El humor desquiciado de Christopher Durang llega al Teatro Mori
<P>Esta versión de <I>Más allá de la terapia</I>, dirigida por Pierre Sauré, fue la más premiada del III Festival de Dramaturgia Norteamericana.</P>
En vez de tirarse un vaso de agua, se tiran 20. En vez de hablar, gritan. Más que reír, explotan. En Más allá de la terapia todo está llevado al límite de sus posibilidades. La actuación, la caracterización de los actores y la moda ochentera están exageradas y puestas en función de esta comedia escrita por el norteamericano Christopher Durang en 1981. Ese fue el estilo elegido por Pierre Sauré, director de este montaje que podrá verse del 2 al 12 de septiembre en el Teatro Mori de Bellavista.
La historia tiene elementos suficientes para dar espacio a la risa: sicoanalistas desbordados, romances, pelucas y peluches. "Más allá de la terapia tiene que ver con los tropiezos de una sociedad, se ríe de las terapias, de que tenemos a Pilar Sordo vendiendo libros de autoayuda como loca. Eso es lo que me pareció más particular de esta obra: ver a Chile reflejado en un texto gringo escrito en los años 80", cuenta Pierre Sauré.
En su tiempo, la comedia de Durang (1949) triunfó en las salas de teatro norteamericanas, pero fracasó en Hollywood. La versión para cine dirigida por Robert Altman y protagonizada por Jeff Goldblum y Julie Hagerty recibió mala crítica y pasó al olvido.
La historia tiene como protagonistas a Bruce y Prudence, dos habitantes de Manhattan con algunos problemas. No logran estabilizar sus vidas ni sus relaciones de pareja y buscan ayuda en sus sicoanalistas. A Bruce lo atiende Charlotte, una excéntrica mujer que nunca encuentra las palabras correctas y que, con la ayuda de un peluche (de Snoopy en la obra original), anima a sus pacientes fingiendo ladridos y gritando "¡bien por ti!". Por su parte, el terapeuta de Prudence es Stuart, un hombre que refuerza la idea de que varios sicoanalistas necesitan muchas más sesiones de terapia que sus propios pacientes.
Bruce, que hasta entonces se creía homosexual, conoce a Prudence en una cita a ciegas. Así se desata una serie de accidentados encuentros entre los personajes, incluyendo a Bob, pareja de Bruce, que no está nada contento con las citas ni con la terapia.
El arte de hacer reír
La compañía Teatro Sub participó con este montaje en el III Festival de Dramaturgia Norteamericana, organizado en junio por el Instituto Chileno Norteamericano y Lastarria 90. De los cuatro premios entregados, se llevó tres: el de mejor actriz fue para Cristina Aburto (Prudence), el de mejor actor para Cristián Gajardo (Bruce) y, además, obtuvo mejor dirección de arte. El elenco lo completan Freddy Araya, Claudia García, Mauricio Vaca y Daniel González-Muniz.
En el texto original hay referentes propios de Estados Unidos en los 80, que fueron ajustados para el público chileno sin caer en la cita a lo local, para conservar el espíritu norteamericano de la obra. "Cambiamos la referencia a Auntie Mame (personaje interpretado por Rosalind Russell en una película homónima de 1958) por una a Elizabeth Taylor, que es igual de norteamericana, pero más cercana a nosotros. En vez de nombrar a un travesti que fue muy famoso en la época de la obra, hablamos del Tootsie hecho por Dustin Hoffman, y cuando el texto se refería al aquí desconocido Plato's Retreat, preferimos hablar sencillamente del 'club de swingers', para que se entienda", revela Sauré.
Pero no basta con que la comedia se entienda. El director sabe que es muy difícil sacarle carcajadas al espectador. Por eso echó mano a la exageración: "Para hacer reír al público, los actores tienen que estar muy desquiciados. Trabajamos desde el desborde, lo excesivo, a los actores les salta la saliva, caen al suelo, se tiran vasos de agua. En ese alto nivel de energía resulta la comedia. En Chile, no se suelen decir los textos con ese nivel de comicidad".
Y como detrás de toda buena broma, también aquí hay un trasfondo de tragedia. Según Sauré, el tema de la terapia es una parte, pero debajo de la narración principal subyacen otros problemas: "Sería un tipo anticuado si ahora escribiera sobre esto. Pero aquí hay un homosexual que quiere tener una vida con una mujer, que quiere dignificar la bisexualidad. Cuando discute con Bob, él le dice que se casen, y Bruce le dice no, que quiere tener sus propios hijos, trascender. Esto se escribió en los 80 aludiendo a un discurso común, a una sociedad que recién se abría a esos temas", concluye.
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