El Humedal de Mantagua quiere seguir sorprendiendo
<P>Este humedal de la Región de Valparaíso vive en constante peligro de extinción. A <I>jeeperos</I> y quienes lo confunden con un basural se ha añadido la presión inmobiliaria. Pero una empresa de ecoturismo quiere revertir esta vulnerabilidad, convirtiendo a Mantagua en Santuario, antes de que sus cinco ecosistemas no sean más que un lindo recuerdo. </P>
CORRIA AGOSTO de 1891 y en plena guerra civil, una parte de las tropas antibalmacedistas descendía al sur por las costas de Quintero, hacia la batalla de Concón. Caminando por la playa de Ritoque, se toparon a los pies de las dunas con la laguna de Quintero repleta de aves, donde se abastecieron de agua. Siguiendo su camino, al mirar hacia las lomas, divisaron una antigua casa donde decidieron pernoctar, antes de emprender al día siguiente la gran marcha hacia la batalla que les daría la victoria.
Ciento treinta años han pasado y aquella laguna ya no está. Terremotos, crecidas del río y la vía férrea que transporta cobre desde la refinería de Ventanas a Concón, se encargaron de convertirla en un arroyo que pasó a unirse a aguas originadas en el cercano cerro Mauco, formando juntos el Humedal de Mantagua.
Humedal que es parte de cinco ecosistemas en un reducido territorio: humedal, bosques, campo dunar, borde costero y quebradas. Una zona única, de clima mediterráneo costero, ubicada en el camino Concón-Quintero, a tan solo 30 minutos de Viña del Mar y que es disfrutada por 75 tipos de aves. La mayoría, residentes todo el año sumados a otras especies que llegan aquí entre la primavera y el verano, ya sea por ciclos de apareamiento o procesos de migración.
Todas ellas han vivido la intervención y contaminación del hombre y de seguro serán quienes más sufrirán una eventual destrucción de este humedal, de prosperar el plan inmobiliario que busca construir un resort en las dunas de Ritoque. Proyecto que ya ha ganado varias batallas legales y que podría ser realidad dentro de un año y medio.
Ante tal amenaza, vecinos del lugar se han organizado junto a una universidad, buscando elevar el humedal a la categoría de Santuario, con lo que se podrían tener mayores herramientas de protección y restricción, que garantizaran su permanencia, así como salvar una parte de las dunas. La propuesta espera una respuesta en los próximos seis meses.
Entre los más férreos seguidores de esta postulación está Posada del Parque (www.posadadelparque.cl), empresa de ecoturismo localizada en la antigua casona colonial que cobijó a los soldados. Este mudo testigo de aquel episodio continúa siendo hoy una agradable casa (data de 1601, según mapas de Benjamín Vicuña Mackenna), cuyos propietarios, Mónica Gastó y Osvaldo Pascual, le han dado un giro turístico, ofreciendo el primer centro de naturaleza de la Región de Valparaíso, con alojamiento familiar hasta para 12 personas en cinco habitaciones, gastronomía chilena y actividades ecoturísticas para familias, colegios y empresas. También cumpleaños ecológicos con cabalgatas, caminatas y kayak.
Serpenteando el humedal
Luego de dejar el equipaje, lo mejor para mimetizarse con el entorno es salir al enorme jardín de la posada. Palmeras, araucarias, centenarios pinos, un gomero de 120 años… el lugar es un verdadero jardín botánico, perfecto para desprenderse del estrés, realizar yoga en el domo o echarse en una hamaca.
Con siete kilómetros de longitud y caracterizado por un régimen de aguas estables, sin mareas, el Humedal de Mantagua alberga diferentes e interesantes escenarios naturales que se inician cerro arriba. Internándose por lomas y quebradas ubicadas al interior de las 400 ha de este parque privado, esta primera excursión resulta ideal para familias y niños, pues a los pocos minutos de caminata se adentra por un angosto túnel que cruza la carretera y sale a un paisaje abrupto con flora nativa como boldo, litre, peumo y quillay. Aquí la posada ha instalado una pista de 5 km para los adictos al mountain bike en descenso. Poco más arriba se pueden encontrar restos de cerámica de la cultura Aconcagua, que se estableció aquí hace 1.200 años.
Las políticas de preservación y el concepto de responsabilidad social-ambiental de la Posada del Parque no son un detalle a la hora de salir a conocer estos atractivos. Con el fin de no alterar los vestigios precolombinos, no destruir senderos y no ser invasivo con el entorno, se ofrece un servicio personalizado que permita descubrir las bondades ecológicas de la manera más respetuosa y menos nociva posible. Por eso, bicicletas solo se permiten en la pista de cross country, caminatas se dividen en grupos, todos con estudiantes de ecoturismo como guías, y las cabalgatas son con un máximo de seis caballos.
Los otros escenarios naturales se encuentran bajando rumbo al mar. Perfecto para conocer el humedal resulta ser un paseo en los kayaks de que dispone la posada. Un trayecto de una hora que permite conectarse con loicas, rayadores, pilpilenes, taguas, perritos, gaviotas y tres tipos de garzas -destacando la cuca, parecida a una cigüeña- a escasos cinco metros. Curiosamente, las aves no escapan de estas sigilosas embarcaciones. Una realidad soñada por los amantes de este tipo de avistamientos, quienes pueden acercarse a cientos de pájaros sin necesidad de grandes binoculares.
El humedal no supera el metro de profundidad, ni tiene grandes corrientes, por lo que su paso zigzagueante es de nivel básico, apto para todas las edades.
Tras llegar a la playa, el kayak pasa por debajo de la línea férrea. El humedal desemboca apaciblemente en el mar en forma de estuario, no sin antes pasar por la Laguna Chica inserta a los pies de las dunas de Ritoque, donde cisnes de cuello negro y cisnes con joroba destacan en estas fechas.
A tres kilómetros al norte de esta laguna, bordeando playa y dunas, se encuentran los llamados conchales. Antiguos vestigios de los indígenas vatos, recolectores de mariscos, quienes dejaron su huella en millones de conchas presentes en este sector, las cuales eran quemadas para hacer la cal con que vatos pintaban cerámicas y sus rostros. Hoy es una zona transitada cada fin de semana por jeeperos que, quizás sin saberlo, están destruyendo el patrimonio de un pueblo anónimo que vivió en esta costa hacia 300 a. C.
La riqueza botánica de la Laguna Chica, como el valor arqueológico de estos conchales fueron registrados por el mismo Charles Darwin, quien pasó por aquí el 14 de agosto de 1834.
Pero para quienes quieran aventurarse hasta los grandes conchales junto al mar existe un circuito a caballo de cuatro horas por un pequeño bosque -otro ecosistema a visitar por sí solo- donde huairavos, siete colores, carpinteritos, chunchos y lechuzas hacen sus nidos entre ramas de pinos, eucaliptos y especies típicas de chaparral costero.
Es el hábitat elegido también por conejos, los cuales son presa predilecta de cazadores, otra amenaza que deben enfrentar día a día los funcionarios de la posada, que hacen frente a esta fragilidad ecológica con las pocas facultades que poseen. Todo ello con un solo fin: que el Humedal de Mantagua y los escenarios naturales que lo rodean continúen siendo parte de la historia, el presente y el futuro ecológico de la zona.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.