El ingeniero que hace clases en una parroquia

<P>Hace casi dos años, Tomás Rivadeneira cambió la ingeniería por la docencia. Y cuando el colegio donde trabajaba se fue a toma, cambió la sala de clases por una parroquia. Todo para cumplir la meta: que sus alumnos, todos de escasos recursos, superen los 560 puntos en la PSU. </P>




Unos tibios rayos de sol se cuelan por las ventanas de la capilla Inmaculada Corazón de María de Puente Alto. Adentro, 30 alumnos, separados en grupos y sentados en tres grandes mesas, murmuran. No están rezando. Cada uno abre su mochila y sobre la cubierta esparce guías, lápices y gomas. Los audífonos desaparecen y los celulares quedan en silencio. Se trata de los alumnos del cuarto medio C del Liceo Municipal Ingeniero Militar Juan Mackenna O'Reilly, uno de los tantos establecimientos vulnerables de la comuna y que está tomado desde junio.

Terminó el recreo y el profesor de matemáticas, Tomás Rivadeneira, saca su plumón. En un minuto llena la pizarra de números, pero el murmullo no para. "Chiquillos, recuerden que estamos contra el tiempo. Por favor, desarrollen los ejercicios 1 y 2 de la guía". El silencio se hace absoluto.

La improvisada sala de clases, conseguida por los propios alumnos, luego de que el profesor -a través de Facebook, llamadas telefónicas y comunicaciones- convenciera a su curso de la necesidad de continuar la preparación en matemáticas para la PSU pese al paro, cumple su objetivo. De a poco se van repasando estadísticas, probabilidades, potencias, ecuaciones y proporciones, entre otras materias. Los chicos trabajan en conjunto. Levantan la mano, opinan y preguntan. Algunos gestos de alegría aparecen espontáneos cuando se llega a la respuesta correcta.

"¿Ven que no es tan difícil?", dice el profesor, mientras pasa a la siguiente operación.

Byron terminó primero su guía. Entre dientes, comenta que quiere ser puntaje nacional y estudiar Construcción Civil en la Universidad Católica. Tiene promedio 6,4 y dice orgulloso que ya desarrolla facsímiles completos sin errores.

En el otro extremo de la sala, otro chico hace cálculos, borra y lo intenta de nuevo. "Ya, profe, terminé el ejercicio", dice.

Rivadeneira asiente y pregunta: "Joel, ¿cuántos puntos sacó en su último ensayo?". "Tuve 557 puntos, 27 respuestas correctas", responde el joven.

Tras ese diálogo, el profesor repite otra vez que una de las claves de la PSU es justamente responder lo que se sabe. Este año, la PSU de matemáticas contará con 75 preguntas, cinco más que el año pasado, por lo que la ejercitación diaria es fundamental. Y los hechos lo demuestran. De un promedio cercano a los 470 puntos a comienzos de año, hoy el 4º C exhibe más de 530. "El promedio nacional es de 500 y nos quedan casi dos meses para la PSU", sostiene el profesor.

Rivadeneira se tituló en 2009 de ingeniero civil en minas de la Universidad Católica. Desde hace dos años hace clases en el Juan Mackenna, colegio al cual llegó tras ser reclutado por Enseña Chile, fundación que convoca a profesionales de distintas áreas para convertirlos en profesores de calidad en escuelas de nivel socioeconómico bajo y de rendimiento deficiente.

"Me siento realizado como persona y como profesional. Este trabajo es difícil, excesivas horas de clases, muchos alumnos por sala. Hay que priorizar y aprender a liderar grupos humanos", dice el educador. Ese fue justamente uno de sus primeros desafíos: alentar y convencer a chicos poco acostumbrados a que crean en ellos a que sí son capaces de rendir y cumplir metas. De los 43 alumnos del curso, 30 asisten diariamente a clases. Incluso algunos humanistas o de la división técnico-profesional del liceo.

Norma, Mauricio y Juan Pablo son tres de los alumnos más entusiastas en clases. Tienen promedio sobre 6 y pretenden estudiar diversas ingenierías. Reconocen el aporte del "profe" de matemáticas y también tienen palabras de elogio para los otros educadores que los han formado. Sin embargo, hay un concepto que repiten casi a coro: "El profesor cree en nosotros y nosotros en él. Esa es la mayor motivación que tenemos".

Tal motivación ha dado frutos. En marzo del año pasado, Rivadeneira realizó un primer ensayo de PSU, en el cual los chicos lograron 456 puntos como promedio. Finalmente, en la PSU 2010 el puntaje se elevó a 526. Si bien no logró la meta autoimpuesta de 550 puntos, el alza fue significativa. Aun así, Rivadeneira no quedó satisfecho y decidió modificar la estrategia de trabajo.

Este año, el ensayo general de marzo arrojó un promedio de 475 puntos. A mediados de este mes, descontando los meses de paro, repitió el examen y el curso promedió los 530 puntos. La meta a fin de año es lograr 560 puntos. "Ahora, cada uno tiene una meta individual basada en el nivel en que se encontraban a comienzo de año, lo que es fundamental para lograr lo que nos impusimos como curso: 560 puntos, que significa más oportunidades a futuro y les da un gran sentido a las metas que se propusieron", explica el profesor. Agrega que otro aspecto fundamental es la acogida de sus colegas, en el sentido de entregar conocimientos de manera recíproca. "Yo aporto, pero ellos también me enseñan. Todos tiramos para el mismo lado. Todos buscamos la motivación del alumno", dice, al tiempo que el profesor de lenguaje -que no pertenece a Enseña Chile- indica que el recreo se acabó y que los números se cambiarán por letras.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.