El "harem de Pickering"
<P>Eran los tiempos en que los planteles femeninos comenzaban a formar a sus estudiantes en carreras científicas, aunque para la sociedad parecía una pérdida de recursos. Por eso sus nombres nunca figuraron en listas de reconocimiento. Pero fue el trabajo de 80 mujeres en el Observatorio de Harvard lo que cambió el estudio de las estrellas y el espacio. </P>
Galileo Galilei, Isaac Newton y más tarde Albert Einstein. Ellos encabezan la extensa lista de hombres que a lo largo de la historia han contribuido al estudio de la astronomía. Sin embargo, esa lista no está completa. La conocida por todos, al menos. Porque faltan los nombres de más de 80 mujeres que a finales del siglo XIX y principios del XX ayudaron a crear un actualizado mapa de las estrellas, indispensable para la astrofísica moderna. Es más, una de ellas es la responsable de un sistema de catalogación, cuyas bases se utilizan exitosamente hasta el día de hoy.
Corría 1865 y en las universidades estadounidenses comenzaba una lenta, pero sostenida revolución. Desde ese año, los planteles femeninos empezaron a formar a sus estudiantes en carreras científicas, relata un artículo publicado por la revista del Instituto Smithsoniano de Estados Unidos.
La recepción de la comunidad científica fue inhóspita. Porque los prejuicios aún eran muy fuertes. En 1873, por ejemplo, el doctor y profesor de Harvard, Edward Clarke, escribía en su libro Sexo en la Educación: "Las niñas que gastan demasiada energía desarrollando sus mentes durante la pubertad podrían terminar con sistemas reproductivos subdesarrollados o enfermos". Años más tarde, según relata el libro El complejo Madame Curie. La historia oculta de las mujeres en la ciencia, de la investigadora Julie des Jardins, un astrónomo europeo le preguntaría a Sarah Whiting, directora de Astronomía de la Universidad femenina Wellesley: "Si todas las mujeres supieran tanto sobre espectroscopios y rayos catódicos, ¿quién se preocuparía de los botones y los desayunos?".
Por lo mismo, los fondos destinados a investigación científica en las universidades femeninas eran casi inexistentes y el retraso de las mujeres en el área, evidente. Como una forma de subsanar el problema, algunos investigadores comenzaron a incluir a mujeres en los planteles tradicionalmente masculinos.
Fue el caso de Edward Pickering. El astrónomo y ex profesor del MIT comenzó a dirigir el Observatorio Harvard en 1876 con una misión: hacer que la desorganizada investigación astronómica estadounidense alcanzara lo que se estaba consiguiendo en Europa.
Pickering comenzó a profundizar en una nueva forma de clasificar el espacio. Hasta el momento, la investigación confiaba casi completamente en la observación de los científicos y en las notas que tomaban. Convencido de que el método era poco confiable, Pickering introduciría la astrofotografía, que consistía, en términos gruesos, en observar y fotografiar el cielo nocturno y lograr un registro indeleble que permitiera una documentación más fidedigna de la posición y organización de las estrellas.
No fue sino hasta después de 1880 que esta técnica se perfeccionó y ahí comenzó un nuevo problema. Fruto del aumento del registro de estrellas, el Observatorio comenzó a llenarse de fotografías que los científicos no tenían tiempo para analizar. Desesperado, Pickering le pidió a su criada, Williamina Fleming, que se hiciera cargo de la labor. Fleming, por su parte, contrató a varias mujeres para reducir, clasificar, tipificar y describir las fotografías estelares, una labor indispensable para la investigación y que posicionaría a Harvard en la vanguardia del avance astronómico.
La razón de contratar mujeres distaba mucho del progresismo. La labor era altamente mecánica, por lo que se requería de personal no especializado que cobrara barato (a estas mujeres se les pagaba la mitad de lo que se le hubiera pagado a un hombre por la misma labor). La misma Fleming describía esta rutina en su diario: "En el edificio astrofotográfico del Observatorio, 12 mujeres, incluyéndome, están a cargo de las fotografías. Día a día, mis labores son tan parecidas, que habría poco que describir fuera del trabajo rutinario de medición y examen de las fotografías y del trabajo que involucra la reducción de esas observaciones".
Más de 80 mujeres pasaron por el Observatorio durante los años de mandato de Pickering, desde 1877 a 1919. Fleming permaneció por 34 años en Harvard y llegó a dirigir a un gran número de personas. Sin embargo, quien mayor notoriedad alcanzaría sería Annie Jump Cannon, quien se convirtió en la primera mujer en ganar la Medalla Henry Draper de investigación en física astronómica, concedida por la Academia Nacional de Ciencias en 1931.
La historia de Cannon era inusual. Alentada por sus padres, se convirtió en la primera mujer del estado de Delaware en tener estudios superiores en ciencia. En la Universidad Wellesley comenzó sus experimentos con rayos X y en 1896 empezó a trabajar con Edward Pickering en un sistema de clasificación estelar basado en las temperaturas, lo que simplificó enormemente el mapeo del espacio y que en 1922 fue adoptado por la Unión Astronómica Internacional como el sistema oficial de clasificación de estrellas.
Sin embargo, al igual que todas las mujeres del Observatorio Harvard que hasta hoy son conocidas por el despectivo "harem de Pickering", su nombre permanece en el relativo olvido. Como ya señalaba un artículo de The Woman Citizen de junio de 1924, a pesar de todas sus contribuciones, "el policía de la Plaza Harvard no conoce su nombre. No existen los bustos ni los desfiles. (Cannon) Tampoco se sienta en una lustrada limosina al final del día para ser conducica por un chofer de librea hacia una mansión de mármol".
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