El ignorado arte cinético de Iván Contreras-Brunet sale a la luz
<P>Radicado en París desde 1952, el artista acaba de abrir una muestra en el Macba de Buenos Aires. En Chile es casi un desconocido.</P>
Al chileno Iván Contreras-Brunet (1927) le bastaron un par de viajes de regreso a su país natal para saber que su obra tendría poco eco entre sus pares y en el público. Los 60 llegaban a su fin y había decidido que su camino sería el arte cinético, esa corriente abstracta enfocada en los efectos visuales de vibración y movimiento a través del juego de colores y luces. Nada lo haría retroceder, ni siquiera la desidia de la escena artística de su país. Hoy, con 87 años, el artista sigue empeñado en sus cuadros cinéticos. Desde su residencia en París, donde vive desde 1952, ha logrado exhibir su obra en importantes instituciones de Europa, como el Museo Moderno y el Centro Pompidou de París, además de galerías en Italia, Tokio, Alemania y Suiza. En Chile, sin embargo, poco se sabe de él.
No es tan raro. Una suerte similar corrió la pionera local del cinetismo, Matilde Pérez, quien en los últimos años vivió un reconocimiento tardío y falleció esta semana sin haber recibido el Premio Nacional, pese a bulladas candidaturas. Contreras-Brunet tiene una teoría: "Como Chile es más bien un país de poetas, creo que a la gente no le calza la geometría, ni le gustan los cuadraditos. Incluso a Matta le costó ser considerado. Tenía 75 años y pocos lo conocían en Chile, mientras que en Nueva York dedicaban salas enteras a su obra", cuenta el artista, al teléfono desde Francia, días antes de regresar a Sudamérica.
Este viernes, el artista inauguró su primera retrospectiva en el Macba de Buenos Aires, donde exhibe hasta el 30 de noviembre una veintena de piezas, que van de los años 50 hasta cuadros de este año.
La recuperación de su trabajo se debe al auge que ha tenido el arte cinético en los últimos cinco años, y también a un azaroso encuentro. Hace cuatro años, el artista fue contactado por las galeristas Isabel Aninat y su hija Javiera García Huidobro, quienes hallaron su nombre en un viejo libro francés sobre arte cinético de los años 60. "Chileno", leyeron en su biografía y corrieron a conocerlo. Hoy son las principales difusoras de su obra. En 2012 montaron una primera exhibición en su galería de Vitacura, para seguir en Colombia y ahora en Argentina. "De a poco Iván empezó a confiar en nosotras. Lo hemos llevado a ferias, donde coleccionistas y curadores ya se están interesando en su obra, y ya estamos en conversaciones con el Museo Reina Sofía para exponerlo", cuenta Aninat. "Su obra se ha revalorizado en poco tiempo. Hay piezas históricas que están por sobre los US$ 50 mil", agrega.
Contreras-Brunet se toma con calma estos meses agitados de exhibiciones. Sabe que lo suyo es el trabajo. "Empecé a vivir tarde de mi arte. Hubo años difíciles y otros mejores, pero siempre hubo gente que compró mis cuadros, siempre me he dedicado al arte y a nada más", dice el pintor.
Vuelta a Nueva York
Antes de abrazar el cinetismo, Contreras-Brunet experimentó con el cine. En 1957 viajó a Nueva York, interesado en rodar filmes abstractos. Venía de vivir cinco años en París, donde se hizo amigo del venezolano Jesús Rafael Soto, a quien dejó con sus cuadros geométricos, viviendo en un modesto cuarto en el barrio de Les Halles. En EE.UU., el chileno trabajó como asistente de dirección para la compañía de dibujos animados UPA, mientras en su tiempo libre hacía sus primeros trabajos cinéticos. Tras cuatro años, volvió a París con un hallazgo. Buscando un material transparente para crear efectos visuales en sus cuadros, dio con rejillas de metal, con las que trabaja hasta hoy. "Hago relieves a partir de capas tridimensionales y pintura. Hasta hoy investigo, porque de eso se trata ser artista. También pinto acuarelas", señala.
En París algo había cambiado. "Mi amigo Jesús Rafael Soto se había hecho famoso. Tenía auto y una casa, yo no lo podía creer", recuerda el chileno.
Desde entonces, Contreras-Brunet se volcó al cinetismo, claro que nunca con la suerte comercial de sus amigos Soto y Carlos Cruz-Diez. "En países como Argentina o Venezuela les encanta este tipo de arte. Si ellos no fueran abstractos o geométricos, se morirían de hambre", explica.
A fines de los 60 y 70, el artista se paseó con frecuencia por galerías en Italia, Alemania y Suiza; se asoció a la galería francesa Gimpel & Müller, y desde 1978 exhibe todos los años en el Salón Comparaisons en París. Años antes, en 1972, se convirtió en el primer artista chileno en exponer en la Bienal de Venecia. No fue idea del gobierno chileno, sino del Instituto Italoamericano, que ya veía en su obra un sello único. No se equivocaban.
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