El joven violinista que ronda en el Metro

<P>[talento callejero] Desde los 15 años Diego Donoso toca violín en el Metro. Este instrumento lo empujó a querer ser profesor y hoy le permite pagar sus clases de música.</P>




Su apariencia física no es muy diferente a la de cualquier joven santiaguino, pero el estuche que transporta por las calles hace suponer que esconde un gran secreto en él. Cuando Diego Donoso Ortiz (18) lo entreabre emerge un violín. No es un Stradivarius precisamente, pero su sonido alegra la rutina de los transeúntes.

La comodidad que sintió este joven al aprender a tocar el violín que le regaló su madre para una Navidad, le hizo olvidar incluso la flojera y, por primera vez, saber qué quería hacer en la vida.

"Yo antes de esto no sabía qué hacer", reconoce Donoso, quien el año pasado egresó de Cuarto Medio del Liceo Francés, de la comuna de Santiago, sin dar la PSU. "No me preparé, era súper flojo", admite.

Pero el supuesto desgano que dice tener este joven de corte de pelo tipo mohicano y dos aros en la oreja izquierda, desaparece cuando de lunes a sábado se instala a tocar su violín en las salidas de las estaciones de las líneas 1 y 2 del Metro.y Eso, hace cuatro años.

Imitando a su hermano mayor que tocaba guitarra en estos mismos espacios públicos, Diego comenzó a hacerlo cuando estaba en Primero Medio. Llegaba a su casa y se cambiaba de ropa para salir a tocar violín a las estaciones Dorsal y Zapadores, en la Línea 2.

Al principio, reconoce que se avergonzaba. "Me daba nervio que la gente me rodeara como les sucede a los músicos en la calle". Por lo mismo, dice, prefirió el Metro. "La gente pasa y sólo algunos se quedan mirando", cuenta. Eso sí, afirma que no es el mejor lugar: cada día le toca escapar de los guardias que le impiden tocar, por ejemplo, en las escaleras de las estaciones. Por eso deambula entre estación Plaza de Armas, Baquedano, Moneda, Universidad de Chile y Los Héroes.

¿Su repertorio? Desde Vivaldi y Mozart hasta melodías populares de Los Jaivas y Víctor Jara. Canciones de películas, también.

A Diego le gusta tocar en solitario, porque así no debe repartir los $ 10.000 que gana cada día y con los que financia hace cuatro años sus clases de violín en la academia Alhambra, en Lastarria.

De su familia paterna viene el gusto tardío por la música. Su padre, profesor de química, era integrante de un grupo folclórico y desde que Diego era niño intentaba sin éxito entusiasmarlo.

"No le prestábamos atención, preferíamos jugar. Por eso ahora no puedo entrar al Conservatorio, porque tendría que haber empezado desde más chico", se arrepiente hoy Donoso.

Pero al pasar a Primero Medio, Diego quiso aprender a tocar un instrumento. "No quería que fuera uno común". Y por eso eligió el violín. Antes, eso sí, su madre le puso una condición: que antes de comprarle uno, aprendiera a tocar guitarra para demostrar que era constante.

Aprendió a hacerlo junto con su hermano, pero muy luego ya quiso cobrar su violín. Fue a través de éste que descubrió su vocación de profesor de música y por eso es que está preparando la PSU en un preuniversitario.

La nueva responsabilidad le quitará tiempo para tocar en el Metro. Pero la solución ya la tiene. "Me tendré que levantar más temprano".

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