotel W -"donde puedo ir a pie, pues no tengo auto particular en Santiago"-, el remezón lo sintió en la residencia. Su conexión con la reconstrucción continuó con Juan Fernández. Primero resucitó un acuerdo firmado entre la isla y Largo, la ciudad natal del marinero Alejandro Selkirk en Escocia. Después creó la fundación Alexander Selkirk, "con su nombre en inglés", aclara. A través de ella, Benjamin recolecta fondos para levantar la escuela del lugar. Por eso, había conocido a las víctimas del accidente en Juan Fernández e incluso, había volado a la isla con algunos de ellos en el Casa 212 que capotó en septiembre.

Además del rock, la beneficencia y la gestión comercial, este singular embajador -de quien en la embajada dicen que nada es muy formal con él- también ha despertado curiosidad por su apoyo a las causas contra la discriminación. Fue el único diplomático que el año pasado estuvo en la marcha gay; asistió al funeral de Daniel Zamudio y el 17 de mayo, para el Día contra la Homofobia, izó la tricolor gay junto al emblema británico. El 22 de mayo en @JonBenjamin 19 se podía leer: "Me preguntó ayer en el Congreso un diputado al que no voy a nombrar: '¿Por qué eres tan maniático con esos maricones?'. Triste escuchar eso".

De Santiago, donde él camina todos los días las casi siete cuadras entre la residencia y la oficina, lo que menos le gusta a Benjamin es que "algunos de los miembros de una autodenominada elite se creen absolutamente la muerte; se creen ciudadanos del mundo, pero tienen actitudes muy estancadas en el pasado".

Y aunque a fines de este año deberá postular a su próxima destinación, Benjamin tendrá con Chile un lazo indisoluble: "De por vida voy a tener mucho más que un recordatorio de Chile, tendré un producto anglo-chileno". En agosto será padre de un niño de madre chilena, Carolina Vásquez. "Yo creía que se me había pasado de largo la posibilidad de ser padre", dice a sus 49 años. Con su último golpe de suerte tiene cuidado: "Según la tradición inglesa, es mala suerte, o sea un mal augurio, dar a conocer el nombre de una guagua antes de que se nazca".S

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