El eterno retorno de Hanna Arendt

<P>Un libro recoge la última entrevista a la autora de Eichmann en Jerusalén. </P>




Nueva York, octubre de 1973. De un lado de la mesa está el periodista Roger Errera, de la Oficina Francesa de Radio y Televisión. Del otro, Hannah Arendt (1906-1975), a quien un estudioso británico definiría, en años posteriores, como "pensadora crucial para cualquiera que quiera darle sentido a la traumática historia europea del siglo XX". En medio de una de las varias sesiones de una conversación que daría pie a un filme para la pantalla chica, su interlocutor consulta por los supuestos del liberalismo, como la idea de que la política tiene objetivos limitados. ¿Es que acaso, le pregunta, "la mayor amenaza de hoy no proviene de hombres y movimientos que se fijan objetivos ilimitados?".

Y ahí es cuando la filósofa y teórica política provee una afirmación que la define en un sentido amplio: "Espero no choquearlo si le digo que no estoy en absoluto segura de ser una liberal. No tengo realmente un credo. No tengo una filosofía política precisa que pueda sintetizar con un 'ismo'. (…) Tomo lo que venga y lo que me venga. Creo que una de las grandes ventajas de nuestra época es la que señaló René Char: 'Nuestra herencia no está precedida por ningún testamento'. Somos completamente libres para servirnos como nos parezca de las experiencias del pasado".

La controvertida alumna/amante de Heidegger, la ex sionista que reporteó desde Israel el juicio a Adolf Eichman, está hoy tanto o más presente que hace 40 años. De ello da fe, por ejemplo, la película de Margarethe von Trotta que la tuvo como protagonista. También Diving for Pearls: A Thinking Journey with Hannah Arendt, una "memoria filosófica" de Kathleen Jones.

Y ahora les sigue un libro que incluye la entrevista con Errera, la última concedida por la influyente intelectual, junto a otras tres efectuadas entre 1964 y 1970. Hannah Arendt: The last interview and other conversations da la ocasión para no perder de vista a una pensadora impredecible y necesaria.

EE.UU. y Eichmann

En la entrevista hay temas de la contingencia que giran especialmente en torno a EE.UU., país donde la académica residió desde principios de los 40. Y especialmente un escándalo político que entonces está que arde.

Para octubre de 1973, el Presidente Richard Nixon se ve cada vez más arrinconado por la investigación parlamentaria del caso Watergate. Y a este respecto Arendt no evita pronunciarse: "Watergate ha revelado quizá una de las más profundas crisis constitucionales que este país haya conocido (…) Lo que está hoy en juego es la estructura completa de gobierno y esta crisis constitucional consiste -por primera vez- en un choque frontal entre el legislativo y el ejecutivo".

La cuestión constitucional era central para Arendt. No porque lo fuera significativamente en la Alemania en que nació y se crió, sino porque el país que la acogió "no está unido por la tradición, ni por la memoria, ni por el origen. Los nativos eran los indios y todos los demás eran ciudadanos. Y estos ciudadanos están unidos por una sola cosa, y eso es mucho: tú te conviertes en ciudadano estadounidense por el sólo hecho de acatar la Constitución".

La incomprensión de lo anterior conduce, según Arendt, a múltiples equivocaciones. Por ejemplo, "un grave error", dice, "es creer que lo que tenemos aquí es una democracia. Lo que tenemos es una norma republicana: a los Padres Fundadores les preocupaba mucho preservar los derechos de las minorías, porque creían que en un cuerpo político saludable debe haber una pluralidad de opiniones (y que) la mayoría podía convertirse en el tirano".

El tema de la representación política fue central para Arendt, pero para la mayoría de quienes la han leído, pesa más la impronta de Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. El volumen nacido de sus reportes del juicio a uno de los responsables directos de la "solución final" del III Reich, es tema central de otra de las conversaciones, sostenida con Joachim Fest, autor del libro que inspiró el filme La caída.

Realizada al año siguiente de publicado dicho libro, la entrevista dio cuenta de la irritación que éste generó en muchos, incluyendo buena parte de la comunidad judía: en la perspectiva de Arendt, Eichmann no fue un monstruo ni un genio iluminado del antisemitismo, sino más bien un burócrata aplicado que hizo eficazmente su trabajo. Acá agregaría: "Cuando pensamos en un criminal, nos imaginamos alguien con motivos criminales. Y cuando miramos a Eichmann, realmente no los tiene. Al menos no lo que usualmente se entiende por 'motivos criminales'. El quería avanzar con el resto".

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