El estado de nuestra arquitectura
LA ARQUITECTURA chilena se ha ganado un espacio de respeto en el medio internacional. Lo que en los 90 se inició con pequeños pero sofisticados proyectos de viviendas unifamiliares de arquitectos emergentes como Matthias Klotz, Smiljan Radic o Sebastián Irarrázaval, tuvo su expresión en edificios corporativos como el "Consorcio" de Borja Huidobro y Enrique Browne, y más tarde en el edificio "Manantiales" de Izquierdo-Lehman. Esta nueva estética se expandió a otros campos como la arquitectura industrial, evidente en el trabajo de Guillermo Hevia para Cristalerías Chile o Juan Sabbagh en los Pronto Copec. Con el cambio de siglo se incorporaron innovaciones en vivienda social por parte de Alejandro Aravena y su equipo de Elemental, así como notables expresiones de un paisajismo idóneo con nuestro territorio, como los parques Inés de Suárez o Bicentenario de Teo Fernández.
Hasta entonces, la percepción indicaba que se trataba de casos aislados, y que estábamos lejos de concentrar esa "masa crítica" de arquitectura que dejara atrás décadas de mal gusto o simplemente ignorancia.
Hace un par de semanas esa sensación cambió, al menos en quien escribe, al participar como jurado de la muestra que representará a nuestro país en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura de Cádiz, España. Lo que más llamó la atención fue el buen nivel de los más de 60 proyectos presentados. Prácticamente no había obra que desafinara con un cierto "tono" de lo que es apropiado para nuestro clima, contexto geográfico o cultural. Lo segundo fue notar que los temas y exploraciones formales detectados desde los 90 se habían profundizado, evolucionando hacia esferas de mayor complejidad. Tal es el caso de la Casa Oruga, de Sebastián Irarrázaval, donde la tectónica del container es contrastada con nuevas interpretaciones de vida doméstica. Otro ejemplo es el caso de la Ferretería O´Higgins de Hevia, donde los ejercicios formales de antaño son postergados por una estética cuya complejidad está en la sostenibilidad y eficiencia energética. La sostenibilidad también articula al enigmático Edificio Precisión, de Guillermo Acuña, el Interoceánica de +Arquitectos y en la flamante Biblioteca Nicanor Parra de Klotz. Esta última anunciando la arremetida de la arquitectura institucional en este escenario, el cual es coronado por la evolución formal de José Cruz en el nuevo campus de la UAI en Viña del Mar.
La vivienda social también da muestras de ir más allá de lo "elemental", como lo demuestra Undurraga en el sensible proyecto para comunidades mapuches en Huechuraba. Por último, dos dimensiones que creíamos ausentes de buena arquitectura comienzan a lucir con fuerza en esta selección: El proyecto urbano y el patrimonio. Las catástrofes del 27/F y sendos incendios permitieron, por un lado la reconstrucción del GAM por parte de Cristián Fernández y Lateral, donde abren un nuevo bastión a las artes escénicas, permeando el barrio Lastarria hacia la Alameda y recuperando uno de sus frentes más herméticos. Finalmente, el proyecto de Sabbagh en que restaura el antiguo palacio Cousiño de Valparaíso para el Duoc, y la estrategia desarrollada por el colectivo Muro para reconstruir los corredores tradicionales de localidades en la VI Región, hablan del buen estado de nuestra arquitectura. Los grandes ausentes son aún el diseño urbano y la vivienda colectiva… Más que carencias, nuevos desafíos a nuestra disciplina.








Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.