El evangelio según Zip Zup
<P>Como cualquier humorista, Ricardo Rodríguez irá a Viña a esperar la respuesta del respetable. Pero él no es cualquier humorista: su presente lo cruzan las prédicas cristianas y su evidente parecido con Felipe Camiroaga. </P>
Hace cinco noches, Ricardo Rodríguez (38) tuvo un sueño. Y el inconsciente no lo situó alzando una gaviota triunfal ante una Quinta Vergara tumbada a sus pies. Al contrario. Imaginó que un terremoto lo destrozaba todo, mientras él y su familia se refugiaba en una casa dominada por el sosiego. "Si pasa algo así, ojalá sea después del sábado 25", le dice su mánager, Rubén Pulgar.
Es que ese día no sólo es el instante donde precisamente puede alzar una gaviota ante una Quinta Vergara tumbada a sus pies. También se trata de un capítulo que el destino le tenía guardado. Un momento en que, al contrario de su fatídica imagen, nada puede venirse al piso. Desde hace un par de años, al hombre conocido como Zip Zup, lo merodean un puñado de encuentros, personas y circunstancias que le transmiten el mismo mensaje: "Hijo, grandes escenarios te esperan".
"Y este año fue Olmué y ahora Viña. No creo que sea coincidencia", apuesta, sentado en el casino de TVN, luego de ir de matinal en matinal, de responderle preguntas tanto a Jordi Castell como a Jean Philippe Cretton, y en alusión a la saga de eventos que en un solo verano lo empujaron hacia la masividad. Pero la premonición que custodió su rutina no se remite a un solo verano. Más que una bisagra hacia nuevas rutas, fue el punto de quiebre de una vida trágica consagrada a la comedia. A principios de la década pasada, tras probar suerte como contador y asistente de bus, abandonó su natal Coronel, se mudó a Santiago con el fin de ganar dinero para solventar la vida junto a su antigua pareja y sus dos hijos -Scarlett (15) y Matías (11)- y concursó en un segmento de dobles de Luciano Bello en Pase lo que pase: sólo ganó un televisor. En 2006 fue hasta Morandé con Compañía para batallar en una competencia de humoristas: ganó "Charola" Pizarro, hoy extinto imitador de figuras televisivas.
Durante todos esos años masticó la rabia de decisiones mal tomadas y oportunidades que no cuajaban. Hasta que, ya a fines de la década, cuando remataba sus penurias en una pequeñísima pieza que arrendaba en la capital, otro mensaje comenzó a cruzar sus desvelos: "¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas".
No lo dudó más. Dos semanas antes del terremoto de 2010, empacó lo poco que tenía y retornó al Biobío. Pero el viaje de vuelta guardaba algo mucho mayor: aunque había redescubierto la fe hacia 2005 -"luego de un período donde me salí del carril", justifica"-, sólo ese último mensaje lo precipitó a formalizar y potenciar su faceta de evangelista y difusor del credo cristiano. Al instalarse en Coronel, se integró a la Iglesia Cristiana de la ciudad y descubrió que la arenga no era propia. Era del Antiguo Testamento, perteneciente a Josué 1-9.
Hoy es el versículo que utiliza para explicarlo todo. La repite de memoria, tan rápido como ese chiste que le dedica a Pulgar: "Ayer descubrí que mi hijo de 11 meses quiere ser representante de humoristas... me cagó apenas nació". Los axiomas cristianos y la velocidad de Alvaro Salas como principales referentes. Salmos, Proverbios y Eclesiastés hermanados con el estilo efectivo de Bombo Fica.
De hecho, desde que abrazó el cristianismo limpió para siempre se rutina y se ungió como paladín del humor blanco. Ni siquiera dice garabatos en las conversaciones y, como esporádica huella de paganismo, se les escapa un "puta" cuando refuerza una idea. Escondió para siempre un VHS de hace casi una década que lo retrata en plena junta de vecinos despachando una rutina que ni siquiera habría calificado para los bonus tracks de los videos Cementerio pa'l pito.
Su cambio de hábito también le ha permitido colgarse el traje de predicador de un grupo juvenil. Lee la Biblia cada cierto tiempo, coordina encuentros y se sube a los púlpitos para hablar de su experiencia pecadora. Lo hace a cara descubierta, como animador -junto a su actual esposa, Maribel Durán- del espacio Mateo 29, del canal local Zonal Televisión. ¿Por qué Mateo 29? "Porque Mateo llega hasta el capítulo 28. El siguiente lo escribe el hombre", aclara. Y también lo hace a rostro tapado, como cuando se disfrazó de Darth Vader frente a un grupo de oradores para contar que él también había escapado del lado oscuro, hasta que alguien, otra presencia misteriosa, le dijo: "Yo soy tu padre".
Su preocupación presente es retirarse un par de días antes de ese sábado 25 que parecía escrito. Junto a su clan, que completan su hijo Martin, de casi un año, quiere rezar por cada una de las almas que llegarán hasta la Quinta Vergara. Y también por todos sus cercanos. Incluso por aquellos miembros de su congregación que hoy lo miran de reojo y le encaran que está sucumbiendo al lado oscuro de la fuerza televisiva. "Yo los respeto. Y si incluso esa noche me pifian, para mí es parte de un proceso", asegura, mientras su representante lo observa con detención a su lado. "Tranquilo", le dice Zip Zup. Y recurre a una metáfora de la iglesia maradoniana para temperar la ansiedad: "Todo está bajo el control de la mano de Dios".
Controlado o no, el humorista sabe que mucha gente lo ha empezado a reconocer. Aunque sea desde el error o la ignorancia. "¿Cómo era que te llamabas tú?", le interroga Carmen Gloria Arroyo antes de iniciar la entrevista en Gente como tú. "Ah, éste es el zip zap", lanza un personero de Buenos días a todos, cuando el cómico ya está al aire. Pero hay un comentario inequívoco y unánime: su evidente parecido con Felipe Camiroaga. Lo hablan las encargadas del aseo de TVN al verlo entrar a sus pasillos y también los conductores de Chilevisión. Lo comentan vía Twitter, cuando, tras dejar Buenos días..., toma su celular y revisa apreciaciones del tipo "este es el Camiroaga del pueblo" o "este gallo debería animar el matinal". Y también lo comenta él mismo. Porque sabe que es un tema sensible. Con una altura similar a la del fallecido rostro, con una barba candado, una chaqueta blanca y unos jeans que replican sus últimos looks, Rodríguez mira las fotos captadas para este artículo y se estremece: "Chuta que me parezco". Tanto como caminar hacia el set donde lo espera Karen Doggenweiler y Raquel Argandoña: "No había venido al matinal después de lo que pasó... obvio que da algo... especial", reflexiona.
La misma reflexión buscó cuando llegó a TVN para dejar una ofrenda un día después del accidente de Juan Fernández. No pudo. Al detectar su similitud, todo el mundo le exigió fotos. "Y, en ningún caso, quiero aprovecharme", sentencia mientras camina a la terminal de buses Santiago para comprar un pasaje rumbo a Coronel, donde, de seguro, los comentarios a la pasada son los mismos. Da igual. "Sé que todo está bajo control", remata.
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