El gran triunfo de Carla Ruz
<P>La seleccionada de vóleibol recién regresó de su aventura argentina, donde ganó el título con Boca y fue elegida la mejor líbero de la liga. Un futuro impensado cuando sólo era la hija del utilero de la UC.</P>
Cuando Ricardo Ruz comenzó a entrenar a su hija Carla en el vóleibol, en 1995, nunca pensó que llegaría a ser seleccionada nacional, campeona en Argentina y elegida la mejor líbero de esa liga, en 2012. Tal vez, porque el entonces vendedor de papeles no tenía idea de cómo hacer un entrenamiento y poca idea técnica de este deporte. Sólo lo que recordaba del colegio.
Sin embargo, esos primeros pasos en la casa de La Pintana donde vivía la familia Ruz fueron fundamentales para forjar a la deportista. "Mi papá inventaba los ejercicios. Los hacía con pelotas de básquetbol o armaba cosas con sillas o cuerdas. Lo curioso es que después, cuando llegué a la Católica, los ejercicios eran parecidos", recuerda la deportista.
La llegada a la UC fue otro hito en su vida. A su padre le gustaba tanto el vóleibol, que organizó un equipo femenino en el barrio, donde jugaba su señora. A un costado, la pequeña Carla entrenaba sola. Los amigos vieron que la niña tenía facultades y le dijeron que la fuera a probar a ese club. Tenía seis años. "Cuando me vieron me dejaron, pero no había categoría tan chica, así es que entrenaba con las niñas de 12 años", rememora la voleibolista.
Aunque con los años sus compañeras la alcanzaron en edad, la experiencia se mantuvo, pues a ella siempre la hacía jugar una categoría más arriba.
Siempre apegada a la familia, sus padres y hermana la acompañaban a los partidos. El padre se empezó a hacer amigo del técnico Miguel Holz y terminó como utilero del equipo. "Mucha gente piensa que mi papá trabajaba en la Católica y me llevó, pero fue al revés, yo lo llevé a él", aclara Ruz.
Esa cercanía con la familia se hizo fuerte este año. Aunque Carla Ruz ha salido de Chile muchas veces defendiendo a la selección y a su club, los viajes eran cortos. Este año, el asunto fue diferente. El técnico asistente de Boca Juniors la vio en los Juegos Panamericanos e inmediatamente la fichó para su club: por primera vez se iba de la casa por varios meses.
La experiencia fue única. Al principio no encontró nada muy diferente, pues los gimnasios no eran tan grandes. Pero después empezaron los entrenamientos. "Esos sí que eran duros, me mareé dos veces, por la exigencia. Pero yo sentía que tenía una responsabilidad. En Chile, uno juega por amor al deporte, y si no puede ir a entrenar, no va nomás. Ellos me estaban pagando y me sentía como un futbolista, obligada a seguir", comenta.
Pero después llegaron los partidos, las compañeras, típicas argentinas de arenga a gritos y garabatos. "Es un mundo diferente", dice. El título nacional y el premio a la mejor líbero del torneo le dejaron la puerta abierta para seguir.
Pero se sentía un poco sola, un sentimiento que, de ponerse a estudiar en Buenos Aires, pensaba que se multiplicaría. "Me ofrecieron quedarme, con un sueldo mucho mejor, pero me vi estudiando y jugando en ese nivel, y consideré que no sería capaz".
Y se vino. Hoy entrena con el equipo de la Universidad San Sebastián, que defenderá en la liga estudiantil. Esa casa de estudios le dio una beca completa para estudiar educación física: "Porque no jugaría sin estudiar, quiero ser profesora también. Sólo cuando chica soñaba con vivir del vóleibol, pero eso no se puede".
No se puede en Chile. Ella sabe que hay una cosa por la que Carla Ruz dejaría todo: Italia. "Eso sería grande. Allá son profesionales y pagan bien. Me iría sin dudar". Y su sueño infantil reviviría, porque una oferta italiana anda rondando.
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