El gran escape de Prófugos

<P>La segunda temporada de la producción original chilena de HBO, que partió anoche, está cargada de violencia, muestra una fuga desde una cárcel y redobla los efectos especiales. Aquí, los detalles de su filmación. </P>




(Vicente Ferraguts) es el blanco de los incesantes golpes de Pablo Schwarz (Johny), pero no cede y se mantiene en la pelea, pese a sus constantes caídas. Luis Gnecco (Mario Moreno) mira a la distancia la acción. Los minutos iniciales del primer capítulo de la segunda temporada de Prófugos, que anoche estrenó HBO, están marcados por la violencia.

Un ciclo que se retoma 18 meses después de la temporada debut, con los personajes de Cantillana, Schwarz y Gnecco en la cárcel, pero tramando una fuga que tendrá como telón de fondo un incendio -táctica usada para despistar y detonar una suerte de motín- y un escape en helicóptero.

Por eso, para materializar ese contexto, la escena inicial transcurre en la cárcel de Buin, que quedó en desuso tras el terremoto de 2010. Además, todos los movimientos fueron ensayados un mes antes de la filmación, por lo que los moretones y la sangre del rostro de Cantillana son sólo maquillaje. "Al momento de filmar, como es todo el día y se repite, es agotador. Ahí nos pegamos un par de combos con Pablo y por suerte con las lanzas no fue así. Pero con ellas lo más difícil es el peso y es una pelea muy rara, muy fea, como cangrejos. Fue súper agotador", explica Cantillana. El, junto a los otros actores que participan en peleas de este tipo, trabajó durante un mes con el doble de riesgo Werner Schurmann, quien armó las coreografías.

"Filmar en una verdadera cárcel le imprime verdad y realismo a la serie. Es parte del lenguaje que se busca, esa crudeza es algo que no sólo está en la estética, sino también en la puesta en escena", comenta Benjamín Vicuña, cuyo personaje, Alvaro Parraguez, se suma a la población común de la prisión y se alía con Ferraguts.

Otra escena que marca el episodio es la violación del hombre que encarna Cantillana. "No ensayamos mucho", dice entre risas Schwarz, quien agrega: "Se siguen indicaciones de Pablo (Larraín) para tener claro qué es lo que él quiere y no ver en cámara; hasta qué punto puedes llegar. La escena es impactante, por lo que hacerla también fue una presión importante. Era necesario reírnos entre toma y toma y decirnos chistes de quinto básico".

Complicidad y confianza fueron dos factores claves durante el rodaje. "Es un capítulo muy físico, donde hicimos muchas coreografías de peleas. Y luego vino el incendio, que lo hicimos una vez, porque en general ese tipo de efectos en Prófugos se filma en una toma única. Hubo que confiar en los actores, que ellos decidieran hasta cuándo podían estar en el fuego. Luis Gnecco aguantó mucho, al borde del susto", dice el productor ejecutivo Juan de Dios Larraín.

"Aquí hay fuego, controlado y todo, pero el fuego es fuego. Pablo (Larraín) tiene sangre de actor, entonces se va embalando con la acción. Estamos todos locos con el fuego, viendo que la cosa está resultando bien y claro, yo aguanté hasta el final porque soy loco, pero llegué a un minuto en el que estaba rodeado y la verdad la temperatura me superó; sientes que se te quema la cara y el cuerpo", explica Gnecco.

Para Cantillana, el hecho de que el actor no viera lo que ocurría a sus espaldas fue clave: "Hubo un momento en que todos nos asustamos porque la cosa empezó a prender en serio. Gnecco avanzaba, entonces no se daba cuenta de que lo que había quemado después de dos minutos, ya estaba en llamas". "Toda la grabación en Buin fue muy intensa. Se quema todo en un momento y eso fue bastante del terror, porque estuvieron al borde de quemar la cárcel de verdad", agrega Schwarz. Y así lo demuestra el capítulo, que además suma la fuga.

"La recreación de la fuga es en base a una réplica de la de los asesinos de Jaime Guzmán que hicieron el mismo escape. Por ejemplo, en el tipo de helicóptero, en el canasto que se utilizó para sacarlos", explica Larraín. "Yo tenía confianza de que eso no se iba a caer, el punto es que uno no sabe lo que te pasa a ti dentro de un canasto mientras se eleva. Te da susto", comenta Cantillana.

Y aunque el primer episodio es pacífico para Alfredo Castro, el actor lo pasó mal cuando la trama siguió su curso: "El momento de mayor esfuerzo y angustia fue un baile que tuve que hacer con una comunidad atacameña, que fue bien impresionante porque me quedaba sin oxígeno, no podía más. Fueron como 20 minutos. Paraba un rato, la cámara se iba a rostros de otras personas. Pero la parada eran cinco segundos, no más".

Y lo que sigue en los próximos 12 episodios es igual de riesgoso. Por ejemplo, Vicuña y Cantillana aterrizan en el desierto en una avioneta que tuvo que sortear tierra con sal y que corría el peligro de pinchar una rueda. En otro tramo y en un racconto donde aparece Francisco Reyes (Oscar Salamanca), el actor le debía avisar a Gnecco cuándo meter la cabeza a un auto al entrar a toda velocidad en un túnel. "Hacia el final de la serie, con Alfredo, en el sur, estábamos al borde de un glaciar y nos caíamos y nos sacábamos la chucha, pero estábamos ahí dándolo todo", ilustra Gnecco sobre el espíritu de la serie.

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