El huaso en la literatura chilena
Señor director:
El huaso, como figura catalizadora de identidad, no ha generado en Chile un repertorio literario claramente identificado, como sí ocurre con el gaucho al otro lado de la cordillera.
La tradición argentina, que desde sus discursos fundacionales acude a la imagen del gaucho para reflexionar sobre temas nacionales, inaugura desde mediados del siglo XIX un corpus reconocido como literatura gauchesca. Lo anterior no significa que el huaso no aparezca en nuestra literatura. En las novelas de Alberto Blest Gana se describe a huasos bien definidos, que en nada contradicen las anotaciones que plasmara la viajera británica María Graham en Diario de mi residencia en Chile (1822). En su momento, la llamada literatura criollista de la primera mitad del siglo XX abordó la temática rural y el mundo de la cultura del huaso, pero no se originó una literatura que pueda reconocerse como huasa. Entre las novelas de la llamada generación del 50 no puede dejar de mencionarse al complejo personaje don Alejo de El lugar sin límites, de José Donoso.
Es indudable que la presencia del huaso aparece tanto en la poesía como en los libros de memorias. Un buen ejemplo de esta última modalidad se observa en De zorros, amores y palomas. Memorias, en las que Fernando Balmaceda del Río nos regala pintorescas escenas de las jornadas de cacería protagonizadas por curiosos huasos que, provistos de aperos y energía, madrugan para iniciar sus expediciones tras el esquivo zorro de la zona central.
Parece que la figura del huaso es más patente en las artes visuales que en la literatura, aunque tampoco se puede hablar de un movimiento que caracterice estas representaciones. Un clásico de nuestra pintura es El Huaso y la lavandera, de Rugendas, y en el siglo XX destaca Matrimonio huaso, de Mario Carreño.
Interesante sería preguntarse por qué no se ha generado en Chile una literatura similar a la gauchesca argentina, que se remonta al Facundo, de Sarmiento, se consolida con Martín Fierro, de José Hernández, y tiene sus manifestaciones modernistas en Leopoldo Lugones. Luego, la añoranza por la vida gaucha se plasma en Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes. Trayectoria que culmina el siglo XX, con la mirada crítica y nostálgica hacia un destino fatal del gaucho, como sucede en significativas zonas de la narrativa de Jorge Luis Borges.
César Díaz Cid
Dir. Escuela Lenguaje y Comunicación, U. San Sebastián
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