El guardián del tiempo y la música
<P>Isaías Godoy lleva medio siglo reparando relojes. Partió en un local de Ñuñoa y luego se trasladó a un taller en la misma comuna. Ahí agregó otro objeto a su lista de piezas "por arreglar". Las escasas cajas musicales que aún existen, siguen sonando gracias a él. </P>
SU papá se lo aconsejó. "Estudia para ser relojero. Pagan bien". Isaías Wilfrido Godoy tenía 13 años y quería ser arquitecto, pero la voz paterna se impuso. Así fue como ingresó a la especialidad de relojería a la Escuela Industrial Nº2 de Santiago.
Por entonces existía un experto alemán de mucho prestigio en Santiago, Carlos Grauschopf. Con él no sólo consiguió perfeccionarse, sino que, además, conocer a la sobrina de éste, su actual señora.
Una vez dominado el oficio, Isaías decidió independizarse y en 1960 instaló el famoso taller Tirol, en José Manuel Infante esquina Irarrázaval. Ahí llegó a tener cinco ayudantes y unos 2.000 clientes. "Muchos de la colonia alemana en Santiago", cuenta. Pero a fines de los 80, cuando los relojes electrónicos se hacían cada vez más populares, decidió tomarse un año sabático en su casa de Isla Negra y dedicarse a la pintura.
Fue una entrevista que le hicieron en 2005 la que lo obligó a volver a Santiago. "El teléfono no paraba de sonar. Me llamaban coleccionistas casi desesperados", recuerda. En dos meses se copó de pedidos de trabajo y desde entonces no ha parado. "He reparado unos 700 relojes en los últimos seis años", cuenta desde su taller ubicado en Av. República de Israel y desde donde puede oler el exquisito aroma que proviene del primer piso. Ahí funciona la pastelería Hildegard, de la que sus hijos son dueños.
La mansarda donde trabaja está atiborrada de relojes de pared y "cucú". Unas pocas cajas musicales adornan una mesa más allá. Le gusta abrirlas y escuchar los clásicos de Beethoven, Mozart o la más recurrente, El Danubio azul, de Strauss, mientras unas pequeñas bailarinas danzan sobre la superficie de los aparatos. "Las cajitas guardan penas y alegrías. Te invitan a reflexionar y evocar... El tiempo, a medida que pasa, te va cobrando y la música ayuda a contrarrestar aquello", reflexiona mientras muestra las joyas.
Isaías dice, humildemente, ser uno de los últimos expertos en la reparación de relojes que datan de mediados del siglo XVIII -la mayoría de procedencia suiza, alemana, inglesa e italiana- y de los objetos que fusionan artesanía, música y mecánica. "No creo que haya más de 100 cajas musicales en Santiago", advierte, y explica que es él mismo quien construye las piezas, "porque hay algunas que ya no se fabrican". Para eso, se vale de un torno y un juego de limas con los que da forma a rodillos, piñones y ejes.
El año sabático que Isaías decidió tomarse a fines de los 80 se convirtió en una especie de retiro de 15 años, durante los cuales estuvo pintando marinas y vendiéndolas en el pueblo. En eso estaba cuando la Fundación Pablo Neruda le encargó la mantención de los relojes y las cajas musicales del poeta. "El vals sobre las olas, de Juventino Rosas, era uno de los favoritos de Neruda; tenía tres cajitas en su casa de Isla Negra y varias más en La Chascona, en Santiago. Claro, ese era su refugio, allí el tiempo se detenía dando paso a la música", dice con picardía.
Se ríe cuando le preguntan cuánto cobra por una reparación como esa. "Caro", responde. "Un caballero no tiene memoria", ríe.
Pero el experto confiesa que puede llegar a cobrar hasta $ 1 millón por una restauración completa, como la que realizó a un reloj austríaco de mediados de 1700. La joya se hizo añicos con el último terremoto. "Era una pieza invaluable, tal como una caja de música Paillard suiza, hecha en madera de cedro y capaz de reproducir ocho melodías diferentes".
Pese a que en su espacio pareciera haberse detenido el tiempo, él no lo ha hecho. Queda claro cuando saca de su bolsillo un iPhone de última generación y muestra fotos.
En su muñeca izquierda luce con soltura un Rolex: "Es para que no me digan eso de 'en casa de herrero, cuchillo de palo'. No es de los más finos, porque están los Vacheron Constantin o los Glashütte...", explica el conocedor. Pero Isaías Wilfrido Godoy (76) tiene un Rolex, y es de verdad.
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