El exitoso director que revive a un Hamlet loco e iracundo
<P>Se presenta el 1 de octubre en el Teatro Municipal de Las Condes. </P>
En Europa, el director teatral Thomas Ostermeier (43) es sinónimo de renovación. Con una carrera meteórica, en 1999 se hizo cargo del Teatro Schaubühne am Lehniner Platz de Berlín, transformándolo, en pocos años, en uno de los más importantes de Alemania, con obras que se montan en todo el mundo. La clave del éxito: demostrar que aún es posible refrescar los clásicos de la dramaturgia, reencantando al público más joven con textos de hace 400 años, pero con puestas en escena potentes y multimediales, acordes con el siglo XXI.
Convertido en una de las voces más influyentes del teatro alemán contemporáneo, Ostermeier viene a Chile con su compañía para montar, el 1 de octubre, una de sus piezas más recientes: Hamlet, de William Shakespeare. Lo hará como parte de la extensión del Festival Internacional de Buenos Aires (Fiba), que por primera vez llega al país, presentado por Fundación Teatro a Mil. La selección reúne cuatro obras extranjeras (ver recuadro), que se exhibirán en el Teatro Municipal de Las Condes.
Estrenado en el Festival de Avignon 2008, impactó a la crítica. "Estupendo. Inagotable", escribió El País de España. Le Monde de Francia describió al protagonista como "ambiguo, fascinante, nada romántico".
La versión de Hamlet de Ostermeier es radical. El alemán no teme omitir, recortar y reescribir los textos con tal de dejar intacto el espíritu de la historia. "Mi Hamlet no es como el de otros directores, que lo ven rodeado de personajes corruptos y donde él es la única alma pura. El mío también está viciado", cuenta Ostermeier a La Tercera.
Escrita entre 1599 y 1661, la historia muestra al príncipe Hamlet de Dinamarca tramando una venganza contra su tío Claudio, que asesinó a su padre, usurpando la corona, y se casó con su madre. Para la obra, Ostermeier y el dramaturgo Marius von Mayenburg se tomaron varias licencias: eliminaron personajes y los 20 que quedan son interpretados por seis actores. Se rescataron sólo los hechos nucleares y se ambientó en una época indeterminada; con un Hamlet que graba su vida como si estuviese en un reality, para luego proyectar esas imágenes durante la función. En los primeros 15 minutos no hay diálogos, dando énfasis a los gestos: Hamlet de rodillas en la tumba de su padre, con la lluvia cayendo sobre su cabeza. La tragedia se desata y los personajes acosan al protagonista.
"Hamlet (Lars Eidinger) se pone la máscara de la locura para huir del peligro, y eso lo desquicia en serio. Quise retratar un mundo de paranoia, donde no se sabe quién es aliado o enemigo, por eso me sirvo de pocos actores que hacen más de un personaje, para reflejar la locura de Hamlet", dice el director. "Hay un sentimiento muy contemporáneo en la obra. Habla sobre un mundo lleno de intereses, un sistema que está podrido. Es lo que pasa hoy en España o Grecia, y por lo que la gente se está levantando también en Chile. La obra es desesperada. Hamlet en un mundo violento, lleno de ira", agrega.
De Shakespeare a Bolaño
Por la visión de Ostermeier han pasado desde clásicos como Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, y Woyzeck, de Georg Buchner, hasta autores recientes, como Sarah Kane y Jon Fosse. Hoy, sin embargo, el alemán está obsesionado con Shakespeare. Tras Hamlet hizo Otelo y acaba de estrenar, en Austria, Mesure pour Mesure, otra pieza del autor inglés. "Es un genio y el más díficil de montar. Sus obras son tan complejas que siempre descubres algo nuevo. Los otros dramaturgos son demasiado fáciles, no son un reto para mí", dice Ostermeier, que revela su interés por la obra de Roberto Bolaño. "Montar una novela es otro desafío. Me encantan 2666 y Los detectives salvajes. Es difícil no conocer a Bolaño, es de los autores más importantes de la década", señala.
Tras su visita a Chile, Ostermeier será galardonado con el León de Oro en la Bienal de Teatro de Venecia, que parte el 10 de octubre, y luego volverá a su trabajo en el Teatro Schaubühne, donde seguirá renovando la escena de Berlín. "Tenemos la audiencia más joven de Alemania, un público de entre 15 y 35 años. A ellos les queremos presentar dramaturgos emergentes, que lleven problemas de nuestros tiempos a escena".
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